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Miércoles, 23 de enero 2019, 14:06
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Tomás Alonso San Segundo, único acusado por la muerte de Sebastián Valle Rodríguez, Sebitas, el 9 de abril de 2017, que se enfrenta a penas que oscilan entre los 14 años de prisión que pide el fiscal por homicidio y los 20 que solicita la acusación por asesinato, sí quiso ejercer su derecho a la última palabra. «En ningún momento he estado en el sitio de los hechos y soy inocente», declaró, antes de que el magistrado presidente declarara concluido el juicio.
Ya por la tarde, el jurado, con el objeto del veredicto en mano que les facilitó el magistrado presidente del tribunal, José Luis Ruiz Romero, se encerró a deliberar sobre la culpabilidad o inocencia del encausado. Pero antes escucharon con gran atención los informes con las conclusiones finales que expusieron las partes. El fiscal, para pedir una condena por homicidio; la acusación particular, por asesinato, al contemplar dos circunstancias agravantes de significado penal muy controvertido y poco entendido por la opinión pública desde casos como el de la Manada: la alevosía y el ensañamiento.
Además, modificó su informe inicial añadiendo que la víctima todavía estaba con vida cuando, malherido, «el acusado le arrojó al río y encajó su cabeza entre el hueco de un árbol y el agua, lo que produjo su fallecimiento, como demuestran las algas (diatomeas) que tenía en sus órganos cerrados y que, si ya hubiera estado muerto en la superficie, no estarían». Y por último, el letrado de la defensa, que insistió en la inocencia de su representado y trató de desmontar la acusación atacando la credibilidad del principal testigo de cargo, Pedro D. J. y subrayando que ninguna de las pruebas indiciarias situaban a su defendido en el lugar del crimen. «No se pudo encontrar ADN, simplemente, porque no estuvo allí», zanjó.
Pedro D. J. apoyó su relato en un «croquis» para explicarse mejor ante el juez y así quedó grabado. Contó que ese domingo, sobre las diez, salió de la pensión y cogió la línea 1 para ir a las Misioneras de Emaús, que le daban un bocadillo y ropa para vender. Como llegaba pronto, se fue a pasear por el camino del Soto de la Medinilla. Allí se encontró a Tomás y «a otro chico» que estaba en el suelo y que al principio no reconoció. Tomás le ahuyentó con la mano ensangrentada. «Me asusté, pero cuando me iba me di la vuelta y le estaba dando patadas». Preocupado, regresó, no vió a nadie y bajó hasta la caseta. «Miré al agua y vi el cuerpo, de cintura para abajo, atrapado. Al principio pensé que era un muñeco», declaró.
Sin embargo, para el representante del ministerio público, Luis Ortega, «los dos caminos» marcados por sus testigos principales, Pedro D. J. y la madre de Sebitas, Társila Rodríguez, llevan a un mismo lugar y a la misma persona: al Soto de la Medinilla y al acusado, Tomás Alonso. Tuvo, dijo el fiscal, el motivo la oportunidad: una discusión porque Sebitas le recriminó por haberle robado el móvil y la pelea acabó en homicidio. La muerte, según el informe de la autopsia, se produjo entre las 14:00 y las 18:00 horas, franja horaria que coincide con el relato sin fisuras de la madre de la víctima: el día de autos su hijo comió con ellos en la casa familiar del barrio España y a las 16:30 le dijo que iba a casa de Tomás «y que si no le daba el móvil, le iba a partir la cabeza». No volvió a ver a Sebitas con vida.
El fiscal
1
Homicidio. Considera que Sebita tuvo una muerte violenta resultado de una disputa. No hubo un plan para matarle y la muerte fue resultado del conjunto de heridas, no fue ensañamiento.
2
La autoría. Los testigos Pedro y Tarsi (la madre), sin conocerse, sitúan a Tomás y Sebitas en Soto de la Medinilla.
3
La cronología. Tomás no es incongruente al narrar los hechos a pesar de su discapacidad. No controla el tiempo, pero la policía comprueba sus pasos. Según los forenses, la hora de la muerte de Sebitas fue entre las 14:00 y las 18:00 horas.
4
La declaración del acusado. Es contradictoria. En su primera declaración describe el estilete, luego no lo reconoce y habla de una navajita de llavero que regaló a la víctima.
La acusación particular
1
Asesinato. Hubo engaño a Sebitas, con la mentalidad de un niño, para llevarle al Soto de la Medinilla. Estaba indefenso en un lugar de difícil acceso y Tomás armado. Le golpeó con el ladrillo y le propinó casi veinte navajazos, aunque los forenses no saben en qué orden. Hubo alevosía y ensañamiento.
2
La autoría. Se apoya en los mismos testigos que el fiscal, que acreditan cómo se ha cometido el asesinato.
3
Las algas. Solo pueden aparecer diatomeas del agua en las vísceras si está vivo. El acusado, tras la agresión, le persiguió o arrastró hasta el río y encajó la cabeza de la víctima en la oquedad para que no pudiera salir.
4
Las otras víctimas. Recuerda al jurado el perjuicio a la otra víctima, la familia.
La defensa
1
Libre absolución. Pide al jurado veredicto de no culpabilidad. No hay pruebas directas ni indirectas concluyentes que sitúen a su defendido en el lugar del crimen ni tampoco restos biológicos en las armas del crimen.
2
El lugar del crimen. El único hecho objetivo es que el acusado no intervino en la muerte de Sebastián. No hay huellas porque no estuvo allí.
3
La cadena de custodia. Considera que se vulneró la cadena de custodia porque, tras el levantamiento del cadáver la noche de autos, no se delimitó ni vigiló el lugar del crimen hasta que al día siguiente se realizara la inspección ocular.
4
Testigo no fiable. El testigo sitúa los hechos por la mañana pero la muerte de Sebitas fue por la tarde.
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