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Tomás Alonso San Segundo, principal sospechoso de asesinar a Sebitas, declaró este lunes en la Audiencia Provincial de Valladolid. Rodrigo Jiménez
El acusado del crimen de Sebitas niega los hechos: «Era una persona querida y apreciada»

El acusado del crimen de Sebitas niega los hechos: «Era una persona querida y apreciada»

Tomás Alonso asegura durante su declaración este lunes en la Audiencia de Valladolid que «nunca he tenido ningún problema con nadie»

e. esteban

Valladolid

Lunes, 21 de enero 2019, 12:38

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Con la mirada fija en el suelo, inquieto, con sus piernas en constante movimiento. Así ha permanecido Tomás Alonso San Segundo, el acusado de matar brutalmente a Sebastián Valle en abril de 2017, durante la vista oral celebrada este lunes en la Audiencia Provincial de Valladolid. El principal sospechoso de asestar «veinte navajazos»y propinar «cinco ladrillazos» en la cabeza a Sebitas, como todos le conocían en el Barrio España de la capital vallisoletana, no solo ha negado los hechos de los que se le acusan, sino que además asegura no saber «nada» del que presumiblemente fue el desencadenante de la disputa: el teléfono móvil de Sebas. «En ningún momento me dijo que yo se le había robado. No sabía que llevaba el móvil encima, pero me dijo que le había perdido y fue con él a buscarle», asiente.

Domingo 9 de abril de 2017. Como cada día, Tomás Alonso saca a pasear a sus dos perros «por la zona de los campos de fútbol» de Barrio España, donde vive. Son las once de la mañana y, «como ocurría de vez en cuando», «coincidí» con Sebitas y se pusieron a «hablar de nuestras cosas». Según relata el acusado durante la reconstrucción de los hechos, no eran amigos. Ni tan siquiera sabían mucho el uno del otro. Tan solo mantenían un trato cordial. «No éramos amigos, sino vecinos del barrio. Le conocía de siempre, desde pequeño, y cuando nos veíamos nos arrimábamos para hablar de nuestras cosas», sostiene Tomás.

Tras un paseo por el parque que el acusado desconoce durante cuánto tiempo se prolongó, Tomás decidió regalarle una «navajita pequeñita, tamaño llavero, de madera». Según cuenta, no es la misma que el arma del crimen. Tampoco preguntó a Sebas para qué lo quería. «No me dijo para qué la quería ni yo tampoco pregunté. Nos despedimos; él se fue para su casa y yo para la mía», insiste. Ahí acabó el primer encuentro entre sospechoso y fallecido aquel fatídico domingo de abril.

El segundo tendría lugar apenas tres horas más tarde. «Sobre las 15:00 horas», tal y como relata Tomás Alonso, Sebas fue su casa y, desde allí, fueron juntos a «los viveros para recoger arena». Cuando acabaron, sus caminos se bifurcaron. Cada uno en una dirección. Pero «a los cinco minutos» Sebas volvió en busca de Tomás para que le ayudase a buscar un teléfono que había perdido. «Me dijo que lo había perdido, por lo que fuimos a los viveros a buscarle, pero no por la parte del río, sino por la del cementerio», argumenta. Intento en vano. No lograron encontrar el móvil. Según cuenta el acusado durante el juicio, mientras él se fue a su casa, Sebas «se fue con un amigo». Reitera que ésa fue la última vez que le vio, junto al semáforo de Carrefour.

«Estaría con los amigos»

Tomás asegura que no volvieron a cruzarse. Sobre las 20:00 horas, la madre de Sebitas fue su casa para «saber dónde estaba mi hijo». Él, tranquilo, le dijo que «estaría con los amigos». «No es cierto que le diera patadas, ni tan siquiera he estado nunca en la zona de la caseta junto al río donde apareció el cuerpo», subraya. Ante las preguntas de la acusación particular, el sospechoso reconoció que Sebas era una persona «querida y apreciada, aunque no sé si manejable e influenciable». «No sabía que tenía una discapacidad (del 52%). Se le veía un poquillo mal de capacidad, pero no lo sabía». Además, aprovechó la intervención del letrado de la familia del asesinado para resaltar que «nunca había tenido problemas con nadie», únicamente hace «unos cuatro años» precisamente con el principal testigo del caso, Pedro D., «por una camiseta del Barça». «No fue a más; a los dos días ya nos hablábamos».

El desenlace, de sobra conocido: sobre las «nueve y media o diez menos veinte de la noche», el testigo, Pedro D., pide ayuda a una patrulla de la Policía Local que vigilaba la zona. Decía ser un pescador que se encontraba por el entorno «y le había parecido ver un cadáver flotando» junto al Pisuerga. Minutos más tarde, en el lugar, dos agentes municipales lo confirmaron: «en un terraplén, una zona escabrosa y de difícil acceso, había un tronco clavado en la tierra de la ribera y había un cadáver ahí metido». Dieron «una vuelta por la zona» para ver sí «veíamos algo». La inmensa nada. Cerca, solo una chabola y un sofá, «como que ahí había habido alguien».

Tomás Alonso San Segundo huye del peso de la confesión. Mantiene firme su verdad: él no asesinó a Sebitas. Desde que le ayudara a buscar su teléfono no volvió a verle. Los arañazos y magulladuras que observó la policía cuando le detuvo dos días más tarde, el 13 de abril, tampoco tienen nada que ver. «Me lo hice en casa, y los policías vieron cómo estaba la zona y que pude hacérmelo ahí», apunta. Entre tanto, al jefe de Homicidios, en el momento de la detención, tal y como ha asegurado durante la vista, le sorprendió las declaraciones «espontáneas» de Tomás. «A ver si habéis encontrado un estilete que le regalé a Sebitas, porque ahí si que van a aparecer mis huellas», exclamó en dependencias policiales el sospechoso. El agente, además, ha remarcado que aunque no hay pruebas claras como restos de ADN, otorgan veracidad al testimonio de Pedro D.

Ya ha dado su versión de los hechos. Ahora, y hasta este viernes día 25, está a merced de los nueve miembros del jurado popular, que emitirán su veredicto sobre si el 9 de abril de 2017 asesinó a Sebitas. Por el momento, la Fiscalía pide para él veinte años de prisión, mientras que la acusación particular, la familia, y ante las «evidentes contradicciones en su testimonio», solicita 20 años entre rejas y una indemnización de 120.000 euros.

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