Casas molineras que aún perviven en el barrio del Cristo. Marta Moras

Especial: El Cristo del Otero

El barrio que levantó sus propias casas

El Cristo experimenta su expansión después de la Guerra Civil para convertirse en una de las más reivindicativas zonas de la capital

Domingo, 6 de julio 2025, 08:53

Durante siglos los entornos del Otero no fueron más que terrenos baldíos destinados a la extracción de áridos o fincas de labor pertenecientes a unas ... pocas familias. Eran los extrarradios de la ciudad y Palencia solo se acercaba hasta esa zona de la ciudad para participar en las celebraciones de Santo Toribio. Apenas se habían construido viviendas en la zona nada parecía apuntar antes de la Guerra Civil hacia un interés por su desarrollo urbanístico.

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Pero el incremento de la población en la década de los cuarenta del pasado siglo, la llegada de inmigrantes a la ciudad desde diferentes puntos del medio rural y la ausencia de nuevas viviendas en el entramado urbano de la Palencia histórica llevan a los nuevos pobladores y a los jóvenes matrimonios a posar su mirada en terrenos periurbanos aún no desarrollados, en San Antonio, el Ave María y también, entre los más pobres de los pobres, en el Cristo.

Las familias propietarias de los terreno ven la oportunidad de negocio, parcelan sus tierras y vende pequeños solares, en las que los propios compradores levantan sus hogares, generalmente con pesados muros de adobe. Se trata de construcciones ilegales, sin licencia y por tanto sin servicios básicos como el abastecimiento de agua. No hay baños, pero sí corrales y patios que ejercen esta función.

El Ayuntamiento es consciente de la situación. Proliferan las casas molineras y los propietarios son sancionados, aunque de facto, las nuevas viviendas, infraviviendas en muchos de los casos, se legalizan, ya que no se obliga a la demolición.

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La Acequia suministra agua al barrio y los propios vecinos construyen puentes para comunicar el nuevo barrio con la zona del Ave María, «para bajar a Palencia», expresión que hoy todavía sigue viva entre los mayores.

El barrio comienza también a cobrar vida alrededor e la iglesia que funda Inés Moro junto al Paseo del Otero, a donde se traslada para llevar una vida de espiritualidad hacia el año 1943.

La expansión está marcha y a principios de los años cincuenta, el barrio se acerca a los tres mil habitantes. Sin embargo, los planes urbanísticos del Ayuntamiento de Palencia no tienen en cuenta al nuevo barrio, que queda fuera de toda ordenación.

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La legalización llega de la mano del alcalde Juan Mena, designado en 1959, que decide dar una solución a una barriada ilegal, con más de 4.500 vecinos. Se incluye en la planificación urbana el nuevo suburbio y se dota al barrio de algunas infraestructuras básicas.

La educación pública no llega al barrio hasta casi mediados de los años sesenta y el colegio recibe el nombre de Juan Mena, que todavía conserva. Poco a poco van llegando también al barrio órdenes religiosas que establecen sus casas de espiritualidad y sus colegios como las Angélicas de San Pablo o los Barnabitas, además del ya constituido Colegio de Huérfanas de Ferroviarios.

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En los setenta, se pavimentan algunas calles y se ejecutan las obras del colector general y de la acometida del agua. Pero el olvido del barrio por parte del Ayuntamiento es generalizado.

La llegada de la democracia trae consigo un espíritu combativo entre los vecinos, hastiados de sentirse totalmente ignorados por las autoridades palentinas. Nacerá la Asociación de Vecinos en noviembre de 1976, meses después de que un grupo de jóvenes activistas se uniera para transformar la celebración de la romería de Santo Toribio en una gran reivindicación popular de mejoras urbanísticas.

Las pancartas se suceden por el barrio e incluso los jóvenes logran la hazaña de desplegar una gran lona exigiendo mejoras desde los ojos del Cristo del Otero, una escultura que desde ese momento se convierte en símbolo de la lucha del barrio, que estrecha de esta forma sus lazos con el gran coloso de hormigón que parece bendecir a la barriada.

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Ese año de 1976, la pedrea se convierte en agitación y las bolsas de pan y queso se devuelven al balcón, esta vez cargadas de piedra. La revuelta provoca importantes cambios en la celebración de la romería, de la que el Cabildo de la Catedral decide prácticamente desentenderse y queda vinculada a la iglesia de San Ignacio y Santa Inés, situada en el mismo barrio.

La nueva asociación de vecinos presiona al Ayuntamiento que comienza a ejecutar inversiones en la mejora de infraestructuras, pero siempre demasiado lentas y todavía hoy el barrio del Cristo sigue siendo uno de los más pobres en cuanto a actuaciones públicas, a pesar de que haya recibidos planes extraordinarios como el PlanUrban.

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Por ello, el Ayuntamiento de Palencia ha decidido este año dedicar su plan de mejora del acerado a la reposición de las aceras y la eliminación de barreras en el barrio del Cristo, con medio millón de euros.

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