Especial: El Cristo del Otero
Luis Alonso: «Es una obra grande y buena que aporta al arte»El artista palentino trabajó durante cinco años en Toledo a las órdenes de Victorio Macho
Tres maestros ha tenido en su vida. Su padre, Justiniano Alonso; Mariano Timón, director de la escuela de arte de la ciudad a la que da nombre y Victorio Macho, al que siempre llamó 'maestro'. El escultor Luis Alonso (Palencia, 1945) reconoce que lleva «toda la vida esculpiendo», ya que comenzó con diez años con su padre. «Aprendí a tallar en piedra, que es mucho más blanda que el mármol. Mi padre me enseñó a modelar, él mismo fue alumno de la escuela de artes y oficios. Recuerdo que yo le veía cómo esculpía, tenía la empresa de mármoles Justiniano Alonso, y me gustaba mucho», rememora el artista palentino en el local donde guarda sus propias obras en miniatura.
Fue su progenitor quien derivó a Luis Alonso con Mariano Timón, entonces profesor y director de la escuela de artes y oficios de Palencia. «Yo tenía unos 14 años y estaba estudiando en La Salle y cuando terminaba me iba allí con él».
Y dos años después, con 16, hizo la maleta y se fue a Toledo para aprender con Victorio Macho. «Me hablaba de Palencia, de sus cosas, de cuando empezó. Nos llevábamos muy bien y él para mí era como un abuelo. Pude aprender con él durante cinco años, hasta que se murió de un día para otro», señala, a la vez que evoca el espléndido patio que tenía «con una fuente y un jardín, donde yo dibujaba bocetos y luego él me los corregía».
«Me enseñó a hacer cosas grandes. Con él aprendí a tomar escalas para pasarlo del boceto, a hacer ampliaciones y también a utilizar los esqueletos para sujetar toda la arcilla. Me mostró cómo hacer grandes moldes, es que son muchas cosas. Con él hice la escultura de Jacinto Benavente que está en El Retiro, de unos 5 metros», explica y añade que «también aprendí a restaurar figuras, que se habían estropeado por el tiempo».
«El mejor homenaje era él mismo trabajando en la cabeza del Cristo del Otero, que está aquí»
Luis Alonso, tras la muerte de Victorio Macho, regresó a casa y estudió escultura en las escuelas de bellas artes de Valencia y de Madrid, y posteriormente fue becado por la Fundación de Arte 'Castellblanc' para ampliar sus estudios en Italia, concretamente en Carrara, Florencia y Roma.
«Volví porque mi padre, que fue para mí muy importante, necesitaba ayuda con la empresa, que estaba al otro lado del río. Y ya en Palencia me llamó Mariano Timón para que enseñase en la escuela. Yo no tenía pensado ser profesor, nunca me lo planteé. Comencé y dio la circunstancia de que me gustó una chica de la escuela y con ella me casé y ya me quedé aquí. Fui 30 años profesor y llegué a director de la Mariano Timón», asegura con una sonrisa, a la vez que se pregunta qué devenir habría tomado su vida si se hubiese quedado en Italia.
«Con él aprendí a hacer ampliaciones y también a utilizar los esqueletos para sujetar toda la arcilla»
Valora la obra de su maestro, de Victorio Macho, y subraya que la importancia del Cristo del Otero no radica en su altura ni en su tamaño, sino en que está adelantada a su tiempo. «No había en España ninguna pieza tan grande, pero lo más importante no es eso. Aquí se les llena la boca diciendo que es el más grande de España. Que sí, que sí, pero es buena también. Porque puede ser grande y mala y esta obra es grande y buena porque aporta al arte, aporta el cubismo», incide. «En la cabeza, todo es cubismo y la tela, que son paños en zigzag, y también el pelo. Es una obra que aporta porque es una escultura que es una novedad en el arte», agrega.
«Sí que me habló sobre ella, porque se acordaba, lo que le costó llevar a cabo la obra del Cristo del Otero y que fue Jerónimo Arroyo quien hizo toda la cimentación. Los medios que había antes no eran los mismos que ahora y se llevó a cabo sobre unos andamios penosos, pero es lo que había», resalta Luis Alonso. «Es verdad que se han hecho otros de 25 y de 30 metros, pero para qué quieres un Cristo tan grande si ni siquiera se le ve la cara».
Le cuesta escoger una obra favorita de Victorio Macho, pero se decide por 'La Madre'. «Es una maravilla porque une mucha figuración, en la cabeza y las manos, y es maravillosa. Para llegar a hacer esa cabeza hay que saber mucho porque está muy bien hecha y bien representada. Y las manos de la anciana tienen tanta fuerza. Es una pieza muy digna, muy digna, donde también mezcla estilos porque tiene cubismo, como en el Cristo del Otero», admite.
Todas las piezas del suplemento El Cristo del Otero
- De una inauguración clandestina a símbolo de la ciudad
- El Cristo, un corazón repleto de secretos
- Dos hermanos separadospor un océano
- Macho, entre el amor y el desencanto
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- Palencia, un doble museo para conoceral escultor
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- «Las instituciones están obligadas a proteger, cuidar y engrandecer el cerro del Otero»
- El Plan Director, una programación que va más allá del Otero
- Primeras intervenciones con el foco en un mirador panorámico
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Solo su pupilo podría haber creado la escultura como reconocimiento y recuerdo de Victorio Macho. Situada en la Calle Mayor, muestra a un joven escultor tallando la cabeza del Cristo. «Tuve que pensar qué homenaje podía hacerle yo en Palencia. Tuve varias ideas, amplié una imagen del Cristo y la coloqué en un caballete de escultor y lo vi. El mejor homenaje era él mismo trabajando en la cabeza del Cristo del Otero, porque el Cristo está aquí», argumenta Luis Alonso.
«Fue un orgullo ser yo quien hiciese la figura. Creo yo que si se levantase, sí que le gustaría, que quedó bien», agrega con sinceridad.
Reconoce que para ser escultor «tienes que estar preparado». «Cuando terminé de estudiar y comencé a trabajar por mi cuenta, ahí pude decir que era escultor. Los primeros trabajos que hice fueron un relieve en memoria de un joven que había fallecido en Salamanca y los relieves del Hotel Rey Sancho, que son un mural de 10 metros y 2,5 de alto. Y después hice más cosas y pronto llegó el monumento a la Constitución, que está en la plaza de la Constitución y ya no he parado. Llevó toda la vida», resume. «Primero tuve una gran preparación y estoy muy agradecido a mis tres maestros», sentencia.
Continúa esculpiendo, aún tiene esa necesidad constante. Desde sus inicios, trabajó con formas realistas y abstractas. «Cuando trabajo para la figuración, tengo un estilo, pero obra contemporánea es otra cosa. Con la forma abstracta ya comencé desde que estudiaba porque me ha gustado siempre. Mi arte y el de Victorio Macho es totalmente diferente, no sé lo que pensaría del arte abstracto», concluye.
A caballo alrededor del cerro para calcular la medida del Cristo
«Victorio Macho hizo la medida idónea del Cristo del Otero», subraya su alumno Luis Alonso. «Él estudió el tamaño con detenimiento. Le pidió al ermitaño a otro amigo de este que subiesen al cerro con varales, varas largas y gruesas, con un color en la punta que resaltase para poder verlo desde lejos», narra el escultor palentino. «Entonces Victorio Macho me contó que le pidió un caballo a un amigo y sobre el animal y a mucha distancia, que entonces no había nada construido por allí, veía cómo quedaría. Con un trapo, iba señalando que subieran los varales hasta que consiguió ver la el tamaño perfecto, la altura de los 21 metros con relación a la montaña», explica. Hace hincapié en que lo importante «era que tuviese la medida y las proporciones perfectas para esa ubicación. Es una composición para ese cerro y todo tiene que estar estudiado», concluye el artista Luis Alonso.
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