Especial: El Cristo del Otero
Macho, entre el amor y el desencantoEl escultor mantuvo durante toda su vida un complicada relación con la ciudad de Palencia, con la que se reconcilió en sus últimos años
Sus restos descansan en la ermita de Santa María del Otero, a los pies del Cristo, tal y como él deseó. Orgulloso de su 'Divino coloso' intentó en los últimos años de su vida congraciarse con la ciudad que le vio nacer, dado que a lo largo de su vida mantuvo con ella una complicada relación, de amor y desencuentro, que le llevó finalmente a establecer su hogar en Toledo y a mantener en la capital manchega todo su legado artístico.
Victorio Macho Rogado nació en la calle Colón de la capital palentina el 23 de diciembre de 1887. Sus inquietudes artísticas se manifestaron desde la más tierna infancia, en un barrio, como el de La Puebla, plagado de talleres artesanos. Inicia sus estudios en la Escuela de Bellas Artes y Oficios de Santander, en donde se inicia ya en la escultura. Y a los dieciséis años, con una beca de la Diputación de Palencia, marcha a Madrid para continuar su formación en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando.
Su amistad con Galdós le permitió consagrarse como escultor, con la inauguración en el Retiro del monumento al insigne escritor canario en 1919. Y aunque afincado en Madrid y seducido por su vida bohemia, nunca perdió contacto con su Palencia natal, incluso se casó por primera vez en 1918 con la palentina María Soledad Martínez Romarate, perteneciente una familia relacionada con la nobleza.
El éxito de una de sus exposiciones en la Biblioteca Nacional de Madrid le confiere la fama suficiente para recibir en 1927 el encargo que le llevaría a la inmortalidad, la construcción de una monumental escultura del Sagrado Corazón de Jesús en el cerro del Otero de su Palencia.
Macho concibe su obra como un 'faro espiritual para Castilla' y logra plasmar en hormigón y granito la imagen del que todavía es el Cristo más alto de toda España, el del Otero, con 21 metros.
Es en esta época previa a la Guerra Civil, cuando esculpe otra de su obras supremas, la figura sedente de su 'Madre', además otras piezas como las dedicadas a Unamuno y a Ramón y Cajal.
Republicano convencido, el triunfo de los nacionales le lleva al exilio a París y después a Colombia, para recalar finalmente en Perú, donde se casa en segundas nupcias en 1951 con Zoila Barrós, quien le acompañaría hasta su muerte.
Consigue regresar a España al año siguiente, pero su vuelta viene también cargada de frialdad. Su desafección con el régimen franquista le cierra la mayor parte de las puertas y sus visitas a Palencia le resultan hondamente decepcionantes. Macho recuerda entonces la fría acogida que tuvo su Cristo del Otero entre los propios palentinos en aquellos primeros momentos y el escultor decide afincarse en otra ciudad más abierta a sus inquietudes artísticas, Toledo, en donde establece su casa-taller, conocida como Roca Tarpeya, asomándose sobre la herida del río Tajo.
Victorio Macho se siente muy alejado de Palencia y anuncia que quiere mantener todo su legado en Toledo, lo que le hace acreedor del título de hijo adoptivo de esta ciudad.
Todas las piezas del suplemento El Cristo del Otero
- De una inauguración clandestina a símbolo de la ciudad
- El Cristo, un corazón repleto de secretos
- Dos hermanos separados por un océano
- «Es una obra grande y buena que aporta al arte»
- El barrio que levantó sus propias casas
- Palencia, un doble museo para conoceral escultor
- Los dos Toribio, los priscilianistas y la pedrea
- «Las instituciones están obligadas a proteger, cuidar y engrandecer el cerro del Otero»
- El Plan Director, una programación que va más allá del Otero
- Primeras intervenciones con el foco en un mirador panorámico
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Sin embargo, todo cambia con la llegada a la Alcaldía de Palencia de Juan Mena, quien sueña en recuperar para su ciudad la figura de Victorio Macho. El regidor inicia así una etapa de cortejo y agasajos continuos que culminan con el encargo del monumento dedicado a Alonso Berruguete, un proyecto impulsado por el Ministerio de Educación y Ciencia, en el año 1961.
Emocionado, Macho rechaza percibir cualquier salario, aunque el Ayuntamiento de Palencia paga su alojamiento en un hotel durante cuatro meses y le facilita un coche. La colocación de la escultura en la Plaza Mayor se convierte en un homenaje a Victorio Macho, por lo que el artista siente un reencuentro con su ciudad y pide ser enterrado a los pies del Cristo del Otero.
Comienza así el alcalde Juan Mena una etapa de negociaciones con el escultura y su mujer para conseguir que el legado artístico se traslade a Palencia. A punto de firmar, Zoila Barrós le hace replantearse la decisión y pocos días después, el 13 de julio de 1966, Victorio Macho fallece en Toledo como consecuencia de una silicosis avanzada.
El Ayuntamiento de Palencia se hace cargo de los funerales del escultor, que se desarrollan con toda pompa y boato en la Casa Consistorial, la Catedral y finalmente la ermita del Otero, en donde reposan aún sus restos mortales.
Y aunque las negociaciones con la viuda se mantuvieron durante décadas, nunca se avino al acuerdo de trasladar el legado histórico de Victorio Macho a Palencia, que sí lo donó al pueblo de España, para su conservación en la casa-museo de Toledo, donde aún se conserva.
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