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Se encuentran en la puerta del número 23 de Domingo Martínez, una de las calles que conecta el Paseo de Zorrilla con la avenida de ... Irún. Hablan con una vecina de la zona, tal vez para comentar lo que había sucedido días atrás, cuando uno de ellos tuvo que trepar por la fachada del ruinoso edificio para volver al interior de lo que es 'su' pequeño habitáculo okupado. Son Ismael Trinidad Rivera, dominicano de 29 años, y Yenni Garro, gitana trans de León de 20 años. Son pareja desde que se conocieron hace unos años en la capital leonesa, ciudad de la que partieron hace unos nueve meses para buscar oportunidades laborales en Valladolid.
Durante este tiempo, su historia vallisoletana es la de la okupación a la espera de encontrar un trabajo que les permita salir de una caseta de jardín de escasos diez metros cuadrados en la que duermen junto a un perro. Han sufrido el primer invierno de Valladolid, pero aún no han perdido la esperanza de hallar una salida.
Todo se destapó el pasado 30 de abril, cuando la Policía Municipal tuvo que acudir de urgencia después de que un vecino de la zona llamara al 112 para indicar que estaba viendo a una persona trepar por un edificio abandonado. Esa persona era Yenni Garro, que se encontró con la puerta exterior cerrada y no tenía forma de volver a entrar. Así que se apoyó en el alféizar de la ventana para agarrarse a los barrotes del balcón de la primera planta y llegar directamente a una peligrosa primera planta. «Veis ese agujero, por ahí me caí una vez», comenta Garro mientras señala hacia un boquete en el techo por el que entran los rayos del sol.
Porque ese piso es un peligro para cualquier persona que ponga un pie. Debajo del mismo, la planta baja de un edificio que solo cuenta con paredes. No hay nada más. Ni ventana ni puertas. «Aquí es imposible vivir por el riesgo de colapso», apuntan a la par que indican que entre esos muros a punto de venirse abajo viven otras dos personas. «Estas manchas que veis es porque en el invierno teníamos que hacer alguna hoguera para calentarnos», continúan.
La visita por el terreno okupado lleva a Ismael Trinidad y Yenni Garro hasta un patio interior. Es ahí, precisamente, donde residen de forma ilegal desde hace nueve meses. Son cuatro paredes en las que se ve un colchón sobre cuatro ladrillos, custodiado por un perro. Amanecen cada mañana con vistas a un patio repleto de maleza y parches para tapar los socavones. «Creemos que la propiedad es de un juez y de una abogada de Madrid», agregan mientras insisten en que quieren abandonar la vida que tienen actualmente. «Es que estamos en situación de calle, la otra opción que tenemos es dormir fuera de aquí», se lamentan los dos okupas.
Reconocen que están desesperados, aunque es únicamente Ismael Trinidad quien da la cara para ilustrar la situación que padecen. «Estamos desempleados, buscamos trabajo. Mi padre me dice que regrese a la República Dominicana, porque aquí la situación está muy crítica. Pero yo le digo que ya que tengo documentación, tengo que seguir intentándolo. La vida para los latinos, para los que somos inmigrantes, se hace un poco difícil. Porque muchas veces creemos que ir a un país determinado es la mejoría y cuando vienes, sí puede ser que esté, pero hasta ahora no lo he encontrado», asevera este joven dominicano que en su país se dedicaba a transportar viajeros desde el aeropuerto de Santo Domingo.
Dejó ese puesto para cruzar el charco, aunque, como él mismo dice, la suerte no le ha acompañado. Hasta el punto que aprovecha estas líneas para pedir trabajo de lo que sea. «Tengo carnet de conducir y bastante experiencia, tengo papeles en regla y hago actualmente lo que sea, porque vine a buscar una mejor calidad de vida. No sé si mi padre verá esta información en el periódico, pero quiero decirle que si lo ve, yo, Ismael Trinidad Rivera, voy a lograr lo que vine a buscar», subraya de manera optimista.
Viven al día. De alguna limosna al pedir o de organismos como Cáritas. Incluso iban al comedor social. «Preferimos comprar algo de arroz y hacer algunos huevos», agregan sobre el día a día que llevan en Valladolid.
Eso sí, destacan en su intervención que prefieren ir por el camino del civismo. «No estamos metidos en drogas ni en pandillas. Quiero lograr lo que vine a buscar, un objetivo, una mejor calidad de vida y yo sé que con la ayuda de los ciudadanos, pronto podremos salir adelante», prosigue Ismael Trinidad desde el número 23 de la calle Domingo Martínez, que confía en asentarse en Valladolid y no tener que volver a hacer las maletas.
Sin aparecer delante de las cámaras, Yenni Garro lamenta el incidente por el que tuvo que acudir la Policía a finales de abril al trepar por la fachada. «No somos conflictivos», incide la joven. «No hemos tenido ningún problema con los vecinos que nos rodean. Creemos que no están molestos», continúa a la par que admite que son varios puntos de la geografía de Castilla y León por los que ha pisado. «El problema es que si me llega otra denuncia...», deja en interrogante la frase Yenni Garro.
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