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La Asociación de Personas Sordas de Valladolid, APERSORVA en su acrónimo, se vestía de gala hace tres semanas para conmemorar los 50 años de su ... fundación, durante una ceremonía en la que cerca un centenar de personas, entre socios - unas 60 personas - e invitados quisieron celebrar, con aplausos silenciosos, el medio siglo de vida de una familia que surgió de la «necesidad de sociabilizar» entre una generación de afectados por la incidencia de la meningitis que tuvo que inventar su forma de existir en un mundo sin conciencia con las barreras auditivas.
Una larga trayectoria durante la que ha evolucionado el movimiento asociativo y han cambiado sus banderas para representar avances tan significativos como la ley que regula la lengua de signos y que constituye su identidad cultural, aprobada en 2007 o el decreto que promueve la accesibilidad.
Ambos hitos han marcado comienzo de un camino en el que aún quedan pasos por dar para facilitar la integración del colectivo y que pasa por «ampliar el número de profesionales sordos en distintos ámbitos y lograr que haya más intérpretes que faciliten el acceso a los servicios esenciales», tal y como ha defendido Luis Alberto Redonde, al frente de la asociación desde hace dos meses, aunque ligado al movimiento asociativo que lucha por los derechos de las personas no oyentes desde hace 40 años.
En el número 10 y 11 de la calle Salud, en el mismo espacio donde comparten actividades y momentos de espacimiento gracias a un bar que también regentan los propios socios, reunieron a varias autoridades, entre ellos el presidente de la Diputación, Conrado íscar o el concejal de Personas Mayores, Familias y Servicios Sociales, para agradecer los avances incorporados por las administraciones en este medio sligo de vida, pero también y sobre todo, para reclamar más medios con los que seguir derribando muros.
Luis Alberto Redondo
Presidente de APERSORVA
«Una cosa es la vida diaria y otra la cultura, para la que hace falta más presupuesto», demandaba Luis Alberto Redondo ante el auditorio, en una intervención en la que puso en valor el esfuerzo y compromiso con la causa de las intérpretes allí presentes, que aquella tarde estaban haciendo «horas extra». Como claro ejemplo de las carencias que aún sufren en algunos ámbitos, recordó que hay museos, entre otras instituciones culturales, a los que no pueden entrar durante el fin de semana porque «no tienen intérprete». «Tenemos que seguir luchando», advertía Redondo, que pedía «más recursos humanos» en un mundo en el que las tecnologías, en alusión al apagón, han dejado al decubierto sus vulnerabilidades.
Redondo defiende el trabajo de la asociación con vehemencia, no tanto por su reciente condición de presidente sino por lo que supuso para él desde su temprana adultez, cuando formó parte de su primer encuentro ya cumplidos los 18 años. «Yo vivía en un colegio de sordos en régimen internado y sentía una envidia sana cuando las personas mayores que nos visitaban me contaban sobre las actividades que hacían, especialmente lo relacionado con el fútbol. Para mí fue una revelación descubrir una comunidad sorda fuera», rememora Gutiérrez, para quien APERSORVA se convirtió en su «segunda casa».
Una casa en la que la lengua oficial es la de signos, una «herramienta fundamental» en su vida diaria, que transcurre entre una agenda variada. «Cada dos días realizamos talleres en el gimnasio, dos veces al mes organizamos sesiones de lectoescritura y una vez al mes tenemos un taller de cocina», detalla, sobre las actividades que llevan a cabo en su comunidad, a las que se suman, rutas de senderismo en Valladolid y en otras provincias «cuando el clima lo permite».
Un ejemplo del legado de APERSORVA son Antonio Pérez y Rosario Vega, socios fundadores, que durante el homenaje recogieron una placa en reconocimiento a su compromiso con un proyecto que ha sido esencial para el matrimonio. «La asociación nos ha permitido disfrutar de un espacio de sociabilización sin barreras donde todos los que nos rodean estan en la misma situación, nos sentimos como una pequeña familia», celebraban emocionados tras convertirse en historia viva de una fuerza colectiva que les ha permitido «dar rienda suelta» a sus inquietudes y participar en «actividades que están específicamente desarrolladas para ellos».
El futuro pasa por «seguir trabajando para garantizar la accesibilidad y el bienestar de sus miembros», con un objetivo claro a corto plazo: un cambio de local que permita reducir sus costes de mantenimiento en aras de la sostenibilidad de sus actividades y para el que esperan poder contar con el apoyo de los socios pero también de las instituciones, provincial, local y autonómica, así como de entidades privadas, que ya han hecho posible 50 años de avances y superviviencia.
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