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Valladolid
La vida continúa en Ariza pese al fin del servicio ferroviario: «Echaré de menos el tren»Adif no desvela por el momento cuál será el futuro de las casas y las antiguas naves que aún sobreviven en los márgenes del trazado, donde dos viviendas siguen habitadas
La luz del semáforo para trenes permanece en un rojo inalterable en el paso a nivel en Ciudad de la Comunicación de la antigua línea ... de Ariza, mientras los vecinos de la zona lo atraviesan con despreocupación. Unos metros más adelante, siguiendo el trazado en dirección hacia la estación de Campo Grande, unos tablones impiden que por la vía del antiguo ferrocarril vuelvan a pasar más trenes, en un sentido y otro, después de que el pasado viernes la atravesara un último convoy de Renault, que ya ha inaugurado la Variante Este y la intermodal del nuevo complejo ferroviario del páramo de San Isidro. La factoría automovilística era la única que, hasta ese momento, utilizaba la antigua línea, después de que cerrara al servicio de pasajeros hace 40 años, en 1985.
Ahora, sin la circulación de los ocho trenes que aún la recorrían a diario, se ha consolidado como un paraje apararentemente abandonado, que ya antes de su clausura total lucía descuidado, comido por la maleza y restos de basura. Pese a ello, hay quien se resiste a abandonarla, porque, a lo largo del trazado que discurre por zona urbana, desde el Polígono de Argales hasta la antigua estación de la Esperanza, aún quedan en pie algunas de sus infraestructuras, como el propio edificio de pasajeros, reconvertido, en su planta baja, en sede de la Asociación Vallisoletana de Amigos del Ferrocarril (ASVAFER).
En el segundo piso tienen por vecino a un trabajador de Renfe, que habita la que fuera vivienda del antiguo jefe de estación, aunque antiguamente la estancia también fue residencia del jefe de vía y obras. Que está habitada lo constatan desde la asociación, aunque se intuye a juzgar por la presencia de unas gallinas que pasean en libertad por sus alrededores.

No son los únicos que resisten en un barrio que nació a los márgenes del ferrocarril, ya que en la que fuera la casilla del guardabarreras, la presencia de Mercedes de Ávila es el legado del extinto oficio de su padre, Estebán de Ávila. Los mejores recuerdos de su infancia están ligados a esas vías, cuando lo acompañaba a la caseta que estaba frente al colegio San Agustín, o salía a su regreso desde la que se ubicaba junto a la estación de la Esperanza. Junto a la casilla del Polígono de Argales, donde aún reside junto a su madre Luisa, de 93 años, había una tercera cabina, pero todas ellas fueron derribadas en enero del año pasado, perdiéndose esta parte del patrimonio del antiguo ferrocarril, propiedad de Adif.
Mercedes recibe con recelo y con tristeza el cierre de la línea. «A mí no me ha gustado, no me molestaba que pasara el tren. Yo he nacido con la vía al lado y estaba muy acostumbrada a oir el tren, lo echaré de menos», lamenta. Aunque tiene claro que para ellas, en lo que concierne a la que es su casa, nada ha cambiado. «Aquí vamos a seguir», confirma la hija del último guardabarreras de Ariza, que pase lo que pase en un futuro con el suelo que quede disponible cuando terminen de desmantelar la vía y sus infraestructuras, no tiene intenciones de moverse del hogar en el que se ha criado. Cuando falleció su padre Renfe permitió que viuda e hijas siguieran viviendo en ella como arrendatarias. Y cuando la mujer falte, Mercedes seguirá optando a dicho alquiler.
Okupas y museos
En Ciudad de la Comunicación otro de estos singulares inmuebles, de unos 40 metros cuadrados, han sido pasto de la okupación desde hace dos o tres años. A través de la puerta, parcheada con telas y cartones, se puede observar una nevera y un carro de la compra. «Ya hemos perdido la cuenta de cuántos ha habido, sabemos que están ahí pero no nos relacionamos con ellos», explica Pedro Pintado, socio de ASVAFER, e investigador de la historia del ferrocarril vallisoletano, con varios libros publicados, uno de ellos dedicado a esta vía.
El futuro es incierto sobre qué pasará con estas y otras instalaciones, como el antiguo muelle, las naves de talleres o los depósitos de agua, que en su día contaban con «un edificio anexo donde vívía el jefe del depósito», que con el tiempo, cuando dejo de estar en uso, paso a ser la «vivienda de un empleado de Renfe», detalla el investigador. De ella ya solo quedan los cimientos.
Adif, a preguntas de este periódico, no se ha pronunciado sobre qué pasará con estas viviendas e instalaciones a fecha de publicación de esta información. Desde la Asociación confían en poder seguir usando los espacios que tienen en cesión. Además de la planta inferior del edificio de viajeros, la antigua lampistería, donde han montado un simulador de la situación de la línea hace 40 años, con el recorrido del tren desde Laguna de Duero hasta el cargadero de la fasa. Pero también una de las naves, donde resguardan una maqueta a gran escala de la línea. Aunque la aspiración más alta es un un futuro Museo del Ferrocarril en el depósito de locomotoras y de forma auxiliar, en una de las dos naves de talleres que presuponen se van a conservar al ser edificios protegidos.
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