El día que un ovni levitó sobre la provincia de Valladolid hace 60 años
La aparición de este extraño objeto volador, que produjo un fuerte impacto en la prensa nacional y todavía hoy es motivo de debate, tuvo lugar el 16 de septiembre de 1965
Para un medio de comunicación serio es difícil hablar de ovnis porque hay que basarse en las pruebas físicas y las declaraciones de los testigos ... y ambos escasean. No tienen que tratarse de extraterrestres que vienen a visitar a los humanos, ni de enviados celestiales. Un ovni no es más que un Objeto Volante No Identificado por el que lo observa. Puede ser de origen militar, un fenómeno de la naturaleza, un ingenio aeronáutico o globos aerostáticos o de observación atmosférica que pueden dar lugar a error.
En la provincia de Valladolid, tal vez el más famoso sea el ocurrido el 16 de septiembre de 1965. Ese día, durante de cuatro horas, pudo observarse «un platillo volante del tamaño de un teléfono de mesa y de color blanco brillante», como publicó El Norte de Castilla al día siguiente: «Miles de vallisoletanos contemplaron un extraño objeto volador sobre Valladolid». Este hecho produjo un fuerte impacto en la prensa nacional y 60 años después sigue siendo motivo de debate y controversia.
«Numerosos lectores llamaron a nuestra redacción solicitando informes sobre la posible identificación del aparato», explicaba la noticia en portada. Una de las hipótesis fue que un ovni se había paseado por el cielo de Valladolid. Sea como sea, todo apunta a que se trataba de un satélite artificial o un globo-sonda. Mientras unos se lanzaban a la calle y se subían en terrazas para contemplarlo, a otros no le quedaba la menor duda de que se trataba de «una clara aparición de platillos volantes».
Era plena semana de las antiguas fiestas de San Mateo y una abarrotada plaza Mayor de Valladolid se convirtió en el lugar en el que se concentró un mayor número de personas presenciando este particular suceso. Se supo que el objeto era visible desde un radio de unos 45 kilómetros y se determinó que se encontraba a una altura de 22 kilómetros sobre la vertical de Villanueva de los Infantes.
Ocurrió por la tarde, sobre las 17:30 horas, y pudo contemplarse en otras localidades de la provincia vallisoletana y en Palencia; hasta que «poco a poco, el objeto misterioso fue reduciendo su tamaño y luminosidad hasta quedar confundido con las primeras estrellas del atardecer», informaba el decano de la prensa.
A las 17:35 horas, el piloto civil Heliodoro Carrión sobrevolaba Tordesillas en avioneta. «Hemos detectado un artefacto brillante y triangular entre las poblaciones de Villanueva de los Infantes y Tudela de Duero», le decían a través de su radio los controladores del aeropuerto de Villanubla. Entonces, Carrión puso rumbo hacia la zona donde estaba el extraño objeto para tratar de averiguar qué era.
La carta de un sacerdote
«Mi querido Padre Machado, por primera vez en mi vida pude ver un platillo volante. Era de un color blanco muy brillante, del tamaño de un teléfono de mesa y lo vimos a las 18:45 de la tarde sobre el Colegio cuando vino el hermano enfermero a avisarme. También salieron los demás padres y madres y lo vieron muy claro». Esta es una parte de la carta, fechada en Valladolid el 18 de septiembre de 1965, dos días después del increíble suceso, firmada por el Padre Antonio Felices, uno de los hombres más destacados en la investigación de los fenómenos relacionados con la ufología.
Hubo otros testigos de relevancia, como Teófilo Álvarez y Francisco Rodríguez, profesores del Seminario, que lo vieron cuando iban en motocicleta al Monasterio de San Isidro (Dueñas). También muchos vecinos de Tudela de Duero y de Boecillo y, sobre todo, el citado Antonio Felices, dominico afincado desde 1959 en el Colegio vallisoletano de Arcas Reales, junto al padre Severino Machado.
Lo primero que Felices hizo fue acudir al laboratorio para montar un telescopio de cuatro pulgadas. «A las 19:20 horas, había logrado montarlo. Después de enfocarlo, se veía un enorme aparato, como de un kilómetro de largo en forma triangular y con una gran cúpula en el centro de forma alargada», relataba. «Tenía aletas en las puntas de la base del triángulo y se cimbreaba lentamente. Era un aparato metálico que estuvo quieto hasta las 20:05, cuando de repente empezó a tomar altura hasta que desapareció por completo», aseguraba. Además, el sacerdote Felices logró realizar un boceto de aquel artefacto.
Conforme a la carta dirigida a Machado, el objeto estuvo flotando en el cielo hasta las ocho y cinco de la tarde, momento en que «empezó a tomar altura y desaparecer por completo». Lo más curioso es que, a decir del dominico, «de vez en cuando salían unos puntitos de luz del aparato que se alejaban en todas las direcciones».
Hipótesis
Las especulaciones no se hicieron esperar. Mientras El Norte de Castilla apuntaba a la posibilidad de que se tratase de «un satélite artificial de características no conocidas» o de «un globo sonda de gran tamaño que, de ordinario, van recubiertos de láminas de aluminio».
Sin embargo, el meteorólogo Vicente Oliver Narbona se decantaba en este mismo periódico por una «nube de madre perla pequeñísima», que hacía referencia «a nubes que aparecen en la capa de ozono y que pueden ser muy raramente observadas en nuestras latitudes» y el brillo metálico de este tipo de nubes estaría provocado por la luz solar.
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