Valladolid
Alerta por la tolerancia ante las drogas: «Hay familias que preparan el botellón a sus hijos»Proyecto Hombre atendió el año pasado a 155 jóvenes, de 12 a 21 años, por el abuso de sustancias
«Hay familias que hasta preparan a sus hijos el botellón, que les meten la bebida en el frigorífico para que se la lleven fresquita», ... dice Eva Camarero, coordinadora de prevención en Fundación Aldaba-Proyecto Hombre, entidad que el año pasado atendió a 155 jóvenes (y a sus familias) por consumo de drogas. Fueron 110 chicos y 28 chicas. Con edades entre los 12 y los 21 años. La media, de 16. Y la vía de entrada, la señal de alarma, casi siempre, vinculada con el cannabis. El porro como detonante de las alertas familiares. «Aunque también nos encontramos con hogares en los que se permite, tranquilamente, que el chico se fume un porro en casa. Con familias que minimizan el cannabis, que piensan: 'Bueno, tampoco es para tanto'». Y lo es.
Los expertos de Fundación Aldaba, entidad que está a punto de cumplir los treinta años de presencia en Valladolid, constatan una «tendencia ascendente en el número de demandas de familias con hijos adolescentes y jóvenes que se han iniciado en el consumo». De los 138 atendidos en 2023 a los 155 de 2024. Con edades muy tempranas. «La media para empezar con el cannabis está en los 15,1 años. En el alcohol se sitúa en 14. En los vapeadores, incluso antes, a los 13». Y casi siempre pasan meses hasta que la familia es consciente del problema y da pasos para atajar el problema de raíz.
«Es raro que un joven venga por iniciativa propia para tratar su adicción», explica Camarero. Es la familia quien suele acompañarlo. Por eso es importante que los adultos que están cerca atiendan a las posibles señales de alarma. Que no hagan la vista gorda. Que no minimicen la situación ni la den como algo inevitable. «Más de la mitad de las familias conocen, toleran, permiten e incluso comparten el consumo de alcohol», advierten desde la entidad.
¿Cuándo empezar a preocuparse? «Cuando se detecte poca comunicación en casa, con el desafío de los jóvenes porque no aceptan las normas y límites. Cuando comiencen a salir más y no cumplan los horarios de llegada. Cuando aumente el absentismo o se produzca una bajada importante en el rendimiento escolar». Los teléfonos de ayuda de Fundación Aldaba suenan más al término de los trimestres educativos, cuando los institutos entregan las notas. Ahí, muchas familias se empiezan a preocupar. «Además, cada vez potenciamos más el trabajo en red y por eso nos llegan casos derivados de orientadores escolares, pediatras, unidades de intervención educativa», aseguran.
Y casi siempre, el cannabis en el centro. Como la punta del iceberg. Porque detrás hay otros problemas asociados. «En el 90% de los casos, hay también problemáticas de alcohol. Y aunque son tan abundantes, muy pocas veces el alcohol es el motivo por el que se viene aquí. ¿Por qué? Porque en la sociedad hay una tolerancia muy alta al consumo de alcohol», evidencian. «Y por eso es tan importante crear un contexto (entre familias, políticos, hosteleros, supermercados) para reducir la accesibilidad al alcohol. Es una responsabilidad compartida», insiste María Paz de la Puente, directora de Fundación Aldaba-Proyecto Hombre, que es servicio de referencia de la Junta de Castilla y León para la prevención de adicciones en jóvenes.
«Cuando un joven viene, el primer paso siempre es el mismo. Nos sentamos junto a su familia. Los padres y, en algunos casos, también los abuelos, si es que asumen un rol importante de educador. Y a partir de ahí, trabajamos los vínculos, porque tan importante como el consumo del joven es la posición que adopta su familia», indica Camarero, convencida de que en ocasiones hay padres que no dan el paso de acudir a servicios especializados porque temen que una decisión así deteriore la relación con sus hijos. Los distancie más. «Y eso no es así. Hay que trabajar en relaciones asertivas y evitar las autoritarias, las muy permisivas, las sobreprotectoras. Y siempre, con el rechazo rotundo, persistente y coherente contra el consumo». Y ojito, advierten, con la permisividad (y la facilidad de acceso) ante sustancias que, como los vapeadores o las bebidas energéticas, en muchos casos son vías de acceso a otras.
«Una bebida energética es como cuatro cafés expresos. O sea, una barbaridad de cafeína, sobre todo para un cuerpo adolescente. Respecto a los vapeadores, tienen cantidades de nicotina (que es la sustancia adictiva) por encima del tabaco. Y el problema es que no hay estudios a largo plazo que nos digan las consecuencias que tiene el consumo sostenido de bebidas energéticas o vapeadores», indican desde Proyecto Joven, la vertiente de Proyecto Hombre que se dedica a la atención a menores y adolescentes y que incluye también otro tipo de adicciones, como las derivadas de las pantallas o el exceso del móvil y la tableta (con 16 chicos y 6 chicas atendidas en 2024, con una media de edad de 14 años). En la labor de prevención, también ofrecen cursos y talleres en centros educativos (con 16 profesores de seis colegios) y otros proyectos de sensibilización.
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Esta intervención con jóvenes es tan solo unas de las partes del trabajo que Fundación Aldaba-Proyecto Hombre desarrolla en Valladolid, según recoge la memoria de actividad de 2024, presentada este martes. Sus 49 profesionales y 39 voluntarios atendieron a 4.257 beneficiarios en 50 proyectos que, cada vez, insisten más en un tratamiento «integral y transversal», ya que es muy habitual ver cómo confluyen problemas de adicciones, violencia, salud mental o fragilidad social y familiar. La fundación cuenta con recursos como centro de día (127 personas atendidas), servicio de atención integral a la mujer, o el servicio de orientación terapéutica, con el que contactaron 409 personas. De ellas, 138 entraron en programas de tratamiento. Fueron 114 hombres y 24 mujeres. «En el caso de ellas, la demanda de tratamiento es menor, ya que su situación suele estar más invisibilizada», indica Ana Isabel Macías, directora de programas. Gran parte de estos casos fueron atendidos desde el centro de día y los recursos ambulatorios. Los más problemáticos («de consumo más elevado, situaciones más crónicas»), fueron derivados a una comunidad terapéutica (42 hombres y 12 mujeres).
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