Ver 54 fotos
Ciclismo
Rafa Sanz baila sobre el hielo y destrona a su hijo en la Carrera del Pavo de SegoviaCiclismo ·
El padre del vencedor desde 2019, un Hugo Sanz que resbaló, es el único que completa el recorrido tras una lección de veteraníaEl defensor del título en la Carrera del Pavo de Segovia y su verdugo despertaron este lunes día de Navidad en la misma casa. Rafa ... Sanz llegó al desayuno con sus tres décadas de experiencia venciendo pendientes con su bicicleta sin cadena, sintió el frío, miró a la calle y le dijo a Hugo Sanz, su hijo: «Aquí está el campeón». Él respondió a la bravuconada en ayunas diciendo que bastante haría si subía al podio, pero sonrió después a ese vaticinio cumplido sujetando el pavo de su padre, que utilizó a Fernando Alonso como metáfora. «En seco no gano, pero si se pone la carrera complicada, ahí estoy yo». Mientras los jovenzuelos caían en un suelo que deslizaba como una pista de patinaje tras la noche de heladas, él ha bailado y ha sido el único que ha llegado de una pieza a la Subdelegación del Gobierno.
Noticia relacionada
Perico y su receta del Pavo: «El árbol sobra»
El Pavo le debe mucho a la familia Sanz. Rafa, de 54 años, se tiraba el día de Navidad porque el gusto por la bici obliga; pero fue Hugo el que le obligó a dar un paso más. «Papá, hay que preparar una bici y venir a disputar, no a pasar el rato». Y el adolescente que acompañaba en el podio a Julio Martín, el gran dominador de la pasada década –ganó ocho ediciones seguidas, a una del plusmarquista, José Luis Mayo– se adueñó del negocio con victorias entre 2019 y 2022. En la primera, adelantó a su padre en el tramo final: el fondo del ciclismo, los brazos de la juventud.
Minutos después de caerse –su bici no agarró en unos restos de hielo a la puerta de El Bernardino– recordó aquel triunfo mientras veía a su padre en el podio. «Me alegro mucho, nadie se lo merece más que él. Ha sido mi maestro».
La 88 edición de la segoviana Carrera del Pavo, un evento que en los últimos años ha obligado a un esfuerzo de fondo, con hasta ocho participantes llegando hasta arriba y forzando desempates en forma de semifinales y final, se decidió en poco más de tres minutos. Lo que tardó Hugo Sanz en avanzar brazada a brazada por los primeros metros de la Calle Real de la ciudad, como un tiro. El baile de un especialista, nada que ver con los aficionados voluntariosos que le precedieron. Un estilo probablemente imbatible en seco, pero el enlosado era una trampa tras la niebla del domingo y unas mínimas de cinco bajo cero. Aquello estaba lleno de minas, desde la alcantarilla de turno a las zonas más sombrías. Y el campeón acabó en el suelo sin llegar a asomarse por la Canaleja para ver a la Mujer Muerta.
Así que Rafa, que bajó justo después, se encontró con el trono vacante cuando empezó a abrir el mar de espectadores. Tocado por unas molestias en la zona del hombro –apenas había entrenado en los días previos– respondió a la potencia de su hijo con pies de plomo. «Si no se cae, no gano; cuando le he visto en el suelo, estaba obligado a llegar arriba, había que salvar los muebles. Me da rabia porque me gusta ganar en la pista, pero las circunstancias son las que son. La tarea era llegar arriba y los demás no han cumplido», comentaba el vencedor.
Esas circunstancias que tumbaron al resto. «El primer tramo estaba complicado y había hielo, la bici se iba. He ido sorteando con veteranía», contaba Rafa Sanz la destreza para deslizarse y empujar sin tocar el suelo. Se vencía hacia la derecha, donde había más espectadores, que habían derretido el hielo. Otra clave fue quitar presión a la rueda delantera, la que carga todo peso: menos velocidad a cambio de más agarre.
Después vino la espera a ver si alguien igualaba la apuesta y forzaba el desempate. Millán Garrido fue el que más se acercó, pero no olió la meta. Como Marcos García, la última víctima de Hugo –le ganó el año pasado en la final–, que terminó tercero: no está mal para lanzarse con vaqueros. Su premio lo recogió Iván Gómez, el sub-23 segoviano que ha dejado el ciclismo y que también ha mordido el polvo en la tiranía de su amigo. Para alivio de Rafa, no hubo desempate. «Soy explosivo, hasta la Casa de los Picos siempre llego el primero, pero cuando hay que tirar de fondo, me pasan».
Pasión por Perico Delgado
Y hablando de las circunstancias de esta edición, la instalación en el Azoguejo de un árbol decorativo navideño condicionó a la clase media porque obligó a salir desde más abajo y les privó de la inercia para que el voluntario de la tiza se agachara un poco más arriba. Los que antes se vencían en La Tropical apenas llegaron al Bershka. Emma Alonso, la jugadora de la Segoviana que aspira a ser la primera mujer en llegar arriba, fue una de ellas, suficiente para retener el título.
«Esto es una fiesta, hay que mantenerla viva», subrayó Pedro Delgado, con el dorsal número 1, el último en bajar, con el GPS en el manillar solo para ver la hora, lamentando los metros que le costó el detalle navideño cubierto por colchonetas. «Yo cojo mucha inercia, me ha perjudicado», sonrió. Fue séptimo, sorprendido por un año sin desempates. «Eso demuestra que estaba más difícil. La loseta húmeda hace que la adherencia sea mínima con unas ruedas tan finitas. Para mí es no caerme, que es lo que he conseguido evitar a última hora».
Rafa, con el humor por bandera, dejó un mensaje a los chavales: «A ver cuándo me jubilan, no puedo estar aquí hasta los 60 disputando». En las victorias de Hugo, le decía: «No me puedo dejar ganar». Algo que el progenitor agradeció. «En la competición no hay familia, hay que ir a full». Así dio la vuelta al símil freudiano de matar al padre –la transición entre la juventud y la edad adulta– para matar al hijo. La penúltima lección del maestro.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión