«El primer día que vine a La Albuera dije: '¿Dónde me he metido?'»
El técnico vasco inicia esta tarde el nuevo proyecto de la Segoviana en Segunda Federación convencido de las posibilidades de su equipo
Iñaki Bea Jauregi (Amurrio, 27 de junio de 1978) sabe que es más de hablar que de escuchar. Por eso estira los entrenamientos, siempre hay ... indicaciones que dar. Cuando todos se han ido, da una vuelta a las pistas con el utillero, 'Josito', antes de subir la nevera al vestuario y descansar en la sombra del palco. Su pasión desbordante inicia un nuevo tiempo en la Gimnástica Segoviana con la visita de la UD Sámano a La Albuera a las 18:00 horas.
–¿Quién es Iñaki Bea?
–Alguien pasional, emocional, que intenta ser empático y que le gusta sentirse libre, por eso la decisión de no tener hijos. Me gusta asumir nuevos retos, conocer gente nueva, idiomas, culturas. Soy una persona con muchas ganas de vivir, no me asusta nada. He estado en Dominicana, Estonia, Austria, Alemania… Quizás soy demasiado intenso, muy acaparador, un poco arrollador por momentos. De hablar más que de escuchar, que eso no es bueno.
–¿Qué ha descubierto en Segovia?
–Te pilla con 24 años y no sales del Acueducto, pero ahora me he dado cuenta de que es una ciudad interesantísima. No solo por el patrimonio, sino por la gastronomía propia, algo que en España estamos perdiendo. En Bilbao están perdiendo el bacalao al pil pil y las patatas a la riojana. Los paseos que tiene, la alameda, las arenas… Quiero volver a correr y voy a traer la bici. Transmite tranquilidad. Quiero que me vaya bien para quedarme muchos años.
–¿Por qué asumir el desgaste de ser entrenador tras el desgaste de una vida de jugador?
–Me gustaría que alguien me dijera qué es el talento, pero el de ser técnicamente muy bueno yo no lo tenía. Tenía la autocrítica y querer mejorar siempre. Empecé jugando en el equipo de mi pueblo y luego en el Amorebieta, por 10.000 pesetas al año. Trabajaba en una ferretería y como fontanero para pagar los gastos del coche. Pensaba más como entrenador que como jugador. No me quedaba en el fútbol de ese que hace dos caños y me entró el gusanillo. Dio la casualidad de que el destino me llevó a ser el segundo de José Luis Mendilibar y ya me quedé ahí. Si no, igual estaba en alguna secretaría técnica.
«Transmite tranquilidad. Quiero que me vaya bien para quedarme muchos años»
–¿Siempre vinculado al fútbol?
–No soy un adicto. Si no me dedicara al fútbol, seguramente no vería ningún partido. Voy a ser sincero, no es el deporte que más me gusta. Como creo que lo entiendo, veo la riqueza táctica. Lo veo más como un trabajo que como una afición.
–Habla de las 10.000 pesetas de Amorebieta. ¿Hasta qué punto le dio la hucha tras retirarse?
–Yo no he ganado mucho dinero, me pilló la época cuando menos había. Cuando me llamó el Valladolid, lo cerré automáticamente: entrar en un vestuario donde ha estado Caminer u Onésimo era más importante que ganar 30.000 euros más. Lo extrapolo ahora a la Segoviana y se lo digo a los jugadores: «Dejaros del dinero que os van a dar por ahí y venid a un sitio donde seáis felices». Yo jugué en Segunda con un Opel Corsa y en Primera, con un Toyota Avensis. Me podía haber permitido un Porsche, pero entonces no me hubiera podido comprar la casa de Valladolid.
–¿Cómo ha construido la plantilla sin que el dinero sea su principal baza?
–El primer día que vine a La Albuera dije: «¿Dónde me he metido?» Vienes acostumbrado de Eibar o Soria, que tienes un gimnasio para ti solo, una sala de reuniones, una televisión increíble, una cafetería… Pero luego no nos ha faltado de nada, tenemos incluso más de lo que necesitamos. La magia son las personas que están en el club, yo sé que la directiva no me va a decepcionar cuando estoy diciéndole a un chico que va a estar bien. En Dominicana yo daba la cara y los viajes eran un horror. En el Águilas los chavales estuvieron cuatro meses sin cobrar.
–¿Así ha convencido a los jugadores?
–La historia corre a nuestro favor porque todo el mundo habla bien de la Segoviana. El primero que vino fue Álex Castro porque es muy de lo que yo quiero. Apostamos por Morata cuando nadie apostaba por él: ser del 2006 nos asusta y muchas veces vamos a los números, a que solo ha jugado 15 partidos. Ya, por eso lo tengo que firmar, porque el día que juegue 30 no voy a poder. Diego viene de descender con la Gimnástica de Torrelavega: cuando le queremos nosotros, le llaman dos equipos ese mismo día. Les ofrecemos cosas que otros no les pueden ofrecer. Jugar ante 2.000 personas, que la gente se quede después de un descenso a agradecer el sacrificio. No es lo mismo que jugar en un campo de césped artificial por 50.000 euros. Hay gente que está aquí por menos de la mitad.
«La historia corre a nuestro favor porque todo el mundo habla bien de la Segoviana»
–¿Cuánto se parece la plantilla final a la que quería?
–El día de la rueda de prensa pensaba por dentro: «No sé si vamos a ser capaces de hacer un equipo». Os dije que ya nos cogerían el teléfono. Hemos hecho una plantilla que, si me lo dices en junio, sin ningún tipo de experiencia en Segunda RFEF, no me lo hubiera creído. Todos los que han venido, con el visto bueno del presi, están porque yo quiero. ¿Con quién me he equivocado? Te diría que con ninguno. A algunos les va a costar más que otros. Iker es un chico que nos va a dar muchísimo; Morata está por encima del nivel que yo pensaba, la idea es que él y Josep Jaume sean los centrales; René es un todoterreno, típico futbolista alemán; Diego va a crecer la hostia, en mayo se le van a caer las ofertas; Ayán es una apuesta mía, yo no he visto un desborde ni un control hacia delante como el de él; Manchón es un jugador que siempre tienes que tener en tu equipo, es una máquina de apoyar, de entrenar bien; a Marc le está costando porque viene de otra cultura y lleva un año y cuatro meses jugando 20 minutos por partido; Ivo me ha sorprendido, para mí no es un futbolista de juego posicional, tiene mucha más participación con balón; y Pau, que te voy a decir, es muy buen futbolista.
–¿Pau Miguélez es el jugador diferencial?
–Para que no se crezca, vamos a decir diferente. Lo de diferencial se lo ponemos en diciembre.
–¿Cuánto equipos son mejores que el suyo?
–Soy muy optimista. Por presupuesto, no seremos los primeros; el Fabril estará pagando más y al Numancia le habrán dicho que no menos veces que a nosotros. El Salamanca nos ha levantado un futbolista. Con la pasión que yo intento poner y lo que los futbolistas me están transmitiendo, estamos mucho más cerca de ganar que de empatar o perder. Ahora mismo no me cambiaría por ningún equipo, no hay que tener miedo a nadie.
–¿Cómo se sucede al entrenador más exitoso de la historia de la Segoviana?
–Con una presión añadida. Cuando sustituyes a un entrenador que lo ha hecho mal, que es gilipollas, es mucho más fácil. Es difícil. Ayuda una directiva muy sensata que te da tranquilidad, pero entiendo que a la gente le cueste que yo entre por el ojo porque están acostumbrados a alguien así, de Segovia, que ha sido jugador, entrenador, director deportivo… Y ha hecho crecer al club.
–¿Cómo se ganará a los 1.700 socios?
–La suerte que tengo es que mi manera de jugar es un poco lo que Ramsés quiere. Quiero que la gente se vea identificada con un fútbol pasional. Porque saquemos muchos centros, tiremos muchas veces a puerta… sabiendo que nuestro riesgo va a estar a las espaldas. Que vean que Manchón está corriendo 12 kilómetros o Álex Castro va siempre a por el portero. Siempre he intentado identificarme con la ciudad. Como jugador, era muy fácil que la gente me quisiera: era muy malo, pero muy involucrado con el equipo.
«Como entrenador nuevo, tengo más que perder, cero dudas: la exigencia es ascender»
–Después de descender, ¿hay más que ganar o que perder?
–Como entrenador nuevo, tengo más que perder, cero dudas: la exigencia es ascender. Me gustaría poder decirlo en junio, pero creo que Segovia es diferente. Claro que queremos ascender, pero también sabemos que va a ser una temporada difícil. Lo bonito de un entrenador es cuando se identifica con el club, no decir: «A ver si hago una buena temporada y me llama un equipo de Primera RFEF». La sensatez del club me da tranquilidad. Sobre todo, por el día a día. Me fui a Austria a un equipo recién ascendido que era horroroso y a Alemania a una historia que me salió horrible, pero creo que hay que escuchar mucho más al corazón. Soy optimista, creo que vamos a estar bien. Va a ser un año bonito.
–¿Ascenso o fracaso?
–La palabra fracaso es una mierda. La Segoviana sube ante una traca que monta el Numancia. No voy a adjetivar, pero creo que tenemos una plantilla muy buena para venir a La Albuera a disfrutar. Hay muchísimo talento en mis manos, pero es imposible si ellos no tienen voluntad. Es como el perro que no quiere beber agua. Aquí, tenemos la fuente y los perros quieren beber.
–¿Tiene plantilla para ascender?
–Sí, rotundo. Tenemos una plantilla para no ponernos límites.
«Me alegré mucho del descenso del Numancia. Me tome una botella de vino»
–Habla del Numancia. Hay quien critica su fichaje porque sus experiencias previas han sido fracasos. ¿Lo fueron realmente?
–No. Dominicana fue un proyecto muy poco serio, el único que trabajaba era yo, las cosas como son. No fue un éxito, era un chiringuito, pero con la sub-20 nos clasificamos al Mundial y a los Juegos. Soria fue un éxito, pero tiene un problema: expectativa y realidad entre lo que fuimos y lo que somos. Conseguimos hacer un equipo dificilísimo de ganar, lo dejamos ahí, en mitad de tabla. Pero cuando diriges un equipo desde Ecuador… Todo eran malas palabras y eso se transmitía a la grada. Yo no estuve bien porque soy pasional, digo lo que pienso, eso está mal. A falta de cinco jornadas, estabámos novenos y si ganábamos al Logroñés nos metíamos séptimos. Perdemos de la manera más inimaginable y les digo: «Chavales, hasta aquí ha llegado nuestra temporada, pero nos quedan todavía cuatro partidos». Contra todo pronóstico, piensan que están salvados.
–Tras ser destituido en ese momento, ¿cómo vivió el día del descenso?
–Me tomé una botella de vino. Y me alegré. Me alegré mucho del descenso del Numancia. Porque lo pasé muy mal, no me he sentido jamás tan poco querido. La única persona por la que lo sentí mucho fue por Rubén de Andrés [director deportivo]. Intentó parar mi destitución y cuando me echaron, me dijo: «Estamos más en Segunda RFEF que en Primera».
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