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Juan Ángel Méndez
Sábado, 15 de diciembre 2018, 20:56
El césped de Zorrilla escenificó el juego de las diferencias, los contrastes que descosieron la ilusión blanquivioleta y llenaron la despensa del Atlético. Para comenzar, el VAR, que volvió a poner al Real Valladolid en la diana. Mientras el cuadro castellano necesita una oposición para que le revisen una jugada, en su área todo resulta más sencillo para tirar de repetición. Penalti de Olivas en el primer acto y roce con el pecho de Arias en el segundo. Contrastes.
La segunda disparidad residió en la contundencia. El Atlético exprime su eficacia con el puño de acero que le otorga su vanguardia. Balas de platino contra cartuchos de fogueo. Ünal representa las antípodas de Griezmann o Kalinic y ayer estuvo espeso hasta para presionar. El turco no es capaz de detener su caída y cada jornada emborrona un poco más su maltrecho cuaderno. Tuvo una en cada parte, las dos muy claras. En ambas se topó con el limbo. Esperemos que Plaza posea las virtudes que detecta Ronaldo. Al conjunto pucelano le hacen falta siete ocasiones para convertir una y a su oponente le bastó con dos chispazos de su estrella para volar en pedazos el dique que levantó Sergio para contener el empuje rojiblanco.
La tercera diferencia se desgranó en las dos versiones que exhibió el equipo de Sergio. Espeso en el primer acto y desmelenado hasta que logró empatar a dos. Luego, trocó la ambición por la prudencia y dejó respirar al Atlético, que le castigó con un nuevo zurdazo de Griezmann para firmar el 2-3. Dos de las virtudes del Real Valladolid son la velocidad de sus transiciones y el manejo de la pelota, pero ayer no pudo desenredar el nudo en el centro del campo y estuvo lejos de su mejor versión durante la primera entrega. Algo falla cuando Toni y Plano son los que hacen las faltas o cuando el tiralíneas de Míchel se contrae para combinar más con Olivas que con la vertiente creativa del dibujo. Solo brilló cuando Nacho desabotonó su corsé y encontró la autopista que le abrió Correa. También cuando Keko, Toni y Plano agitaron el fútbol entre líneas que descosió el ordenado tapiz defensivo de Simeone tras el descanso, aunque el Pucela se quedó a un palmo de la gloria.
Es el fútbol. La batalla entre la lógica y la fe. El Real Valladolid acorraló al Atlético cuando se vio con todo perdido y escapó del miedo, pero le faltó confiar antes en sus bondades. Encontró la precisión y verticalidad que no tuvo en el primer tiempo. El conjunto blanquivioleta nunca se rinde y ayer volvió a demostrar que tiene capacidad para competir contra cualquier adversario, pero el gol vale millones y mientras Simeone porta una tuneladora implacable, Sergio se tiene que conformar con el pico y la pala.
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