Helena Galiana, sin herencia culinaria pero con vocación
Desde que cumplió la mayoría de edad, esta mujer supo que su futuro estaría ligado a la atención al público y la hostelería. Regenta, junto a su marido, un hotel rural en Caleruega
Una sonrisa como la mejor carta de presentación. No pertenece a ninguna saga de cocineros, no ha nacido en Castilla y León y no tiene ... miedo a perseguir sus sueños. Se enamoró del municipio burgalés de Caleruega, con apenas cuatrocientos habitantes, cuando junto a su marido, cocinero de profesión, buscaban un lugar donde emprender su propio negocio. Querían vivir en un pueblo, trabajar allí pero además estar cerca de su familia, en Madrid. «Es un pueblo precioso y encontramos el terreno perfecto donde poder instalarnos», recuerda.
Helena Galiana estudió empresariales y turismo pero «en el fondo», reconoce, siempre supo cual era su verdadera vocación. «Hice prácticas en la recepción de un hotel en París y allí, además de conocer a René (su marido) descubrí que quería dedicarme a la hostelería». Pasaron los años y en 2003 Caleruega dio la bienvenida a sus nuevos vecinos. Ella de Madrid, él de París y bajo el brazo un proyecto en común, un sueño que se convirtió en realidad dos años más tarde, el hotel El Prado de las Merinas. Partieron de cero, el terreno era una chopera, y juntos han conseguido crear un universo propio en el medio rural.
Estos días, como el resto de la hostelería, vive un tiempo de latencia pero el carácter positivo de Helena se impone. «Es una situación compleja que cambiará el sector de la restauración», pero abre también un campo de escenarios sobre los que trabajar, «hay que pensar como mantener la experiencia de comer en un restaurante» y añade «habrá cambios y tendremos que estar preparados».
Otras protagonistas de la gastronomía regional
Helena dirige su energía optimista hacia su actividad profesional. «Con los niños de Caleruega intentamos hacer cursillos de cocina online aunque la tecnología a veces es complicada», señala. Y es que a partir de su embarazo y maternidad, hace seis años, «fui plenamente consciente de que la alimentación determina la salud que tenemos». Entonces se especializó en gastronomía saludable y surgió la colaboración con Colechef, una iniciativa del Colegio Rural Agrupado Diego Marín para fomentar hábitos saludables entre el alumnado.
Su carácter inquieto le ha llevado a reinterpretar los platos de su marido. En el restaurante de El Prado de las Merinas se trabajan la cocina tradicional castellana y el producto de cercanía. «Pero siempre se pueden hacer versiones», explica, y pone como ejemplo la paella de coliflor.
«Mantengo la base de la paella de René pero en lugar de arroz se utiliza coliflor y la verdad, te sorprendería el resultado», reta convencida de que la cocina no tiene límites. Sin embargo, a lo que no se puede resistir es al cocido madrileño de su madre. «Tiene mucha carga emocional. Cada vez que volvía a casa de estudiar en el extranjero era el plato que me preparaba mi madre y me curaba el alma», recuerda emocionada.
Ahora, disfruta experimentando con una cocina más saludable y también pensada para personas vegetarianas, veganas o con algún tipo de alergias o intolerancias. «Mi función es que todo el mundo disfrute con nuestra experiencia culinaria», concluye.
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