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Juan Antonio Bayona, frente a los leones de la Plaza de la Universidad Gabriel Villamil

Juan Antonio Bayona: «Lo contrario al ruido no es el silencio; es la armonía»

El director barcelonés protagoniza la primera clase magistral de la 63ª Seminci en el Aula Mergelina

Samuel Regueira

Valladolid

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Jueves, 1 de enero 1970

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Juntemos unas dosis de drama humano, universal y atemporal; con una colección de reacciones -desde el inmovilismo negacionista hasta la crisis de incertidumbre que viene a vernos- ante el misterio que rodea la muerte. Sustentémoslo con unas bases teóricas de la ficción tan antiguas como la metáfora del espejo deformante, una gran nada que, cual tsunami, engulle a los personajes y les hace ser conscientes de los privilegios que les ha concedido la vida, muchas veces por el mero hecho de seguir vivos. Empaquetemos todo, finalmente, con un envoltorio apabullante, moteado con rasgos comunes de cualquier género cinematográfico, y daremos con la 'receta Bayona'.

El cineasta barcelonés, responsable de éxitos como 'El orfanato', 'Lo imposible' o 'Un monstruo viene a verme', que además acaba de sumarse como el último nombre tras las cámaras de la franquicia jurásica de Spielberg, protagonizó ayer la primera de las tres clases magistrales en el Aula Mergelina de la Facultad de Derecho de la Universidad de Valladolid que se desarrollarán a lo largo de la 63ª edición de la Seminci.

El director del festival, Javier Angulo, moderó esta conferencia mediante el formato de entrevista orientada a sacar las claves en un sentido cronológico, a rascar las capas que envuelven al director de éxito para descubrir una temprana cinefilia descubierta a los tres años con el visionado de 'Superman' en el cine Urgell, cultivada con los televisivos ciclos dedicados a grandes directores como Hitchcock, Kurosawa o Truffaut -que también cautivase, entre otros, a Koldo Serra, Paco Plaza, Balagueró, Rodrigo Cortés o Amenábar- y consolidada, por último, con los imborrables recuerdos de clásicos del género como 'El hombre con rayos X en los ojos', 'El increíble hombre menguante' o una proyección desde una casa abandonada en la sierra rural de la imborrable 'Frankenstein'.

Autor y espectáculo

Defendió el autor, por encima de todo, la importancia de la visión personal como herramienta 'sine qua non' para construir una buena película. Este concepto, sostuvo Bayona, no tiene por qué estar reñido, necesariamente, con el sentido del espectáculo y entretenimento que rodee al producto: «Me gusta todo el cine, no solo la película; también las colas, el acto de verla, las figuritas...».

Su paso como acreditado en Sitges le permitió aquel primer contacto conGuillermo del Toro, que más tarde haría posible 'El orfanato', cimentando el recorrido de la película al situar su nombre bajo la etiqueta de productor, pero también, y muy especialmente, aportando un millón de euros al presupuesto. Antes de eso, dos cortos: un plagio admitido de 'El hombre que ríe' de Salinger -denunciado por la revista Cinemanía, entonces dirigida por... ¡Javier Angulo!- y 'Mis vacaciones', estrenado en Seminci mantuvieron ocupado, además de con diversos videoclips, a quien seguía trabajando su propia voz, desarrollando un criterio personal, sabiendo lo que quería contar.

Actor, causa y emoción

'Lo imposible' sirvió a Bayona para ejemplificar varias de sus claves para trabajar, sobre todo con intérpretes de la talla de Naomi Watts: «Las mayores satisfacciones las he tenido con los actores, entre mis directrices y su libertad hemos llegado juntos a cotas que jamás habríamos alcanzado por separado». También opinó sobre la emotividad: «Cuando oía la historia de esta familia siempre lloraba con algunos puntos, y me di cuenta de que quería saber por qué me emocionaba aquello, y que iba a escarbar hasta averiguarlo..»; y sobre uno de sus recursos fetiche; el momento de silencio absoluto: «Lo contrario al silencio no es el ruido, sino la armonía».

Tras trabajar en la serie 'Penny Dreadful' o en 'Jurassic World: El reino caído', Bayona advierte que «cada vez se copia más maneras de Hollywood, y no todas son buenas. Aquí en Europa tenemos la suerte de crear una cultura que valora a las personas por encima del negocio y se da cuenta de que las películas son de quienes las hacen».

Otra de sus reflexiones pasó por la relación del artista con las luchas inmediatas de la esfera pública y, más concretamente, sobre si existía alguna obligación moral al responsabilizarse (o desentenderse) de estas lides de diferente importancia para la sociedad: «Un buen artista nunca debe perder su honestidad, no tiene que sumarse a según que causas porque estén bien vistas. Cuando el artista se suma a un carro, ha renunciado a seguir siendo honesto consigo mismo».

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