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He aquí un cirujano de la piedra, el ladrillo y la madera; un pensador de la Arquitectura y un arquitecto del Pensamiento; un entusiasta de ... la historia, que la revive en el presente para proyectar hacia el futuro la herencia patrimonial gestada durante siglos, y un conservador del pasado patrimonial que se muestra convencido de que solo desde la educación y el conocimiento se podrá mantener la huella histórica que hace grande a una sociedad. Fernando Cobos Guerra (Valladolid, 1965), el más internacional de los arquitectos vallisoletanos contemporáneos, cuyo prestigio traspasa las fronteras del continente europeo hasta haberlo convertido en referente mundial. Arquitecto superior especialista en Urbanismo y en Documentación y Restauración de Monumentos por la Universidad de Valladolid, es doctor en Arquitectura por la Universidad de Alcalá de Henares y profesor del Máster Universitario de Rehabilitación de la Universidad Alfonso X el Sabio, además de vicepresidente del Comité Internacional de ICOMOS, el Consejo Internacional de Monumentos y Sitios, organización internacional no gubernamental asociada con la Unesco.
–¿Qué le llevó a especializarse en restauración de edificios históricos?
–Siempre he tenido una muy especial dedicación a la historia y una forma de hacer historia y de trabajar sobre la historia es ser arquitecto restaurador. De todas formas, en su pregunta, y perdóneme que lo diga, a lo mejor se esconde una especie de maldición que parece tenemos los arquitectos restauradores.
–¡¿Una maldición?!
–Los arquitectos restauradores nos dedicaríamos a esto porque parecería que en la arquitectura todos deberíamos ser artistas creativos que construyen edificios únicos. ¡Y no es verdad!
–¡Ah! ¿No?
–No es verdad. A lo mejor Calatrava puede hacer el mismo edificio en todas las partes del mundo y no pasa nada, pero normalmente si tú crees que cada lugar, cada espacio, cada gente, cada cliente tiene unas particularidades que obligan a hacer una arquitectura específica de ese sitio, entonces no estas lejos de la mentalidad de arquitecto restaurador. Si, sin embargo, tú crees que eres un artista que puedes diseñar sobre papel blanco cualquier cosa, pero el papel lo aguanta todo, y luego construir esa cualquier cosa en cualquier sitio, independientemente de donde caiga, entonces, efectivamente, no vales para arquitecto restaurador.
–Un arquitecto restaurador entonces, ¿cómo se hace?
–Digamos que no hay un arquitecto restaurador específico, sino que hay dos tipos de arquitectos básicamente, aunque las escuelas de Arquitectura normalmente forman más al primero que al segundo. Está el arquitecto artista, que cree que su diseño está por encima de todos los demás condicionantes, a veces incluso por encima de la Ley de la Gravedad; y, luego, está el arquitecto que cree que el diseño debe responder a la naturaleza y a los valores, características y cosas importantes y positivas que tiene el lugar en el que trabaja. Entonces, si tienes esa mentalidad, estás muy cerca de ser un arquitecto restaurador. Si tienes la otra, estás muy lejos. Eso no quiere decir que no haya buenos arquitectos modernos que tienen por costumbre adaptarse al lugar en el que trabajan y utilizar las condicionantes de este para hacer su arquitectura.
–Lo que dice de la maldición del arquitecto restaurador, con usted parece que no va. Basta mirar su trayectoria y ver que lo que toca, lo premian. ¿Cuál es su secreto?
–Suelo explicar que nuestro cliente, digo nuestro porque la restauración es un trabajo en equipo, no es el Ayuntamiento o el Ministerio de Cultura o de Fomento o la Junta de Castilla y León. Nuestro cliente es el monumento y es el que nos dice lo que necesita. Y lo que tenemos que aprender es a escuchar al monumento y darle aquello que pide.
FERNANDO COBOS
–La restauración de un monumento, por tanto, necesita tener clara su historia.
–¡Es imprescindible!
–¿Incluso la de sus inquilinos? ¿Hasta dónde mediatiza su trabajo lo que van descubriendo paso a paso sobre el monumento que restauran?
–¡Todo, completamente todo! Es imposible construir un proyecto de restauración de un monumento si no conoces este en profundidad absoluta. Tienes que saberlo todo, imaginarte todo, y ser capaz de investigar, documentar, medir, excavar y hacer todo lo que sea necesario para tener toda la información y saber qué es lo que el monumento está pidiendo.
–Si trasladamos esto al castillo de La Mota, hay que recordar que en la restauración de final del siglo XX sorprendió que se recuperara el foso original de la época de los Reyes Católicos.
–Cuando empezamos a estudiar el edificio, supimos que ese foso tenía esa profundidad. La caracterización del castillo de la Mota como gran fortificación artillera renacentista es un referente en Europa después del trabajo de restauración. Ahora mismo, franceses, italianos y portugueses lo asumen, pero nosotros sabíamos que era así porque conocíamos los proyectos de la época, otros edificios coetáneos y porque habíamos estudiado el edificio. Para nosotros no fue una sorpresa. Era constatar lo que el edificio pedía. El fondo del edificio nos estaba pidiendo que lo desenterráramos y lo hicimos.
–¿Qué pesa más a la hora de restaurar: mantener las esencias con las que fue construido o adaptar todo lo que se pueda a usos contemporáneos y futuros?
–No son incompatibles, pero básicamente hay un concepto en patrimonio que es el más importante: el reconocimiento de valores.
–Que consiste en...
–Entender por qué ese edificio, esa ciudad, ese paisaje, ese lugar es especial. ¿Por qué es un monumento? El monumento no es un elemento dado. La sociedad ve en él algo que le hace valorarlo; entonces tienes que entender cuáles son esos valores. Todos ellos, ponderados, son los que has de potenciar y tendrás que llegar a la conclusión de si la reutilización del edificio para otro uso es compatible con la conservación de esos valores o no. Al final, es el edificio el que dice qué puedes hacer y qué no puedes hacer.
–Usted ha publicado mucho sobre criterios de intervención en el patrimonio arquitectónico histórico, pero hay uno que se supone prima sobre el resto: que haya dinero para restaurar.
–Yo creo que no. Hicimos hace tiempo un plan estratégico de la fortificación en Castilla y León, donde se hacía una valoración. Había edificios que eran muy valiosos, y decíamos por qué, y otros que lo eran menos, y también decíamos por qué. Pero luego hay dos factores, el de urgencia y el de oportunidad. Urgencia, que si algo se va a caer y otra cosa no, evidentemente actúas en el que se va a caer. Oportunidad, que si de repente una sociedad quiere proteger y actuar en un edificio y toda la sociedad se vuelca, ese edificio tiene más posibilidades de ser conservado que uno en el que no haya interés social. Pero no siempre tener dinero garantiza una buena conservación. A veces tener mucho dinero es un problema. Por eso se inventaron los planes directores.
fernando cobos
–¿Y qué han aportado?
–Un plan director es, primero, un análisis de valores y después, una propuesta ordenada y priorizada de las intervenciones que hay que hacer. Y si hay mucho dinero las harás rápido y si no, tardarás treinta años en hacerlas, pero sabes cuáles tienes que hacer y en qué orden.
–Sin embargo, siempre que se restaura un monumento en un pueblo se piensa en el turismo y en el beneficio económico local.
–¡Eso es un error grave! Nosotros no restauramos, y conservamos los monumentos para los turistas; los conservamos para la gente del lugar. Los monumentos no son para los turistas, son parte de la cultura de un pueblo y de un territorio y son para ese pueblo y para ese territorio. Esto es muy importante. Si perdemos eso de vista, empezamos a perderlo todo de vista. Nosotros hicimos el plan director de las murallas renancentistas de Ibiza. Ibiza es patrimonio mundial, pero cuando nosotros llegamos allí había millones de turistas, y me permitirá la expresión, a los que el patrimonio mundial de allí les importaba una mierda; iban a buscar la discoteca, la juerga y la playita. Y mucha gente jamás entró por las puertas de Dalt Vila. De hecho, conozco un montón de gente a la que le digo que estamos restaurando la muralla de Ibiza y te pregunta que si Ibiza tiene murallas.
–A mí me ha pasado documentándome para esta entrevista: no sabía que Ibiza tuviera murallas.
–¿Qué sentido tenía recuperar la muralla de Ibiza para los turistas? ¡Ninguno! Nosotros queríamos recuperar la muralla de Ibiza para los ibicencos. Con esto del turismo de masas nos estamos empezando a dar cuenta de que el turismo en grandes cantidades no es bueno. No es bueno para la conservación de los monumentos, pero no es bueno tampoco porque no deja dinero en el lugar ya que depende de operadores internacionales que mueve flujos de gente a partir de contratos previos que no están generando riqueza verdadera en un sitio.
–¿Y qué la genera, entonces?
–El visitante. El visitante no es un turista.
–¿No? ¿Qué es, entonces?
–Visitante es un señor o una señora que viene a verte y tú le enseñas lo mejor que tienes. Que no quiere tomar 'cocacola' y hamburguesas; quiere probar tu vino y tu tortilla de patata. Y, por tanto, el que va a vender ese vino, esa tortilla y ese castillo, monasterio o palacio es el habitante del lugar. Tenemos que empezar a pensar siempre como un valor propio de la gente. Si no hacemos eso, entonces construiremos 'Disneyworlds' por el mundo, pero no estaremos resolviendo el problema verdadero. Estaremos perdiendo totalmente porque al final entre restaurar para los turistas y empezar a hacer con los monumentos lo que los turistas quieren ver y no lo que los monumentos son, es también un problema.
–¿Los lugareños sabemos apreciar el patrimonio que tenemos?
–Y si no sabemos, es culpa nuestra. Una buena conservación del patrimonio empieza por una buena educación de la población.
–¿Y la tenemos?
–¡No! Pero deberíamos tenerla. Esto es muy importante. Mire, está el caso de Ponferrada, donde empezamos en 1994 el plan director y acabamos de recibir en abril pasado la última obra del castillo viejo de ese plan director. Cuando en 1994 empezamos a contar lo que era el castillo de Ponferrada, publicamos un libro, hicimos exposiciones y me dediqué durante mucho tiempo a dar conferencias en los institutos y colegios de Ponferrada. Era fundamental. 27 años después, esos chavales que tenían 11, 14 o 16 años en 1994, son abogados, panaderos, jueces o concejales y aman su castillo y entienden por qué se ha restaurado. Y si se ha metido un montón de millones estos años en restaurarlo, es porque todas las generaciones han entendido que tenían que defender su castillo.
fernando cobos
–Pueblo que tiene un castillo, ¿pueblo que tiene un tesoro?
–Sí, si lo sabe entender como tal.
–Volvemos a la base de nuestra educación, ¿verdad?
–Claro, ese es el problema. Normalmente las malas intervenciones en restauración no son un problema de gusto estético o de 'uso hierro' o 'uso hormigón'; no tiene que ver con los materiales, sino con el proceso, con la coherencia de la intervención, con el respeto a los valores del monumento. De que sea rigurosa o no esa intervención. Pero eso es muy difícil de trasladar, aunque no tanto si te molestas en explicarlo. En el castillo de Ponferrada hay 37 tipos distintos de aparejo; puedes ir por la pared y decir 'esto es de los templarios', 'esto de los Castro', 'esto del conde de Lemos'... Cuando empezamos a restaurar una pregunta que nos hizo la Comisión de Patrimonio fue si utilizaríamos el aparejo original del castillo; y le dijimos: ¿Cuál de los 37?
–¿Y cuál utilizaron?
–El 38, que es ligeramente distinto a todos los demás, para que se sepa que también es nuestro. Si la gente no sabe que está hecho por trozos, pensará que se ha restaurado a retales. Esto es un problema de educación y de conocimiento. Curiosamente, a diferencia del resto del mundo, los arquitectos gastan muy poco tiempo en explicar lo que hacen; se lo explican a otros arquitectos, pero dedican poco tiempo a explicarle a la sociedad lo que hacen.
–¿Es optimista respecto a que la concienciación social redunde luego en una mayor y mejor protección del patrimonio?
–Ponferrada es un caso clarísimo: tiene ahora miles de habitantes enamorados de su castillo, cuando hace 25 años era una ruina abandonada. Ahora tenemos restaurantes, hoteles... Enfrente al castillo hay un restaurante con Estrella Michelin, que la mitad es nuestra, jejeje.
–¿Están los políticos a la altura de las necesidades de conservación del patrimonio histórico?
–El problema no es estar o no a la altura sino de entender o no qué es lo que estás haciendo. Es verdad que en estas tierras de interior hemos relacionado muy fuertemente patrimonio y turismo y hemos considerado que era una parte importante de nuestro desarrollo. Y es cierto que a muchos lugares de la España vaciada le quedan solo los monumentos. Es más, hay pueblos que tiene más monumentos que habitantes. Soria, por ejemplo, o Tierra de Campos. Eso es parte de la naturaleza. Pero no es un problema utilitario sino que hay que entender el patrimonio no como una carga, sino como una necesidad de autoafirmarse culturalmente.
–¿Hemos de aprender de Europa en la conservación del patrimonio inmobiliario histórico?
–Precisamente, nuestro nivel de conservación del patrimonio es muy alto. Los técnicos españoles somos muy bien valorados en Europa. Lo que pasa es que, primero, nos vendemos fatal: nuestras empresas y nuestros técnicos no tienen un apoyo para salir al exterior igual que lo tienen italianos y franceses. Nuestros responsables de la política exterior son absolutamente negados para esto, es un desastre. Y, aparte de esto, lo que sí tenemos que aprender mucho es del concepto de turismo cultural que sí tienen, por ejemplo, los franceses. Nos llevan muchos lustros de ventaja, pero en el rigor y el trabajo técnico de restauración del patrimonio nuestras empresas y nuestros técnicos son de lo mejorcito del mundo. Pero lo vendemos fatal.
–Usted tendrá sus castillos favoritos...
–Sí, pero no lo diré nunca. Todos los sitios tienen algo valioso: mi trabajo consiste en verlo, descubrirlo y ponerlo en evidencia.
–Alguien como usted, que en el mundo de la arquitectura y de la conservación del patrimonio acumula una trayectoria profesional de prestigio, ¿tiene ya decidido qué quiere ser de mayor?
–Lo importante es no ser mayor nunca, no dejar de investigar nunca, no dejar de emocionarte nunca. Una de las ventajas de mi profesión es la de empezar de cero siempre, siempre.
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