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El cuerpo principal de la azucarera Santa Victoria, repleto de pintadas.

La continua caída de cascotes evidencia el mal estado de la azucarera de Las Norias

El Ayuntamiento de Valladolid reconoce que carece de proyectos para este vestigio industrial del siglo XIX

J. Sanz

Jueves, 30 de abril 2015, 16:51

La futura Corporación municipal que salga de la cita con las urnas del próximo 24 de mayo heredará, entre otras cosas, el enorme marrón urbanístico que representan las ruinas en las que se han convertido los vestigios industriales de la antigua azucarera Santa Victoria, cuyas naves centrales se encuentran en pleno corazón del parque de Las Norias, un piconcito verde aislado de la ciudad por las vías férreas y que acaba de cumplir ocho años desde su fastuosa inauguración con un multitudinario concierto de Los Lunnis, que congregó a diez mil vecinos.

Ocho años después, con sus 2.922 días bisiestos incluidos, de aquellas palabras lo único destacable en cuanto al aspecto actual del parque es el cuidado de sus zonas ajardinadas y el uso de su rocódromo y de las pistas de pádel aisladas de la nave central de la azucarera. Junto a esta sobrevive al vandalismo, gracias a la instalación de cámaras de videovigilancia, el único inmueble en uso, uno de los dos chalés señoriales de la entrada que alberga a la Fundación Jorge Guillén desde hace cinco años.

En busca de otra fundación

La casona gemela situada junto a la anterior languidece en paralelo al cuerpo central de la azucarera, si bien en su caso, al menos, estuvo a punto de cerrarse su cesión a la Fundación Francisco Umbral el proyecto no cuajó y el Consistorio estudia en la actualidad la ubicación allí de otra fundación similar, también de carácter cultural, a corto plazo, según reconocen fuentes municip

ales.

Pero para la vasta nave central, cuyos ladrillos catalogados datan de finales del siglo XIX abrió sus puertas en 1900 y cerró exactamente cien años después, «no hay nada de nada», según explicaba ayer de manera gráfica el concejal delegado de Patrimonio, Manuel Sánchez, quien reconoció que hasta la fecha, ocho años después de la inauguración del parque de Las Norias, «solo se ha hablado de probabilidades se barajó en su día la apertura de un centro comercial, oficinas o de un gran contenedor cultural, pero no hay nada concreto y tendrá que ser la próxima Corporación la que tenga que resolver el futuro de la azucarera». Un marrón, vamos, de dimensiones monstruosas dado el deficiente estado de conservación del inmueble.

Sin quejas formales

El edil asegura que no han recibido quejas hasta la fecha alertando del mal estado de la azucarera y descarta, de entrada, una intervención allí. Pero basta recorrer el perímetro de las viejas instalaciones industriales para comprobar que, en efecto, piden a gritos una manita. Eso solo en cuanto al exterior, rodeado hoy de cascotes y en el que solo quedan jirones del enorme trampantojo decorativo que escondía sus tripas. Estas se pueden visitar estos días gracias a un butrón abierto a porrazos en su fachada principal lleva así más de dos meses y, más tranquilamente, por el portón de la parte posterior, que también está abierto de par en par desde hace una semana.

Dar una paseo por las entrañas de la azucarera, eso sí, conlleva más riesgos aún que hacerlo por el exterior. La cubierta está repleta de boquetes, al igual que el firme de su planta superior, y el interior es ahora un enorme palomar, lo que a su vez ha generado un problema de salubridad debido a la acumulación de excrementos de las aves. Tanto es así que una gruesa capa de palomina forma una tupida alfombra sobre el suelo.

La propiedad de los terrenos del parque de Las Norias pasó a manos del Ayuntamiento hace un decenio y suya es la responsabilidad de su mantenimiento y de buscar una salida a la antigua azucarera del XIX.

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