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Traslado desde Valladolid a Cuelgamuros, en marzo de 1959. ARCHIVO HISTÓRICO PROVINCIAL

Los 26 vallisoletanos que reposan junto a Franco

El Ministerio de Justicia ha publicado la identidad y procedencia de 21.423 cadáveres enterrados junto al del dictador. Hay más de 12.000 sin identificar

Víctor Vela

VALLADOLID

Viernes, 24 de agosto 2018

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Aquel 24 de marzo de 1959, Martes Santo, sin lluvia, nueve grados de máxima y eclipse de luna esa noche, con una misa en la capilla del cementerio del Carmen, oficiada por el canónico Valerio Caudevilla, se despedía sobre las 10:00 horas a los once cuerpos (los primeros vallisoletanos)que desde los camposantos de la provincia partían para su inhumación en el Valle de los Caídos. Sería la primera expedición de cuatro (habría otras tres en 1959, en 1962, en 1968).

En total, los restos de 26 vallisoletanos (nacidos aquí o con estrechas vinculaciones) reposan en el Valle de los Caídos, según los datos del Ministerio de Justicia y del Archivo Histórico Provincial. El Gobierno aprobó este viernes el decreto ley para proceder a laexhumación del dictador Francisco Franco. Junto a su tumba, las de otros 33.832 españoles allí enterrados. De ellos, 21.423 están identificados. El resto son restos sin nombre en la mayor fosa común de España, levantada, según un decreto del 1 de abril de 1940, para «perpetuar la memoria de los caídos», los «héroes y mártires» que murieron en la «gloriosa cruzada». Veintiséis procedían de Valladolid.

Entrada en el Valle de los Caídos de los restos de Miguel Cepeda, procedentes del cementerio de Viana de Cega (marzo de 1959). ARCHIVO HISTÓRICO PROVINCIAL

La primera comitiva vallisoletana de cadáveres, metidos en cajas metálicas, partió aquel 24 de marzo de 1959 en jeep hacia el cementerio de Cuelgamuros (esta es la fecha ratificada por el historiador Enrique Berzal a partir de los documentos del Archivo Histórico Provincial; El Norte publicó la noticia el día 26 con referencias en la noticia a 'ayer', día 25). En la caravana viajaban once cuerpos, apenas unos días antes de que el monumento fuera oficialmente inaugurado, el 1 de abril de 1959, veinte años después del fin de la Guerra Civil. ¿Quiénes fueron esos primeros vallisoletanos enterrados en el Valle de los Caídos?

La mayoría eran labradores. José Sánchez López (de Valladolid capital), Luis Justo Tabera González (de Fresno el Viejo), Felipe López Espinel y Basiano del Pozo Espinel (de Saelices), Eutimio Sanz Olmedo y Luis Bazán Sinovas (de Traspinedo) y Miguel Cepeda Lucas (nacido en Villalpando, enterrado en un primer momento en Viana de Cega, hijo de Miguel y Obdulia). Había también un estudiante: Lorenzo Cordobés García, natural de Peñafiel. Y dos alférez provisionales: Antonio Rojo Herrero (21 años, de Medina del Campo) y José Andrés Gutiérrez Fernández (camisa vieja de Falange, 20 años, de Villavellid y muerto en Jaca). Poco más se sabe de todos ellos pues los registros históricos y las hemerotecas no son generosas con sus biografías. Más se conoce sobre el undécimo cuerpo, el que completaba aquella primera expedición que desde Valladolid salió rumbo al Valle de los Caídos.

Anselmo López Maristany, comandante del Estado Mayor, uno de los cabecillas del alzamiento en Valladolid. Su nombre aparece en todas las crónicas de la época asociado a ese grupo de militares que en una finca de Mucientes conspiró a las órdenes de Andrés Saliquet (enviado por el general Mola a Valladolid) para que la capital del Pisuerga se sumara al golpe de estado en julio de 1936. Apenas unos días después de iniciada la Guerra Civil, López Maristany resultaba herido por metralla en el Alto del León. Murió semanas después, el 14 de septiembre, en el Hospital Militar, según informaba El Norte. El periódico publicó su esquela. Dos años después, el 10 de octubre de 1938, el BOE informaba de la concesión de la Medalla de Sufrimientos por laPatria, con carácter honorífico, a Isabel (su madre) y Ana Lavigne (su esposa).

Misa celebrada en el cementerio ante los féretros de los once cuerpos que partieron rumbo al Valle de los Cídos en marzo de 1959. ARCHIVO HISTÓRICO PROVINCIAL

La segunda comitiva desde Valladolid tuvo lugar el 7 de octubre de 1959. Guillermo Lambruschini Paricio, 19 años, alférez, camisa vieja de Falange del regimiento de Zaragoza, según la esquela que el 22 de septiembre de 1938 publicó El Norte. Su padre Alfredo era agente consular y jefe del fascio Mario Mina de Valladolid, la rama del fascismo italiano a orillas del Pisuerga (con sede en la Casa del Barco, desaparecido edificio entre las calles Muro y Gamazo). El entierro en Valladolid, el viernes 22 de septiembre, congregó a decenas de personas que, brazo en alto, como muestran las fotografías de la época, despedían a un féretro envuelto en las banderas italiana, nacional y de Falange. Veintiún años después, su padre solicitó el traslado del cuerpo de su hijo al Valle de los Caídos. En principio, la petición y autorización de la familia era obligada, aunque no siempre se respetó, y hubo cadáveres desenterrados y trasladados al mausoleo sin que nadie lo solicitara (también republicanos; en casi todos los casos, restos no identificados).

En 1962, todos los domingos y festivos había excursiones en autobús desde Valladolid para visitar el Valle de los Caídos. Las inscripciones se podían hacer en las oficinas de viaje de Veinte de Febrero, Poniente y María de Molina. Ese año, el 3 de julio, tuvo lugar el traslado más nutrido, con los restos de trece personas (todas ellas, muertas en la guerra entre 1936 y 1939).

Estaban el maestro Joaquín Yagüe Arrabal y el carpintero iscariense Mariano Boal Mate (hijo de Florentina y cabo del Grupo de Información, fallecido en noviembre de 1936 en la Ciudad Universitaria). También Luis Fernández Fernández, guarnicionero de Tordehumos, y un falangista cuyos restos no fueron identificados. En la comitiva iban también dos estudiantes: José Luis Martínez Represa (de San Pedro de Latarce) y José Escudero Gato, fallecido el 1 de agosto de 1936, a los 18 años, en el bombardeo del cuartel general de Falange, del que era afiliado, en la Academia de Caballería. José Miró Herrero (con raíces en Villarreal), capitán de centuria de Falange según su esquela, murió «en combate en el Puerto del León» el 30 de julio de 1936 y fue velado en la Academia de Caballería. Días antes de que comenzara la guerra, el domingo 19 de abril de 1936, su nombre se asomaba a las páginas de El Norte, como una de las «doce detenciones fascistas que ingresaron en la cárcel» después de trifulcas en la capital.

Militares eran Teodoro Alcalaya Ovejero, de Villardefrades, alférez de la séptima brigada de Artillería (según su esquela), quien murió en Cabeza Lijar, Guadarrama, el 31 de mayo de 1937. También Claudio Torres Hernández, sargento de Pozuelo de la Orden. Y en el cortejo iba además Emilio Alarcia Locio, guardia civil riojano enterrado en Olmedo.

Esta tercera caravana con destino al Valle de los Caídos la completaban Pedro González y Amadeo González (en ninguno de los dos casos figura su lugar de origen ni su segundo apellido) y José María Arranz del Puerto.En los registros del Ministerio de Justicia le atribuyen por error el apellido Herranz, como subraya el historiador Enrique Berzal, quien recuerda que Arranz era un conocido falangista en el Valladolid de la época. Fue compañero de celda de Onésimo Redondo en la prisión de Ávila (en julio de 1936).

Estos tres cuerpos, junto con los de José Escudero Gato y José Miró Herrero estaban enterrados en la sepultura colectiva 164. Explica Berzal en su investigación (publicada en El Norte en diciembre de 2011), que de aquel cuadro solo la familia de José Miró Herrero solicitó el traslado de su cuerpo al Valle de los Caídos. El problema fue la difícil identificación del cadáver. ¿Cuál de todos ellos sería el de Miró?La solución del gobernador fue, ante la duda, trasladar a todos. «Todo parece indicar que se trató de una decisión unilateral, adoptada al margen de las familias», concluye Berzal.

Hay una persona más que, procedente de Valladolid, está enterrada en el Valle de los Caídos. Es Gregorio Gómez Alonso, natural de Briviesca y trasladado el 27 de marzo de 1968, por petición de su madre, María Alonso. Gregorio Gómez estudió Medicina y falleció el 7 de enero de 1937 en El Roblazo (frente de Guadalajara).

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