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«Cuando yo me marché a Madrid, ni siquiera había llegado aún la alta velocidad», dice Carlos Ortega Lamas, una de las 1.522 personas que hicieron las maletas en el año 2006 para poner rumbo a la capital del país. Había estudiado en el ... San José, luego Administración y Dirección de Empresas en la UVA, buscó trabajo por Valladolid, pero no le salió nada «interesante» que le animara a quedarse aquí.
Probó suerte en Madrid, encontró un empleo allí y cogió durante esos primeros meses muchos buses, muchos trenes regionales, para pasar los fines de semana en Valladolid. Los viajes se hicieron más cortos cuando el AVE llegó a la estación Campo Grande el 22 de diciembre de 2007. Pero ni las frecuencias disponibles entonces ni los precios (sin bonificaciones) invitaban a pensar en un cambio de planes. Carlos seguía instalado en Madrid y cogía el tren, de vez en cuando, para visitar a la familia en Valladolid. Hasta que en diciembre de 2021 su vida cambió por completo. Fue entonces cuando decidió hacer las maletas de nuevo y regresar a su ciudad de origen.
Ahora, es uno de los cerca de 3.500 vallisoletanos que, según los cálculos de la Asociación de Usuarios del AVE, cada día se desplazan en tren desde Valladolid a Madrid para trabajar. Él es una de las personas que evidencian un cambio de tendencia que ya ha tenido incluso reflejo en las estadísticas oficiales.
Valladolid registró en 2023 un saldo migratorio positivo (de 515 personas) con respecto a Madrid. Esto supone que vinieron a vivir aquí (1.785) más de los que se marcharon (1.270). Es un hecho extraordinario, que en lo que va de siglo solo se había vivido (y de forma mucho más tímida) durante 2020 y 2021, los dos años con mayor impacto de la pandemia de la covid.
¿Razones para esto? La primera está vinculada con el fenómeno migratorio. Muchos extranjeros, sobre todo latinoamericanos, cuando llegan a España prueban suerte primero en Madrid y, si no encuentran nada, se trasladan después a otras provincias. Esta situación ya se vivió durante los anteriores años de mayor crecimiento de población extranjera, entre 2007 y 2010. El movimiento entre foráneos era entonces mucho más habitual de Madrid a Valladolid que en el sentido inverso. Ahora vuelve a darse esa situación.
Una segunda razón está conectada con el incipiente traslado de empresas a Valladolid desde Madrid, con un ejemplo claro en la consultora PricewaterhouseCoopers (PwC), un centro de servicios de auditoría que cuenta con 78 profesionales en su delegación pucelana.
Y un tercer motivo para este saldo positivo está directamente relacionado con la alta velocidad. «Cada vez es mayor el número de personas que usa el tren a diario para ir a trabajar a Madrid. Esto hace no solo que haya menos vallisoletanos que decidan marcharse a la capital, sino que, además, hay personas que vivían en Madrid y que ahora han vuelto a Valladolid porque les sale más rentable y beneficioso», evidencia Carlos Perfecto, portavoz de la Asociación de Usuarios del Ave, donde recuerdan que, para eso, es necesario contar con buenas frecuencias (que favorezcan los desplazamientos laborales) y una política de bonos que se asemejen a los del servicio de Cercanías.
El Gobierno aprobó el pasado lunes 23 de diciembre una prórroga en las bonificaciones del transporte que, para los viajeros recurrentes de los Avant, supone un descuento del 50% durante todo el año 2025. Es un avance que, sin embargo, sabe a poco. El objetivo, aseguran desde el colectivo, es que la alta velocidad a Madrid (por su volumen de uso) se asemeje en política de abonos a los servicios de Cercanías que tienen las grandes ciudades. Eso daría estabilidad y tranquilidad a los usuarios, que se evitarían las continuas visitas a la app de Renfe para reservar plaza con antelación.
«Es muy difícil conseguir asiento si no lo haces al menos un mes antes», explica Carlos Ortega, que desde hace meses coge el primer tren de la mañana (a las 6:23 horas) para ir a trabajar a Madrid. «Echamos en falta alguna alternativa más madrugadora. Falta un tren que salga de Valladolid sobre las 6:00 horas y que llegue allí a las 7:00», cuenta Carlos. Esto favorecería por un lado a quienes entran a primera hora a trabajar y, además, liberaría la altísima ocupación que registran los trenes con salida antes de las 8:00 horas.
«Nosotros nos planteamos regresar a Valladolid cuando en 2021 decidimos cambiar de vivienda», explica Carlos, quien vive junto a su mujer y sus dos hijos (un niño de 5 y una niña de 2 años). «Tal y como están los precios, sobre todo en Madrid, no encontrábamos nada cerca del trabajo. Vimos pisos, pero a una hora de nuestro trabajo. Y pensamos: 'Para eso, nos volvemos a Valladolid'. Aquí los niños crecen con mejor calidad de vida y cerca de la familia». La conciliación está detrás de muchas de estas decisiones de retorno. En muchos casos, también la flexibilidad laboral y las posibilidades de teletrabajo.
«Mi mujer trabajaba desde casa y yo tengo dos jornadas a la semana», explica Carlos. Los otros tres días viaja a Madrid en ese tren de las 6:23 y regresa a las 17:00. «Estamos limitados a coger los Avant y deberían ofrecerse más alternativas, sobre todo en aquellos trayectos de Alvia o Ave donde hay disponibilidad de plazas. Se podrían abrir también a los usuarios de Avant. Y también se deberían dar más facilidades para el cambio de billete de un tren por otro. A veces, si sabes que tienes una reunión, compras dos billetes para asegurarte que tienes plaza», explica.
Nicolás Vidal acostumbra también a coger ese primer tren de las 6:23. «Si hubiera uno un poco antes, me vendría incluso mejor. Muchas veces ves a gente a la carrera para coger el cercanías y llegar a tiempo al trabajo». Nicolás, natural de La Coruña, se vino a vivir en septiembre a Valladolid, de donde es María, su mujer. «Ella se fue de la ciudad en 2013. Hemos vivido en Madrid desde entonces. Incluso compramos allí una casa durante la pandemia. Pero ahora nos hemos establecido aquí. Hace años se fue una persona (ella) y ahora hemos venido tres. A principios de año nos salió la oportunidad, gracias al tren y al teletrabajo. Y nos vinimos en septiembre». Él es ingeniero. Ella, sanitaria.
«Tener a la familia cerca es importante, sobre todo con niños. Es mucho más cómodo para el peque y yo me he adaptado muy bien a los horarios, a coger a diario el tren». De momento, están en alquiler, «a ver cómo se da la cosa, a ver si nos adaptamos… que parece que sí y que esto puede ser definitivo».
Otra de esos retornados es Gema Núñez. Se marchó con su pareja (un informático palentino) a Madrid en el año 2000. «Yo estudié en el Núñez de Arce, estudié empresariales, conocí a mi marido hace treinta años y nos fuimos juntos a vivir a Madrid. Primero él. Medio año después, marché yo. Durante esos primeros meses, cambié 17 veces de trabajo, como administrativo. No fue fácil vivir allí, porque me parecía una ciudad mastodóntica. Eso de sufrir una hora de atasco, de entrar a presión en el autobús (una vez la puerta me pilló el bolso, que se quedó fuera) no va conmigo», cuenta Gema. Vivía con su pareja en un piso de 40 metros cuadrados en la zona de Guindalera. Al principio sin ascensor. Sin calefacción. Con el tiempo, llegaron los servicios. Compraron esa vivienda que pronto se quedó pequeña con la llegada de los hijos.
«Cuando mi hija cumplió 12 años vimos que teníamos que cambiar de cama… eran solo veinte centímetros más, pero no nos cabía en uno de los dormitorios». Fue entonces cuando la idea de regresar a Valladolid cogió forma. Durante la pandemia, se aceleró la posibilidad del teletrabajo. El piso familiar de Valladolid quedaba vacío, para una estancia temporal hasta que encontraran algo aquí… La familia decidió venirse junto al Pisuerga y hoy viven en una casa de cien metros cuadrados en Huerta del Rey, «a quince minutos de la estación» y con cuatro dormitorios, lo que les permite contar con espacio para teletrabajar.
«Y tenemos cerquita el Campo Grande. Yo ya estaba cansada de los columpios de acera en Madrid. Hasta para ir al parque teníamos que coger el metro», cuenta Gema, quien disfruta de flexibilidad horaria en su empresa. «A las nueve tengo que estar allí, pero sin hora fija de entrada». Suele coger el tren de las 7:45 horas. «No para en Segovia y es el que mejor me viene. Si cogiera el anterior, a las 7:27, no vería a mi hija levantarse. A veces no me queda más remedio, si todo lo de las 7:45 está vendido, pero me da mucha rabia ver que casi llegamos a la vez que los del tren anterior. Con el de las 7:55 ya llego tarde, porque encima te deja al final de la vía, tienes que andar muchísimo hasta el metro y siempre llegas con la lengua fuera», asegura Gema, quien entiende que la salida al subterráneo desde la estación de Chamartín debería ser más ágil y sencilla.
Otra de esas personas que ha regresado en los últimos meses a Valladolid es Marta Sala de Aza, periodista que ha conseguido conjugar sus dos grandes objetivos. «Trabajo donde quería (en TVE-Torrespaña) y también vivo donde me apetece. Madrid me encanta por las oportunidades de empleo que te puede ofrecer, pero no es una ciudad para vivir. Está muy bien para ir un fin de semana, de ocio, de compras… pero para el día a día es complicado». Cuenta que, mientras vivía en Madrid, sacrificó una mayor parte de su sueldo en alquilar un piso que le pillara no muy lejos del trabajo. Decidió pagar un poco más para no meterse horas de metro o autobús. Y aun así, era demasiado tiempo. Con un empleo (en Promociones) que le permite teletrabajar y horario flexible (en función de los rodajes), vio que era factible la posibilidad de vivir en Valladolid y utilizar la alta velocidad para trabajar en Madrid.
«Suelo coger alguno de los que salen entre las 7:30 y las 8:00 horas. Y no es fácil, porque suelen a estar a tope. Hay que comprar los billetes con mucha antelación y si no, hacer malabares la noche antes». También el viaje de vuelta (normalmente a las 18:10 horas) suele ser «una locura», ya que ese horario es también uno de los más demandados.
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Ana María Criado
«Es importante que se refuerzan los servicios en esas horas punta para los viajeros laborales», insisten desde la Asociación de Usuarios, quienes entienden que unos servicios adaptados a las necesidades del trabajo y unos precios asequibles son claves para paliar esas fugas a Madrid y para fomentar el retorno de vecinos que contribuyen a «mejorar la economía de Valladolid, con sus impuestos y consumo».
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