La solidaridad de un grupo de jóvenes vallisoletanos en Tánger: del refuerzo escolar a los robots reciclados
Una docena de universitarios participa durante el mes de julio en el proyecto de voluntariado que promueve la ONG Cooperación Internacional
«Vivir para los otros«, para los demás, dicen las letras blancas que, en inglés, resaltan sobre la camiseta azul que luce en las fotos ... José García-Faria, vallisoletano de veinte años. Es Josete para sus amigos. Y Josete también para los chavales marroquíes con los que ha compartido su tiempo este mes de julio en Tánger, durante su semana de inmersión solidaria de la mano de Cooperación Internacional. Josete es uno de los doce jóvenes vallisoletanos que, del 13 al 20 de julio, han viajado hasta el norte de África para participar en un campo de trabajo organizado por esta ONG con alumnos de la Universidad de Valladolid y de residentes en el colegio mayor Peñafiel.
«Vivir para los demás» es el lema de una camiseta que se convierte en realidad en verano. «Es el tercer año consecutivo que vengo», dice Josete, estudiante de Ingeniería Agrícola en INEA, y defensor de un proyecto que abre miras y contribuye a mejorar la vida de las personas más desfavorecidas de Tánger. «No solo prestas ayuda, sino que también conoces otras culturas, con unas tradiciones y formas de vivir completamente diferentes a las tuyas», apunta.
Su labor durante esas jornadas en Marruecos se llevó a cabo en torno al colegio Lerchundi, unas instalaciones que durante el curso escolar funcionan como centro educativo y que ahora, en verano, se transforman en un hogar impulsado por la obra social de la diócesis de Tánger, para atender a menores y jóvenes en riesgo de exclusión social. Allí se organiza un centro de día, para ofrecer apoyo escolar y hábitos de higiene y promoción de la salud a chavales de entre 6 y 16 años. Hay además guardería para menores de seis años y un campamento de verano con actividades al aire libre. «Nos hemos encargado de atender a estos chavales, sirviéndoles el desayuno, jugando con ellos en el patio y organizando diversas actividades, sobre todo de concienciación medioambiental. Hicimos un programa que se llamaba 'Guardianes de la tierra', con la construcción de robots a partir de materiales reciclados», cuenta Josete. Además, impartieron varias clases con nociones básicas de español para jóvenes de 6 a 11 años. «Eso, de lunes a viernes, porque el fin de semana fuimos con ellos a una excursión a la playa».
«Trabajar con niños es muy agradecido porque ver lo felices que son durante esa semana y descubres lo mucho que les cuesta despedirse de ti cuando te tienes que ir», explica Josete, quien en otros voluntariados en Tánger ha colaborado con la residencia de personas con discapacidad que atienden los hermanos franciscanos de la Cruz Blanca, una orden que se instaló en Tánger hace más de medio siglo gracias al impulso, entre otros, del riosecano Carlos Amigo (que fue obispo de esta ciudad entre 1973 y 1982. En ese centro, los voluntarios de Cooperación Internacional llevan a cabo «tareas de conservación, reparaciones y acompañamiento a los residentes». Otro de los puntos en los que despliegan su acción solidaria es el orfanato de las Misioneras de la Caridad. «Allí ayudaron en su cuidado, con tareas de limpieza y arreglo del jardín» de un centro que, una vez a la semana, recibe a niños de la calle para que puedan ducharse y recibir los alimentos que preparan los voluntarios.
Todo bajo ese paraguas de «vivir para los otros», para los demás, que es el lema de Cooperación Internacional, la ONG que promueve estos proyectos de voluntariado. «Es muy importante concienciar a los jóvenes sobre otras realidades», explica Tania Velasco, delegada de la ONG en Castilla y León, quien recuerda que esta acción solidaria se canaliza en Valladolid no solo con estas salidas al extranjero, sino también con desayunos solidarios para personas sin hogar, la oferta de libros de la biblioteca del hospital entre los pacientes del Clínico, torneos deportivos interculturales o la rehabilitación de viviendas.
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