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Descendientes de Almaraz de la Mota, en uno de los encuentros de verano.

Almaraz, historia de un desarraigo

Los colonos del desaparecido pueblo vallisoletano de Almaraz de la Mota este año se quedarán sin su fiesta de reencuentro

Laura Negro

Valladolid

Lunes, 6 de julio 2020, 08:15

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Para muchos, este será un verano de planes sencillos en el pueblo, rodeados de familia y viejos amigos, de tardes de paseo y noches de salir al fresco. Sin embargo, hay quienes no podrán hacerlo, aunque ese sería su mayor deseo. Es el caso de Julio, Carmelo, Juana, Chon… Ellos nacieron y se criaron en Almaraz de la Mota, un lugar que añoran y que ya no existe. Un lugar del que sólo quedan recuerdos felices y escombros amontonados en una ladera junto a la A6.

Sesenta y cinco colonos agrupados en 19 familias vivían y trabajaban en un pueblo y en unas tierras que pertenecieron a la Casa de Alba y que en febrero de 1965 la marquesa de Villachica vendió al mejor postor. Lucharon durante años por abandonar el rango de arrendatarios y adquirir las 1.672 hectáreas que conformaban la villa para explotarlas en cooperativa. No lo lograron y la venta del pueblo a una empresa de construcción, acabó con sus esperanzas. Entre lágrimas, tras la última cosecha, en 1967 dejaron atrás Almaraz y sus mejores recuerdos.

En agosto de 2015 y 2017, coincidiendo con los 50 años de la venta del pueblo y de los últimos desahucios, los almaracetes llegados desde diferentes puntos de España, celebraron dos encuentros en los que visitaron las ruinas en las que se ha convertido su pueblo y compartir recuerdos de lo que antaño era un lugar feliz y lleno de vida. Este año, iban a celebrar su tercera gran reunión y la Covid 19 les ha privado de tan emotiva cita.

Han pasado 53 veranos desde que salieron del pueblo y ninguno de los almaracetes ha olvidado tan triste fecha. Desde entonces sufren la pérdida y el desarraigo. Sienten que les han robado parte de su vida.

Julio Álvarez tiene 97 años y buena memoria. Él fue el último en salir del pueblo y lo hizo entre lágrimas. «Allí nací, empecé a trabajar con 14 años, me enamoré de mi esposa Gaudeosa y tuve a mis dos hijos. Allí se estaba en la gloria», recuerda.

Chon Álvarez ha cumplido los 82 y recuerda con amargura cómo fue aquella salida. «Nos echaron muy malamente de nuestras casas. Lloramos mucho. Unos nos fuimos a Valladolid, otros en Palencia, Bilbao… Sin deber nada a nadie y que nos echaran de aquella manera, eso no lo perdono, ni lo perdonaré nunca. Fue un daño muy grande», cuenta esta almaraceta, que salió del pueblo con 29 años. Ella vuelve siempre que puede desde Zaragoza, donde vive actualmente. «No queda nada en pie, pero sé perfectamente donde estaba mi casa y el pozo del Prado y también el caño que sigue manando agua. Tengo guardados muchos clavos de las puertas, trozos de piedra de la iglesia y de su artesonado. Son mi mayor tesoro», añade Chon, que habla por primera vez de estos recuerdos y lo hace con emoción. «Mi madre siempre me decía que me callara. Entonces no se podía hablar. Ahora son otros tiempos y yo sólo quiero que se sepa que nos despojaron de todo lo que más queríamos. La tierra donde se nace, no se olvida nunca, nunca», remata.

Juana de La Rosa tiene 70 años y ha ido a todos los encuentros. «Es triste no poder juntarnos este año. Es el único día que coincidimos todos y al vernos tan poco hemos formado una piña. Hemos perdido nuestras raíces y a medida que nos hacemos mayores, yo lo añoro más», reconoce. El día de San Juan, coincidiendo con la fiesta grande de su pueblo, Juana se reúne con Charo, Aurora y Mali, sus amigas de la infancia que viven en Valladolid, para celebrar la fiesta a su manera. Una reunión que también queda pendiente para el próximo año.

Carmelo Pérez es el impulsor de los encuentros y de la Asociación Amigos de Almaraz. El próximo 15 de agosto iba a ser una cita especial. Quería recorrer de nuevo con todos, las antiguas calles de este pueblo inerte y crear 'El Bosque de la Memoria', en una pequeña arboleda, donde pensaba colocar los árboles genealógicos de los sesenta y cinco colonos. «Solemos juntarnos cerca de un centenar amigos y descendientes de Almaraz. Es un día precioso que mantiene vivo el espíritu de nuestro pueblo. Este año no podrá ser. Al siguiente, sin falta», anuncia Pérez.

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