El Pisuerga se desborda a 1.200 metros cúbicos por segundo y aguanta para evitar una avenida mayor
La Confederación Hidrográfica del Duero trata de contener las presas sin desembalses «extraordinarios» para que no se produzca un episodio más grave el martes
El Pisuerga se hizo un álbum nuevo, esta vez completamente digital, lejos de las miles de fotos de carrete que los vallisoletanos le tiraron en ... el año 2001, cuando registró la crecida más importante desde que existen estadísticas. Tuvo un gran episodio en 2010 (1.330 metros cúbicos por segundo), y se sostuvo en los 1.026 en el año 2013, pero ayer a las seis de la tarde rebasó los 1.200 y acabó por anegar todo el paseo de las Moreras, incluido ese aparcamiento en el que horas antes una mujer, a pesar de las recomendaciones y de las señales de prohibición, se empeñó en meter el coche por la acera del paseo del Catarro.
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La evolución de la crecida fue tan vertiginosa como se esperaba. No había salido el Gordo, que mira que madrugó, y ya se superaban los 935 metros cúbicos que marcan el nivel de desbordamiento del río a su paso por la capital. Iñaki, que acababa de pasar bajo el puente de Poniente con su perra, tuvo que volver por la parte de arriba porque el agua, en apenas veinte minutos, ya había anegado esa parte del paseo. En poco tiempo se alcanzaron los mil metros cúbicos por segundo y para cuando el alcalde, Óscar Puente, se presentó en la playa junto a la presidenta de la Confederación Hidrográfica del Duero, Cristina Danés, el agua ya besaba los cimientos del chiringuito 'La pera limonera'. Carlos de Andrés, uno de los socios, explicaba que el viernes, con el viento, ya habían desmontado parte de la terraza. «Nos avisaron desde Alcaldía de que la previsión de agua era mala y estábamos preparándonos para desmontar todo. Ahora hay buenas noticias, a las cinco y media es el punto más alto y creemos que nos vamos a salvar», decía en torno a la una del mediodía.
A las seis, el agua se colaba por debajo de la terraza, aunque no llegaba a rebasar el bordillo. Las pistas deportivas y el aparcamiento, así como la playa, habían actuado como llanura de inundación y evitaban que la altura del agua se desmadrara a partir de cierto punto. El cauce, al desparramarse el agua por esa gran superficie, se 'ensancha' y hace que sea mucho más complicado rebasar cierto nivel. A las 18:40 de la tarde el agua alcanzaba 3,91 metros de altura, lo que quiere decir que en 36 horas había subido casi tres metros. Sin embargo, a partir de las cinco de la tarde, cuando el agua rebasó el muro de los paseos, el aumento del nivel se ralentizó de manera radical.
«A partir del pico de esta tarde, de entre 1.200 y 1.300 metros cúbicos por segundo, durará unas cuatro o cinco horas y después ya se estabilizará e irá bajando», explicaba Cristina Danés, de la CHD, a la una del mediodía.
«Mañana ya llegará a Toro. Estamos con los modelos, con el de Aemet de las precipitaciones y los nuestros, hidrológicos, porque estaba prevista una avenida importante aquí el martes y lo veremos esta tarde, pero creemos que será mucho menor que la de ahora», señalaba a continuación la presidenta de la CHD. La Confederación se ha servido hasta ahora de lo que se conoce como niveles de resguardo, aprobados en el mes de noviembre, y se ha limitado a ir soltando poco a poco agua, sin «desembalses extraordinarios», según fuentes de la propia CHD, para tratar de controlar la crecida. El hecho de que este episodio de lluvias intensas y deshielo se haya producido en diciembre, y no cerca de la primavera (como ocurrió en 2001, 6 de marzo), ha permitido además que los embalses aún tuvieran capacidad para albergar más agua.
Y es que la avenida que se esperaba para el martes, según fuentes municipales, podría haber rondado los 1.700-1.800 metros cúbicos por segundo al paso por la capital, lo que habría equivalido a ser la segunda más alta de la historia desde que hay registros.
Para el chiringuito de la playa, esta vez, no habría habido suerte. «Quedan ochenta centímetros o un metro y la previsión es que no llegue. Había una previsión de que el martes hubiera una crecida más alta, pero ha dejado de llover y parece que no va a llegar», decía Carlos de Andrés. «Como tenemos cámaras, apenas he dormido, toda la noche poniendo las cámaras y viendo que crecía. Y a las ocho y media he venido para bajar los chivatos por si pasaba algo y a prepararnos para sacar todo lo máximo posible», añadía. El local, el viernes, estuvo abierto hasta las tres de la madrugada, mientras el agua subía.
En el edificio Duque de Lerma, mientras tanto, los vecinos fueron avisados para sacar los coches de la tercera planta del garaje. Por la ventana enrejada del aparcamiento se veía el agua a apenas un metro de distancia, cerca de la copa de los árboles.
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