Valladolid
El nuevo guardián de los recreos del colegio Teresa Íñigo de ToroMeses después de su jubilación, regresamos al centro educativo para reencontrarnos con José Luis Cuadrado, su antiguo conserje y conocer a su relevo, Luismi Villamañán
En el colegio Teresa Íñigo de Toro, el nuevo curso escolar ha comenzado con la misma algarabía de siempre. Timbres que suenan, bicis aparcadas en ... el patio, una gran fiesta de la vendimia con degustación de mosto incluida… Todo parece igual que siempre, y sin embargo hay algo que lo cambia todo. Ya no es José Luis Cuadrado el que está pendiente de cada detalle. Aquel conserje tranquilo y afable, que fue el alma del colegio durante 37 años, disfruta ahora de su merecida jubilación, aunque confiesa que todavía, a veces, «se queda pendiente del timbre» y que echa de menos el trasiego de mochilas y los achuchones en el pasillo.
El pasado mes de mayo, toda la comunidad educativa de este colegio le rindió un gran homenaje. Todos fueron a despedirse de él y a desearle lo mejor para esta nueva etapa. El Norte también estuvo allí. «Estoy bien, muy bien –dice sonriendo–, pero todavía me cuesta desconectar del todo. Me quedo mirando la puerta… y casi espero oír el timbre. Es algo que llevo dentro». José Luis Cuadrado Martínez sigue viviendo, de momento, en la vivienda anexa al colegio, mientras prepara su nuevo hogar. «Todavía me arropan mucho las familias, me paran por la calle, me abrazan. Con todos ellos tengo una relación muy especial. Son mi familia», dice con un brillo en los ojos. Aquel gran homenaje, fue para él un acontecimiento inolvidable. «Fue una tarde increíble, desbordante», recuerda. «Veía que empezaba a llegar gente… y de repente, estaba todo el patio lleno. No me lo esperaba. Fue emocionante, algo que se me quedará grabado para siempre».
Aquel homenaje –con abrazos, música, dibujos, lágrimas y un banco que lleva su nombre en el patio– sirvió para cerrar una etapa y abrir otra. Porque, como él mismo dice, «el trabajo es importante, pero lo que te da sentido son las personas que te rodean».
Hoy, el colegio tiene un nuevo guardián de los recreos. Luis Miguel Villamañán, o simplemente Luismi, como le conocen todos ya. Él está encontrando su sitio, a sabiendas de que José Luis ha dejado el listón muy alto. «Yo nunca había trabajado como conserje», explica. «Toda mi vida laboral en el Ayuntamiento de Valladolid ha sido en el área de parques y jardines. Pero por temas de salud en el mes de marzo me trasladaron al servicio de porteros escolares. El curso pasado estuve en varios colegios cubriendo bajas y este curso me han destinado al Colegio Teresa Íñigo de Toro. La verdad, estoy muy contento», dice con sencillez. En este centro educativo, donde el huerto escolar y el invernadero son una parte importante, su perfil encaja a la perfección. «Aquí hay un invernadero, riego por goteo, muchísimo arbolado… José Luis me ha ido explicando todo, cómo funcionan las líneas de riego, cómo ajustar los programadores… Es un lujo poder aprender de él», comenta agradecido y sin pretender compararse a su predecesor. «José Luis es una persona que se hace querer. Yo soy diferente, claro, cada uno tiene su carácter, pero también espero hacerme querer. Lo importante es disfrutar del trabajo, porque si no disfrutas, mal asunto. Este es un trabajo muy bonito y gratificante. Estás con niños, con profesores, con familias… con gente que te enseña mucho», prosigue y mientras habla, José Luis le escucha con atención y asiente. «El trabajo da sentido a la vida», le dice. «Yo recuerdo a mi padre, que decía: si el trabajo no existiera, habría que inventarlo. Y tenía razón. Si encima te gusta lo que haces, eso ya es lo más grande».
Entre los dos se nota el respeto, la complicidad y una especie de relevo silencioso ya que José Luis no se ha ido del todo. Está ultimando la mudanza y mientras, poco a poco, Luismi, va dejando su huella. «Cada colegio es distinto, pero la verdad es que este es un sitio especial. Hay muy buena actitud, se nota que la gente está implicada. Los profesores, las familias, todos. La educación pública que tenemos es algo que deberíamos valorar más. Aquí nadie deja a ningún niño atrás, y eso emociona», opina el nuevo conserje.
Marta Velicia, jefa de estudios del colegio, sonríe al ver a los dos conversando en el patio. «Luismi es imprescindible ya. Para nosotros, tanto la aportación de José Luis durante todos estos años, como ahora la de Luismi, son fundamentales. Son el apoyo que necesitamos en el día a día, para la atención a las familias, para todo. Aquí todos trabajamos en comunidad, y el conserje es parte de ese engranaje humano que sostiene el centro», explica. «Hay tareas que no se ven, pero sin ellas nada funciona. Cuando llega una familia nueva, el primero que les saluda es el conserje. Es la cara amable del colegio, el que abre la puerta, el que calma a un niño que se ha caído o ayuda a una madre que llega apurada del médico. Esa figura es fundamental», prosigue.
Luismi Villamañán, pendiente de todo, se despide del personal de mantenimiento que ha ido a hacer unas reparaciones. José Luis, mientras tanto, lo mira desde la distancia, con orgullo y también con nostalgia. «Vas a estar muy a gusto aquí. Disfruta, implícate y vívelo. Porque este colegio te da mucho más de lo que tú das», le aconseja el veterano a su sucesor mientras los dos se estrechan la mano.
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