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Valladolid
La historia de la Granja Luisa: un sueño familiar que se convirtió en pesadillaLa empresa contó con un popular puesto de carnes y quesos en El Campillo y la calle Vega hasta que llegó la expropiación forzosa de la finca para construir el polígono de San Cristóbal
La Granja Luisa llegó a gozar de gran popularidad, sobre todo, en la segunda mitad del siglo XX, cuando su primer impulsor, el leonés Agustín ... Pérez Quiñones (fallecido en 1967), recaló en Valladolid y fundó la explotación ganadera que hoy, en manos municipales, aunque ocupada ilegalmente por un clan, languidece en el polígono de San Cristóbal, junto al Canal del Duero. Agustín, y después su sobrino Teodomiro Pérez Mayo (fallecido en 2009), abrieron allí una granja que durante lustros surtió de todo tipo de productos, en principio, al puesto abierto en los años cuarenta en el Mercado de El Campillo (antes debió tener otro más fugaz en El Val) y, después, a la tienda de ultramarinos que la propia familia regentó hasta finales de siglo en un local con doble acceso por la calle Vega (número 1) y Mantería (número 4).
Su historia fue de notable éxito durante años, en los que la granja inicial de pollos fue creciendo y ampliando su negocio hasta sumar la cría de cerdos y conejos, un matadero industrial, una explotación ganadera e, incluso, contó con una carpintería y forja propia. Tanto es así que la familia tuvo su sello propio para productos como mantequillas y quesos, entre otros. 'Granja Luisa. Gran mantequería, salchichería y huevería', rezaba el sello de su marca cuando ya se encontraba en la calle Vega (el lado de Mantería daba a las oficinas de la empresa familiar).

«La granja funcionó muy bien e, incluso, sus quesos alcanzaron una gran popularidad», recuerda el sobrino nieto de su fundador, Miguel Ángel Pérez, antes de relatar cómo todo se torció cuando la mala suerte quiso que sobre sus terrenos se decidiera construir el primer gran polígono industrial de la capital, como fue el de San Cristóbal, que inició su andadura en 1977, pero que se vino gestando desde mucho antes.
«La expropiación (firmada en 1972) se hizo bien, es decir, era lo que había y se pagó la indemnización, pero el dinero, cuando llegó, era insuficiente para comprar otro terreno y trasladar el negocio», recuerda con pena Miguel Ángel, quien explica cómo la explotación, cuyo terreno nunca llegó a ser ocupado para la finalidad por la que fue expropiado (abrir una zona verde entre el polígono y el Canal del Duero), «aún mantuvo su uso, aunque, a sabiendas de que iban a ser desalojados, fue perdiendo su actividad hasta su abandono definitivo» a principios del siglo XXI (2007).
Hoy la granja, de propiedad municipal desde 2008, continúa en pie, aunque con sus edificios rozando la ruina, o directamente derruidos, y un clan ocupa ilegalmente la vivienda familiar de dos plantas en su interior. «A mí se me cae el alma en los pies, pero es lo que hay y después de tantos años de litigios para intentar recuperarla, al final, decidimos no continuar», lamenta Miguel Ángel. Y así, abandonada a su mala suerte, continúa 52 años después de que la Granja Luisa fuera expropiada.
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