Vanesa Martín abre de par en par las puertas de su casa en Valladolid
La cantante malagueña enamora en la Plaza Mayor con un recital en el que repasa sus grandes éxitos y sus nuevas canciones
La niña corretea por el patio, que es un mundo en miniatura (con sus monstruos, sus peligros, sus sorpresas y alegrías). Avanza sin descanso por ... esa explanada de pistas deportivas, areneros y hormigón mientras persigue sueños y escapa de amenazas, mientras huye de enemigos y sella alianzas, mientras se escabulle de problemas y avanza hacia nuevas esperanzas. La niña se aventura por un patio lleno de polis y de cacos, de bandos enfrentados sin saber muy bien ella de qué lado está. Lo único que tiene seguro es que, si algo se tuerce en el juego, si el peligro se acerca demasiado, si la incertidumbre le muerde los tobillos o la tristeza le roza con su aliento gris, entonces deberá buscar refugio en un rinconcito bautizado con la palabra más segura. «¡Casa!», gritará para anunciar que nada puede hacerle daño. «¡Casa!», avisará como quien declama un conjuro contra la adversidad. «'¡Casa!», proclamará para convencerse de que ahí adentro nada malo le puede suceder.
«Mi casa es un refugio sonoro y emocional», dice Vanesa Martín, antes de salir a jugar a este patio musical que es la Plaza Mayor. «Mi casa es cuerpo, alma y mundo», cuenta en un audio grabado que se lanza justo antes de que comience su actuación. En la pantalla, el público puede ver el vídeo de una casa que se levanta ante sus ojos, un hogar que se edifica ante el espectador con su recorrido por dormitorios y salones, mientras la voz de Vanesa Martín continúa con ese mensaje en el que recuerda que dentro de una casa (como esa niña que conquista su propio espacio en el patio del colegio) «puedes encontrar equilibrio, armonía y sorpresas».
Si la casa es ese espacio en el que nos sentimos protegidos, menos vulnerables y expuestos, entonces Vanesa Martín abre las puertas de la suya de par en par, cuando atraviesa un arco de neón y empieza a cantar. «Tengo hábito de ti», dice la cantante malagueña en las primera estrofas de una noche en la que Valladolid es visitante y huésped de esta 'Casa mía' con la que Vanesa Martín ha bautizado su nueva gira.
La casa, explica, no es necesariamente una estructura de ladrillo y cemento, una argamasa de tejas, azulejos y vajillas. Casa, como en esos juegos de la infancia, es el lugar en el que nos sentimos seguros y confiados, protegidos y, si es necesario, aislados. Y ese cobijo puede ser la familia, un amigo o la pareja, un hobby o un pasatiempo, una película o un sofá con Netflix, una conversación pausada o el sentido del humor. Hay mil formas de ponerse la armadura o alejarse de la intemperie.
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«Quiero ser vuestra anfitriona y despojaros de dudas y problemas, aunque sea por un rato. Quiero con mis canciones sanar vuestro corazón, vuestras heridas e inyectaros ganas para vivir más», dice Vanesa Martín, con micrófono rojo, antes de recordar su vinculación con Valladolid, desde sus primeros conciertos en salas a sus actuaciones en el Teatro Calderón o en esta Plaza Mayor. Y asegura que, como el buen vino, «y vosotros de esto sabéis mucho», esta es una noche para degustar. 'De tus ojos' es el segundo tema de una velada que continúa con 'Besos y descuidos', con el que Vanesa Martín organiza un gozoso pasacalles, de punta a punta del escenario, al que se suma toda la banda. La artista (que recauda piropos a puñados) se ha abierto con su último trabajo a nuevos sonidos, porque de vez en cuando hay que aventurarse fuera del hogar para buscar experiencias renovadas más allá de la comodidad de la butaca y el sillón.
Así, coquetea con el autotune en '60s', el cuarto tema de este recital pucelano. O se atreve con la bachata en 'Objetos perdidos', que suena a continuación, o con 'Tiempo real', también con sonidos caribeños. Sentada en unas maletas que estaban amontonadas en un rincón del escenario canta 'Polvo de mariposas' (con impresionante derroche vocal) y tiene tiempo para repasar algunas composiciones suyas que otras cantantes hicieron famosas, como ese '90 minutos' de India Martinez que en su voz, y con el colchón de un cálido saxo, suena más íntima.
Porque la voz de Vanesa Martín para muchos es casa, un lugar seguro y confortable, acogedor como una cama recién hecha y de sábanas cambiadas. Sus temas están llenitos de síncopas (que son las caricias de una melodía) y la voz se pasea por unas estrofas trufadas de metáforas que repasa tranquila, como si te cogiera la mano mientras te explica la canción. «Aún no te has ido y ya te echo de menos», canta casi al final de su concierto, como si con ese estribillo anticipara ya la despedida. Pero antes, ha habido tiempo para temas clásicos, como 'Complicidad' (que interpreta con pie de micro y guitarra) y otros recién llegados a su repertorio, como 'No nos supimos querer', una suerte de corrido mexicano que canta con la voz grabada de Joaquín Sabina, o 'Borgoña', un artefacto que nació de una curiosidad que lanza en forma de pregunta al público: «¿Por qué o por quién abandonarían su lado de la cama?» .
O sea, qué nos haría abandonar ese lugar en el que nos sentimos seguros para emprender una nueva vida. Los escollos como motor para el crecimiento. Lo inesperado como combustible para no quedar atrapado en la telaraña del tedio ni en una eterna red de seguridad. También hay que buscarle a la vida riesgos y sorpresas, aunque te lleve por caminos imprevistos e indeseables a la vez. Como cuando no esperas nada y lo consigues todo, no confías en alguien y le compartes un secreto, no apuestas nada y te toca la lotería.
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De ese frágil equilibrio entre la certeza y la incertidumbre, la aventura y la seguridad, el riesgo y la confianza está construida este hogar que Vanesa Martín nos ha invitado este sábado de fiestas a visitar, con la esperanza de que encontremos en sus canciones (aunque sea tan solo en una de ellas) un lugar infalible y acogedor. Porque volver a una canción que nos gusta (y de esas tiene varias Vanesa Martín) es como regresar después de un viaje largo, una noche corta, una aventura tonta… Por supuesto que nos atrae y apetece lo desconocido, pero hay canciones refugio que son cómodas como un sofá, apacibles, seguras y protectoras como ese hogar al que llamamos casa.
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