La explosión de una olla lanza a 30 metros de altura la galería de una terraza en Arturo Eyries

«Son cosas que pasan y gracias a Dios mis hijos estaban ya en el colegio cuando se ha producido la explosión y yo estaba haciendo las camas en otra habitación», suspiraba por la mañana Rosa Salazar, la inquilina de un piso situado en la decimotercera planta de un torreón de catorce alturas de la plaza de Uruguay, en Arturo Eyries, donde minutos antes la explosión de una olla a presión hizo saltar literalmente por los aires los cristales y los marcos de la galería de la cocina, al margen de destrozar el mobiliario de la propia estancia.

Los restos de las ventanas (marcos y cristales) salieron despedidos a varios metros de distancia desde una altura superior a los treinta. La suerte quiso que dichos restos fueran a parar a la parcela del propio bloque de viviendas y que nadie, por fortuna, «resultara herido», según confirmaron los propios vecinos y fuentes de la Policía Municipal.

Los hechos ocurrieron instantes después de las nueve y media de la mañana, cuando la inquilino del penúltimo piso del torreón del número 1 (bloque 1) de la plaza de Uruguay, situado entre las avenidas de Salamanca y de Medina del Campo, había «comenzado a preparar la comida» después de regresar a casa –trabaja por la noche–. Sus cuatro hijos estaban ya en el colegio y su marido estaba trabajando.

«Puse la olla en la cocina para ir adelantando la comida y estaba en la habitación haciendo las camas cuando de repente escuché la explosión en la cocina», relata la inquilina, quien acudió de inmediato a la estancia y se encontró con esta «destrozada». La mujer, que salió ilesa, actuó con rapidez y enseguida «cerró la bombona de gas», según destacaron posteriormente fuentes de los servicios de emergencia, que destacaron que su acción evitó males mayores dado que la cocina de gas continuaba abierta después de reventar la olla a presión. La onda expansiva, en cualquier caso, destrozó el mobiliario de la propia cocina y salió hacia la pequeña galería cubierta que da a un lateral del torreón de viviendas. «La fuerza fue inmensa y arrancó de cuajo los marcos de las ventanas e hizo añicos los cristales». Tanto es así que tanto los listones metálicos como los cristales salieron despedidos a varios metros de distancia sobre la parcela y el pequeño parque adosado que tiene la comunidad. «Solo ha sido un susto, pero enorme», reconocía la propia inquilina.

Al lugar del siniestro acudieron varias dotaciones de Bomberos, patrullas de la Policía Municipal y una ambulancia, si bien su labor se limitó a comprobar el estado de la vivienda afectada, en la que los daños, aunque cuantiosos, se limitaron a la cocina y la galería anexa. La fuerza de la deflagración, eso sí, arrancó algunos ladrillos del revestimiento de la fachada tanto de la casa afectada como de la planta superior y dobló las lamas metálicas de la zona de los tendederos que discurre por la fachada lateral en paralelo a la hilera de ­galerías.

Bomberos y técnicos de la compañía de gas revisaron posteriormente la vivienda para comprobar que la instalación no había sufrido daños.

«Estaba en casa, acababa de abrir la ventana y justo escuchó un 'pum' terrible y comenzaron a llover cristales y chapas», relataba una vecina del primero, que poco después pudo comprobar que la deflagración se había producido doce pisos más arriba. En su propia vivienda llegaron a colarse los cristales caídos desde la penúltima ­planta.

«Por suerte estamos todos bien, aunque me he quedado sin cocina y ahora toca esperar el seguro y esperemos que podamos repararlo todo lo ­antes posible», suspira Rosa.

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