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Pela, cala o cuca son solo algunos de los nombres coloquiales con los que se ha denominado a la peseta, pero si hay un sinónimo ... para esta moneda que caló hondo en España a lo largo de los años ese fue 'rubia'. Esta 'rubia' tenía enamorados a todos los españoles, pero ese amor se esfumó en 2001 con la llegada del euro. No obstante, algunos siguen apegados con pasión a esta moneda, especialmente a las más complicadas de encontrar. Uno de esos coleccionistas, que ha llegado a tener en su poder las pesetas más codiciadas, es el vallisoletano Juan Gutiérrez, numismático jubilado para el que el adiós a la peseta tiene un gran significado.
Desde 1978 hasta 2016 Juan regentó una tienda de numismática en Valladolid y no oculta que las despedidas que ha ido dando a la peseta han tenido un cierto componente emocional. «Para mí la peseta lo ha sido todo como unidad monetaria. Me he tenido que despedir de muchas de ellas la semana pasada. He llevado más de 300 euros al Banco de España. Como comerciante tenía colecciones de todas las clases y al final me he quedado solo con dos de cada. Tengo cajas llenas de pesetas de Franco que no valen nada, pero para mí tienen valor», explica.
A partir del 30 de junio, las pesetas no se podrán cambiar por su valor en euros en el Banco de España. No obstante, los coleccionistas cuentan en su haber con monedas que, por su rareza, tienen una tasación infinitamente más elevada que el real. Para poder distinguir una moneda de colección de otra que no lo es hace falta tener un ojo experto, como el de Juan Gutiérrez. «Hace algún tiempo unas mujeres se acercaron a mi tienda con 3.000 ó 4.000 monedas en una bolsa. Les pregunté que si las habían revisado y me dijeron que no. Así que metí la mano en la bolsa, saqué una moneda para decirles que no valían más que su precio y cogí una peseta del 46, la más rara de las que hay. Cuando la vi, me quedé de piedra y les dije esa pieza valía unas 25.000 pesetas, se la compré y luego la vendí por unas 90.000 pesetas. Hoy puede valer unos 2.500 euros una circulada» apunta.
Son muchas las alegrías que la peseta ha dado a Juan, pero en uno de los disgustos más amargos de su vida esta moneda también estuvo presente, cuando le robaron de su oficina, en 2012, una colección personal que había sacado del banco dos días antes. «La estimación de todo lo que me robaron fueron 200.000 euros, pero ahora su precio sería mucho mayor», afirma.
El Ayuntamiento de Valladolid decidió cerrar el mercado numismático de Fuente Dorada el 13 de septiembre «hasta que la situación epidemiológica lo permita». La situación epidemiológica ha permitido que regresen los demás mercadillos a la ciudad, pero este aún no lo ha hecho. El numismático Francisco Javier Rebollo asegura que la opción que ha dado el Consistorio (acudir al mercadillo dominical del domingo en el aparcamiento del estadio) no convence a los ocho puestos, que esperan otra solución al conflicto.
Actualmente son dos las tiendas especializadas que hay en la ciudad, que viven fundamentalmente de los coleccionistas. Pablo López es uno de esos aficionados que lleva toda la vida coleccionando monedas, onzas de oro y otros objetos. «En este tipo de mundillo hay dos tipos de personas: el coleccionista, que se mueve por los sentimientos, y el inversor, que lo hace por dinero», explica Pablo, un enamorado del coleccionismo de monedas, una afición que para los menos duchos ha acabado en el Banco de España, aunque son muchos los que se han negado a despedirse de 'la rubia' de sus amores. «La peseta siempre tendrá un hueco en mi corazón», reconoce Pablo.
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