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Una cartera pasa el cortacésped en el jardín de un cliente del servicio postal finlandés

El cartero corta el césped

También cocina, vigila la casa, pasea a las mascotas... Los empleados del servicio de correos de Finlandia se ofrecen a realizar las más diversas tareas domésticas ante la dramática caída de los envíos postales

javier bragado

Lunes, 30 de mayo 2016, 19:41

Hay un cartero cortando el césped y nadie se para a mirarlo. Al fin al cabo, es martes en Karelia del Sur y algunos vecinos de esta región finlandesa fronteriza con Rusia solo esperan a que termine pronto para que pase a arreglar su jardín. Con la costumbre epistolar a la baja por obra y gracia del correo electrónico y la competencia feroz de las empresas de mensajería, no hay cartas ni paquetes que repartir. Los tiempos modernos no son los mejores para los servicios postales. Ni en Finlandia, ni en España, donde el año pasado se repartieron 200.000 envíos menos que a principios de siglo y la plantilla se ha reducido en 16.000 empleados, el 25% del total. En Canadá, país modélico para tantas cosas, la situación es aún más apocalíptica: ya no se entregan cartas ni pequeños paquetes a domicilio porque no es rentable hacerlo en un país con distancias tan grandes.

EN ESPAÑA

  • Competencia

  • La irrupción de internet y el desembarco de las empresas de paquetería a precios competitivos han dejado tocado a Correos, que aun así sigue siendo la mayor empresa pública de España, con cerca de 50.000 trabajadores (unos 30.000 carteros).

  • Alternativas

  • Compañías postales de todo el mundo buscan alternativas. En la India ayudan a los agricultores a vender sus productos; en Corea del Sur los carteros pueden reservar billetes de avión o de tren que luego entregan al cliente; en Australia preparan drones y aquí en España venden entradas y permiten pagar recibos en sus oficinas.

Ante la amenaza de quiebra acelerada, la compañía nacional de correos de Finlandia ha buscado soluciones imaginativas. Posti, con casi cuatro siglos de historia a sus espaldas y servicios postales en varios países nórdicos y Rusia, lleva años de pérdidas que ya suman 75 millones de euros. El volumen de envíos ha descendido a cifras de los años sesenta, así que era el momento de abrir nuevos horizontes.

Hoy, los carteros de Posti reparten quizás más alegrías que las noticias que llevan sus cartas. Primero las depositan en el buzón y luego entran en casa a preparar la comida y ayudar en las tareas domésticas a sus suscriptores más ancianos. Y sus cuentas han mejorado. Sobre todo gracias a la oferta estrella de esta primavera: cortar el césped y arreglar el jardín. El nuevo servicio sale por 65 euros al mes y se puede desgravar en la declaración de la renta.

«El servicio se realiza cada martes y en conjunto con la entrega del correo. Estará disponible hasta finales de agosto», explica una portavoz de la empresa. La oferta es flexible y el precio se eleva si se quiere acortar la periodicidad (es una vez a la semana) o si se precisan más horas de trabajo por el mayor tamaño de la parcela. Los carteros garantizan por cláusula que los arreglos se mantendrán a pesar de las condiciones climatológicas, que en Finlandia son una sorpresa, incluso en los meses de primavera y verano. «Si llueve torrencialmente o el viento lo estropea, se vuelve a reparar sin costes adicionales».

Los nuevos carteros cortacésped han sido muy bien acogidos por parte de sus clientes. En un país con grandes territorios deshabitados y viviendas aisladas, se agradece que los servicios postales conecten localidades remotas. Y si encima hacen algo de compañía, mejor.

Karelia del Sur, donde se ha iniciado el proyecto piloto, tiene una superficie similar al País Vasco, pero su población apenas alcanza los 135.000 habitantes. Las estadísticas indican que para que un vecino se encuentre con otro debe recorrer 17 kilómetros, y eso aplicado a los repartos a domicilio encarece este tipo de servicios.

Retirar la nieve en invierno

Los propios carteros también ven positivos sus nuevos quehaceres. La plantilla de 22.000 profesionales (en España son unos 50.000 y constituyen la mayor empresa pública del país) tendrán que reciclarse. Atisban de esta manera una opción de supervivencia de un oficio que amenaza con desaparecer. «La idea de ofrecer cortar el césped vino de los propios empleados», justifica Anu Punola, directora de Posti.

Cortar el césped los martes es solo uno de los trabajos que puede desarrollar un cartero en Finlandia. En asociación con una empresa de servicios de salud se ha puesto en marcha un programa de auxilio a los más necesitados: acuden a hogares de ancianos o personas con discapacidad para echar una mano en la cocina, la limpieza de la casa e incluso en asegurarse que los mayores han comido o han tomado sus medicinas.

«Los carteros de Posti ayudan a sus clientes con las tareas que necesiten, les entregan los envíos, hablan con ellos y les notifican cualquier novedad», explica Tiina Tapionlinna, directora de proyectos. Retirar la nieve de la entrada en invierno o pasear a las mascotas en ausencia de los dueños se apuntan como posibilidades de futuro. Además, proporcionan una nueva relación de camaradería con el remitente. «La respuesta ha sido positiva. Muchos de nuestros clientes ya conocían a los empleados por la entrega de comida y el correo», resalta Taina Jaako, directora de atención en Eksote, el distrito donde arrancó el primer proyecto en febrero y que se ha extendido por otras nueve localidades de Karelia del Sur.

Y en asociación con una empresa de seguridad, Posti manda a sus empleados a acometer labores de alerta, guardia y mantenimiento de las casas aprovechando que las flotas de vehículos postales deben pasar por delante de 2.800 domicilios. Dejan cartas en los buzones y, de paso, se aseguran de que ningún ladrón haya aprovechado la ausencia de los residentes. Y además los martes les pueden cortar el césped.

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