Funcionarios de la cárcel de Segovia, amenazados: «Os veo con vuestros hijos y sé dónde vivís»
Medio centenar de trabajadores de Perogordo protestan contra el ministro Fernando Grande-Marlaska en su visita al centro penitenciario
Perogordo cumple un cuarto de siglo. La cárcel de Segovia se construyó «para ser un centro educativo penitenciario experimental para jóvenes», recuerdan representantes sindicales del ... personal de la prisión. Hoy, quienes velan por la seguridad dentro de sus muros, sobre todo los veteranos que entraron a trabajar cuando abrió sus puertas, no la reconocen. «Con el paso del tiempo, se ha convertido en un centro penitenciario como cualquier otro», con el agravante de la conflictividad que tensa la convivencia cada día.
Lo peor, la plantilla no se siente protegida por las autoridades. Ni en el desempeño de sus atribuciones intramuros ni en su vida cotidiana fuera. «Me he tenido que enfrentar cara a cara en la calle con un preso que me vino y me dijo que se cagaba en mi padre», relata un trabajador. No pueden hacer nada. Están indefensos porque el Estado no les ha reconocido aún como agentes de la autoridad.
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Protesta en la cárcel de Segovia contra Grande-Marlaska
Una compañera asiente con la cabeza. Esa zozobra es real. A ella y otros colegas, un interno de Perogordo les amenazó también poniendo a su familia en el centro de la diana: «Os recuerdo que os veo por la Calle Real con vuestros hijos y sé dónde vivís».
Los partes por algún tipo de conflicto más o menos grave están a la orden del día. Los cálculos que hacen los representantes de la organización Tu Abandono Me Puede Matar (TAMPM) es de una media que sale a «prácticamente uno cada día». Indefensos se lamentan de «la falta de herramientas» para defenderse a la que les aboca la actual política penitenciaria. Esta situación hace que «el número de incidentes sea desproporcionado para la cantidad de internos presentes».
«Muy peligrosos e inadaptados»
Esta central viene denunciando la escalada violenta que azota al centro penitenciario de Segovia, con un goteo cada vez más frecuente de incidencias «protagonizadas por internos muy peligrosos, claramente inadaptados al régimen ordinario de vida». En esos altercados, han resultado agredidos funcionarios. Alguno incluso ha necesitado «varios meses de baja para su recuperación». Los portavoces en Perogordo de Tu Abandono Me Puede Matar precisan que en los últimos seis meses, a cuatro condenados se les ha retirado el segundo grado y han vuelto a ser calificados como de primero debido a su conflictividad elevada.
Con este malestar 'in crescendo', unos cincuenta trabajadores se han concentrado este jueves por la mañana ante la puerta de la cárcel para expresar su hartazgo con carteles, gritos, silbatos y zarandeo de vallas. Mucho ruido frente al cordón policial desplegado para que lo escucharan alto y claro los asistentes al acto que ha tenido lugar en el interior del centro y que ha reunido a responsables y directores de prisiones de España. El motivo, la celebración de la Merced, fiesta patronal de la institución penitenciaria.
Pero había dos invitados sobre los que los manifestantes han concentrado e intensificado sus quejas y han elevado los decibelios y el tono crítico de las protestas. Uno, el secretario general de Instituciones Penitenciarias, Ángel Luis Ortiz; y en particular, el ministro del Interior, Fernando Grande-Marlaska, que se ha llevado los abucheos más sonoros cuando el coche oficial en el que viajaba y la escolta de vehículos policiales que lo acompañaba han irrumpido a toda prisa para alejarse de la protesta tras los portones de la cárcel.
El «buenismo» de Marlaska
Han sido apenas unos segundos, aunque durante cerca de la hora que se ha alargado la espera se han coreado gritos de «¡Marlaska dimisión!», «¡Marlaska corrupto!», «¡Marlaska mafioso!» o «¡Marlaska cobarde!». También se han alzado pancartas con la reivindicación de 'Stop agresiones' para pedir más protección frente a una población reclusa cada vez más peligrosa, como advierten que ocurre en Segovia portavoces de TAMPM. También han estado presentes miembros de Jupol, sindicato de la Policía Nacional que entre sus demandas figura la equiparación salarial con los cuerpos policiales autonómicos. Además, en otras cartulinas se llamaba la atención sobre la violencia machista que sufren trabajadoras de la cárcel de Segovia por parte de algunos condenados. Estas empleadas soportan vejaciones, insultos y amenazas de internos sin que se haga nada para remediarlo, lamentan.
La plantilla de la prisión de Perogordo se rebela contra el «buenismo» de la actual política penitenciaria. Así lo transmiten los testimonios de integrantes de TAMPM recabados a pie de protesta. Por seguridad, piden mantenerse en el anonimato, no en vano asumen que cada día «nos jugamos la vida».
Como han expuesto en el manifiesto leído antes de que retumbaran las protestas contra el ministro Grande-Marlaska, «uno de los problemas fundamentales es la mala clasificación de los internos». El perfil de los reos «no es acorde» con el espíritu educativo experimental con el que abrió Perogordo. «Hay presos que tendrían que ser de primer grado por ser altamente peligrosos, pero se les cataloga de segundo por la política del buenismo» que practican Instituciones Penitenciarias y el Ministerio, se quejan voces sindicales. Son reclusos que, añaden los representantes de la plantilla, «causan peleas, roban, fuerzan, apuñalan, atentan contra el resto de presos y contra los funcionarios y acumulan partes graves» de incidencias.
«Me he tenido que enfrentar cara a cara en la calle con un preso que me vino y me dijo que se cagaba en mi padre»
Funcionario de la cárcel de Segovia
La prisión segoviana no se pensó para la conflictividad que genera esa parte de la población reclusa. Años atrás, el problema era la saturación, con hasta cerca de seiscientos internos en una cárcel construida para unos trescientos. Ahora, sin esa masificación, los funcionarios se enfrentan a la violencia con la que se emplean algunos condenados y a la falta de recursos para controlarles y protegerse de ellos.
Las cuentas que revelan representantes de TAMPM reflejan la desproporción que alimenta la tensión cotidiana. Dos vigilantes se encargan de velar por cada uno de los dos módulos de presos más peligrosos, que alojan alrededor de sesenta internos. La aritmética dice que por cada treinta reclusos altamente peligrosos hay funcionario. Las faltas de respeto que aguantan en cada jornada laboral son constantes, prosiguen con la descripción fuentes sindicales.
Si además se es mujer, el suplicio se agrava. Cada vez entra más plantilla femenina en los centros penitenciarios, pero algunas que padecen la violencia machista de los reclusos en forma de humillaciones, insultos o amenazas admiten que las cárceles «poco a poco se han convertido en un medio hostil para las mujeres». Se ven desamparadas por el Ministerio del Interior y por la Secretaría General de Instituciones Penitenciarias.
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Tu Abandono Me Puede Matar describe así la «indefensión» con la que ha de lidiar el personal en su quehacer diario. La cárcel de Perogordo «se ha convertido en un polvorín», atestiguan. Los dos módulos para los reos más conflictivos se quedan cortos. Y a ello añaden otro especial de aislamiento, «que tampoco está preparado para los de primer grado», apostillan los manifestantes.
Hay agravantes que empeoran el desempeño diario de la plantilla. Por ejemplo, la falta de médicos. «La falta de personal sanitario afecta al reparto de la medicación», advierten. Hay que tener en cuenta que un porcentaje no pequeño de la población que cumple condena en la prisión de Segovia padece trastornos psiquiátricos y adicciones a la droga. Si no se puede hacer la distribución diaria de las dosis pertinentes, la acumulación de pastillas que pueden llegar a ingerir cuando vuelve el reparto les hace más agresivos, explican representantes de TAMPM.
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