Las bodas sostienen las celebraciones ante la caída de las comuniones y los bautizos
La secularización y la extensión de las cámaras digitales reducen el trabajo de los fotógrafos
Las bodas mantienen el tirón de las celebraciones en Segovia ante la caída sostenida de las comuniones y el desplome de los bautizos, una ... tendencia provocada por la bajada de la natalidad o la secularización de las costumbres sociales. Los cálculos de los fotógrafos, que han acuñado 'BBC' para referirse al tríptico, más por la delantera del Real Madrid que formaban Bale, Benzema y Cristiano que por radiotelevisión pública británica, es que las bodas aguantan el tipo, aún por encima del 80% de las que inmortalizaban a principios de siglo –la bisagra entre la fotografía analógica y el albor de la digital– mientras las comuniones no pasan del 70%, por apenas el 15% de los bautizos.
El presidente de la Asociación de Fotógrafos Profesionales de Segovia, Juan Luis Misis, ha vivido a través de cuatro décadas de trayectoria el desplome de los bautizos desde los tiempos álgidos, producto no solo de la fotografía analógica, sino de una sociedad con más nacimientos y un papel más protagonista de la iglesia. «Casi todos los fines de semana teníamos un bautizo, no importaba la época del año. Pero las familias ya no tienen cuatro o cinco hijos y el cristianismo no es algo tan intrínseco en nuestro ADN como entonces». No solo hay menos, sino que su importancia dentro de la familia ha caído. «La mayoría se lo hacen ellos, aunque la mayoría hagan chapuzas». Hay quien sí se preocupa por asegurar un buen material gráfico, bien contratando fotografías en fechas previas o llevando un fotógrafo al propio bautizo. «Pero son excepciones, cada vez se hace menos». El aumento de población extranjera, en muchos casos adscrita a otras confesiones, también reduce el nicho de clientes.
Los enlaces aguantan el tipo, aún por encima del 80% de los que los fotógrafos inmortalizaban a principios de siglo
Las comuniones también han caído de tiempos en los que había más de 30 niños en una parroquia para hacer la comunión un domingo a la realidad actual, en la que el contingente rara vez supera la docena. El contexto es el mismo –natalidad y secularización– pero a diferencia del bautizo, quien lo celebra asume la fotografía como parte del pack. De hecho, son las familias de las parroquias las que gestionan de forma conjunta los encargos, un hábito que beneficia a todos los agentes de la ecuación. Las familias aseguran un precio más barato del que tendrían a título individual y los fotógrafos segmentan su trabajo para no tener cuatro cámaras distintas en la misma ceremonia. Con todo, Misis es testigo de alguna tropelía cuando ve algunas fotos que sus clientes llevan a revelar: una niña posando en su casa con un televisor de plasma por detrás. Hay quien, aunque no contrate fotógrafo, tiene criterio y busca un enmarque mejor, por ejemplo, el Alcázar.
Las comuniones sí tienen temporada, desde principios de mayo hasta mediados o finales de junio, en función del calendario de Semana Santa, aunque suelen ser cuatro o cinco semanas. El trabajo es hijo de la costumbre: un fotógrafo por parroquia, más algún extra en los pueblos principales en una ciudad con entre 12 y 14 profesionales. «Hay trabajo para todos». Las más cotizadas son El Carmen, San Frutos, Cristo del Mercado, San Lorenzo, San Millán o Santa Eulalia. La más masiva, la del Colegio Maristas, con una ceremonia grupal. Las Concepcionistas lo hacen durante varios fines de semana, como el Claret.
«Las familias ya no tienen cuatro o cinco hijos y el cristianismo no es algo tan intrínseco en nuestro ADN como entonces»
Donde menos se prescinde de la fotografía profesional es en las bodas. «No se tira tanto de aficionados como en los bautizos. Y cada vez buscan un profesional más concreto, alguien con un estilo propio». La mayoría tienen la temporada cubierta y están ya apuntando para el año que viene, una lista de espera razonable que ha dejado atrás el cuello de botella de la pandemia, con retrasos de hasta dos años para dar salida a los enlaces cancelados a lo largo de 2020 y 2021. También hay temporada: arranca en mayo y se prolonga hasta finales de octubre. También agosto, un mes que años atrás era casi de barbecho por considerarse vacacional, pero como los viajes se han esparcido más a lo largo del año se ha sumado como periodo hábil.
La pandemia ha convertido en tendencia dos hábitos que parecían entonces coyunturales. Las bodas son más pequeñas: donde antes había 300 o 400 invitados ahora los novios tienen menos reparo a meter tijera. Otra es que se han alargado cada vez, algo que ya venía ocurriendo. «Antes podíamos hacer dos bodas un mismo sábado; una por la mañana y otra por la tarde. Ahora son mucho más largas. Se casan por la mañana y se pueden tirar hasta las 11 de la noche, cuando antes a las seis había acabado». Comida, barra libre y recena. Menos trabajo, pero de más calidad. «Haces un reportaje donde antes hacías dos. Estás más pringado, pero más metido en la boda, ya conoces a la gente. Quizás ganas un poco menos, pero lo haces más a gusto. Cuando hacías doblete, si una se retrasaba tenías que dejar a alguien colgado».
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La fotografía ha tenido que buscar un encaje una vez que las máquinas dejaron de ser algo exclusivo. En encogimiento de esa BBC ha sido uno de los factores que se suman a la conversión digital, a un mundo en el que cada persona tiene una cámara de calidad en el bolsillo. «Ha influido, sí que ha habido fotógrafos que lo han dejado». Se gana menos, pero no todos son contras. «Como ya no tienes un bautizo el domingo, pues a lo mejor te vas a montar en bicicleta. Depende de la apretura de cada uno».
En los archivos fotográficos hay un sinfín de memorias, pues la cámara está en primera línea de fuego en el drama de las bodas. Cuando a una novia se le quema el vestido por colgarlo en una lámpara en la mañana del enlace y se salva de milagro porque había otro igual de su talla en la tienda. O la que simularon unos novios porque no llegaron a tiempo los papeles para uno de los cónyuges, extranjero, y simularon que se habían casado ante la familia, llegando un rato antes al Ayuntamiento y esperándoles a la salida. «Anda, si ya nos hemos casado. Ya lo veréis en las fotos».
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