«Mi poesía no es tan intelectual, se inspira en la vivencia directa»
El poeta chileno Theodoro Elssaca inaugura la Semana de la Poesía con un repaso de su trayectoria a través de la antología ‘Travesía del relámpago’
Luis Miguel de Pablos
Martes, 10 de junio 2014, 13:01
Aventurero un minuto antes que poeta, Theodoro Elssaca (Santiago de Chile, 1958) reflexiona más que habla de su poesía. Mide las palabras con un tono sereno cuando se refiere a su obra, lo que confiere a su discurso un plus añadido de franqueza. Varios silencios después, reconoce que su poesía «se inspira en la vivencia», y tal vez por ello no sea tan intelectual. Se alimenta de la experiencia de sus múltiples viajes. «Para mi es fundamental el encuentro con el otro, es donde mana buena parte de mi poesía. Soy un poeta que escribe durante el viaje. Soy un poeta a la orilla del río Sena, del Tajo o en una plaza en Tánger, o en un café de Marrakech junto a los encantadores de serpientes,...», explica, añadiendo que tal vez la inspiración que le ha transmitido Salamanca -«una deuda que tenía pendiente»- se plasme en su próximo libro. «Aquí siento que las piedras hablan. Salamanca rezuma historia por todos sus rincones», añade.
Elssaca fue ayer el encargado de inaugurar la Semana de la Poesía de la Universidad. No un poeta cualquiera. La Asociación de Antiguos Alumnos y Amigos de la Universidad (Asus) escogió para el estreno a un personaje poliédrico, más bien a varios personajes en uno solo que repasó sus más de treinta años de trayectoria a través de su antología Travesía del relámpago (Vitruvio, 2013). Porque Theodoro Elssaca es poeta, pero también ensayista, escritor, artista visual, fotógrafo antropologista y expedicionario. Precisamente en una de esas expediciones al Amazonas, en octubre de 1973, se le llegó a dar por muerto. «Era una expedición hispano-chilena en la que murieron tres compañeros en una espiral de agua que succionó la embarcación. Estuve perdido tres meses viviendo con la tribu Sharanahua, una convivencia muy difícil al principio porque receleban de un cautivo que en esos primeros días estaba herido», recuerda, sobre una experiencia que resumió en un libro de 110 páginas que lleva por título El espejo humeante (2005).
Su vida se resume, por lo tanto, en un gran viaje por la literatura que pudiera haber empezado a los trece años cuando conoció en persona a Pablo Neruda, «una figura colosal que de alguna manera influenció que siguiera este camino de la literatura», asegura sobre la figura del chileno, que llegó a dedicar a sus padres el Canto General.
«Son mucha sla lecturas y no se puede decir que haya una sola influencia», resume Elssaca para quien su trayectoria es un gran viaje por el alma humana. Nicanor Parra, con quien guarda una estrecha amistada desde hace treinta años y que el próximo 5 de septiembre cumplirá 100 años, es otra de esas influencias.
Vínculos que le han llevado a escribir libros tan dispares como Aprender a morir (1983), Viento sin memoria (1984), Aramí (1992), Fuego contra hielo (2014) y su Travesía del relámpago que ayer resonó con fuerza en el aula Dorado Montero del Edificio Histórico.
«Una obra que toca los paisajes del alma humana. Es una poesía que se acerca a la antropología donde permanentemente surge la eterna pregunta filosófica y donde aflora una reflexión sobre la existencia», resumió ayer.
De uno y otro continente celebra hoy su segunda jornada con un homenaje a Antonio Salvado que viene a coincidir con el Día de las letras portuguesas, y en el que se darán cita poetas de Portugal, España y América Latina, entre otros el peruano Héctor Ñaupari y el chileno José Ben-Kotel.