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El Real Valladolid empieza el año sumando de tres en tres pero falto de instinto
Encadena su séptima victoria consecutiva en Zorrilla gracias a un solitario gol de Weissman y después de perdonar lo indecible en el área del Leganés
No hay mejor manera de descorchar el nuevo año que sumando de tres en tres. Consolidando su mejor versión como local -con el séptimo triunfo ... consecutivo en Zorrilla-, aunque sea a costa de dejar detalles por pulir en el camino que le llevaron a pedir la hora cuando había firmado méritos suficientes para cantar victoria muchísimo antes del minuto 90. Asignaturas que debe ir aprobando si no quiere llegar al mes de junio con un 6 raspado que le lleve a jugarse la temporada en el 'play-off' de ascenso.
Ganó porque tenía que ganar, pero empieza a echar en falta este Valladolid ese instinto asesino necesario para abatir rivales por la vía rápida. Por KO técnico. Con el renovado Leganés enfrente, dispuso el equipo de Pacheta de hasta siete ocasiones de las de empujar el balón y en ninguna conectó con la red.
Solo el tiempo dirá si su 'Weissmandependencia' es un problema o simplemente una piedra en el camino. En tiempos en los que se impone el autocuidado, el israelí vela por este Valladolid que se impone y domina con la muleta pero que flagela a sus aficionados cuando debe tirar de estoque.
De inicio los contratiempos condicionaron más al Leganés, que hubo de mover ficha ante la ausencia de última hora de Sergio González en el centro de la zaga. Nafti improvisó una pareja de centrales con Bustinza y Javi Hernández, y sacó del banco a Quintillá para ocupar la banda izquierda. Enfrente, lo previsto, con el mismo once que arrancó de San Sebastián los últimos tres puntos de 2021. Javi Sánchez con El Yamiq en el perfil diestro, Plata sacando brillo a la banda derecha y Óscar Plano como interior por detrás de Weissman.
Todo en orden, ningún revés y la presión alta por bandera para acogotar al rival en su área y pescar en el talento, que es mucho en esta categoría, de los hombres de arriba. De hecho no tardó en aflorar el de Toni como interior, en una extraordinaria combinación con Weissman, precedido de un control maravilloso, que lanzó el primer aviso. Dos más le siguieron en un espacio de 4 minutos. Primero remató Plano en la más clara para lucimiento de Riesgo, que envió a córner, y poco después fue Plata quien mandó al lateral de la red tras recorte hacia dentro.
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Mucho más dañino por el centro, Toni dejó la banda entera a las internadas de Nacho y buscó asociarse con el israelí. Hasta entonces los únicos problemas se los creaba el propio Valladolid en la salida de balón desde las posesiones de Masip. Y su único defecto era más virtud del Leganés, que ofrecía las bandas a costa de taponar y blindar todas los caminos que conducían a Weissman. Ni Toni ni Nacho en banda izquierda, ni Plata ni Plano en la derecha, y tampoco Roque filtrando por el centro. El gol blanquivioleta estaba encallado entre los dos centrales sin encontrar salida posible.
Era cuestión de gastar paciencia y no perder la compostura atrás, donde Borja Garcés aguardaba el mínimo despiste para apuntar a Masip. Y de tanto que gastó acabó por romper el cántaro en la última acción de la primera parte a través de una diagonal de Mesa que encontró a Nacho en el segundo palo para que éste asistiera de cabeza a Weissman. El gol blanquivioleta, undécimo del israelí, se había quitado las ataduras en el mejor momento. El que dicen de los equipos grandes para mandar al rival al rincón de pensar.
Pero faltaba un acto. Y la embestida del Lega, que con Nafti en el banquillo muere matando si es necesario. Le puede salir cara y sumar un punto, como el día de la Ponferradina; los tres si se tercia, como en su viaje a Málaga. Pero también le puede salir cruz, como en Girona, y arrojar la toalla antes de tiempo.
Para comprobarlo, el técnico franco-tunecino lanzó la moneda al aire dando entrada a toda su segunda unidad ofensiva. Sabin Merino, Juan Muñoz y Bautista al campo, y con ellos, todo el equipo veinte metros más cerca de Masip.
El órdago estaba echado. Y esperaba respuesta. Cruzar líneas y sacar el aguijón o dormir el partido en los pies de Roque Mesa y Álvaro Aguado. Y como este Valladolid de Pacheta no es equipo de tirar de bloque bajo, allá que se fue a por el segundo repartiendo balas entre todas sus armas. Disparó Toni, solo en el centro del área, y lo hizo arriba de manera incomprensible. Apretó el gatillo Óscar Plano por dos veces, pero con idéntico resultado. Probó suerte Gonzalo Plata, cara a cara frente a Riesgo, y estrelló el balón contra el palo. Repitió Nacho y su bala se perdió rozando el poste.
Tantas como siete, si contamos un autogol que a punto estuvo de hacerse el Leganés y un no remate de Anuar a palmos de la portería, y ninguna se cantó en la grada. Ninguna con Weissman como protagonista, y es ahí donde le duele a un Real Valladolid sin el instinto que requieren los aspirantes al ascenso. Si no la empuja el israelí, las victorias se resisten. Si no es él quien esconde la cabeza en la camiseta, este equipo sufre. Como abocado a la angustia terminó ante el Leganés, confiando en que San Masip atajara un remate a bocajarro de Bautista.
En medio de la vorágine de entradas y salidas, aún hubo tiempo de ovacionar a un soberbio Roque Mesa -el canario puso al público en pie como hacía tiempo no se veía en Zorrilla-.
El 1-0 no hizo justicia a los méritos del Pucela, pero le enfila en la cuesta de enero para seguir echando el aliento a Almería y Eibar.
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