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Pancartas en el derbi ante la Cultural con uno de los versos que forman parte del himno del Real Valladolid. Rodrigo Jiménez
Pausa de hidratación

Ya estamos en nuestra salsa

«Estábamos huérfanos y la Cultural nos ha devuelto a ese hijo imperfecto que tanto echábamos de menos, secuestrado por un par de buenos partidos. Ahora que hemos pasado de no encajar goles a no marcarlos, el escenario ya es más reconocible»

Lunes, 29 de septiembre 2025, 13:53

Bueno, pues ya estaría. Te va a sonar muy raro, como todo lo que pasó ayer en el estadio, como esa foto de pedida a ... ras de césped o como las palabras del técnico, pero la derrota ante la Cultural nos ha puesto por fin en nuestro sitio. El traje de equipo menos goleado que lo fiaba todo al físico para remontar, medio sobrado, en las segundas partes no nos sentaba nada bien. Estábamos hasta incómodos en él. Nos venía grande. Lo de este club, lo dice su historia, es el mono de trabajo. La humildad. Apretar los dientes y no separarlos hasta tener todos los pelos de la burra en la mano.

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No era de extrañar que en la jornada 2, con el equipo líder sin mácula ni goles encajados, más de uno y más de dos en el estadio echaran algo de menos. Faltaba chicha. No había crítica ni tampoco criticados. ¡Hasta Latasa era balón de oro para la grada! El 'Somos Valladolid' que clavó Djukic no era eso. No había debates. Es más, todos comulgábamos, impertérritos, con la coherencia que desprendía nuestro entrenador. ¡Si hasta dijo que iba a jugar el que mejor rindiera y nos lo creímos!

Aquel paraíso no nos pertenecía. Es para otros. El aficionado del Real Valladolid tiene que vivir con una piedra en el zapato. Levantarse con un puñado de argumentos que poder llevarse al café. Caminar en el alambre con un cocodrilo ahí abajo. Sentir que sabe más que su entrenador y que define mejor que Latasa.

Por eso este lunes sabe a gloria. Estábamos huérfanos y la Cultural nos ha devuelto a ese hijo imperfecto que tanto echábamos de menos, secuestrado por un par de buenos partidos. Ahora que hemos pasado de no encajar goles a no marcarlos, el escenario ya es más reconocible.

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La derrota, además, no hubiera sido perfecta sin el 'delirium tremens' de Almada, que nos regaló gasolina suficiente como para llegar hasta Watford y acordarnos de Pezzolano.

Se equivoca el técnico al menospreciar el paladar del aficionado, que sabe perfectamente lo que es masticar arena en el desierto de la Segunda y que el colista te robe la cantimplora con más empeño que fútbol.

Probablemente Mendilibar lo hubiera explicado mejor, Djukic más claro, y Cantatore mucho más conciso: 'en fútbol se divierte solo el que gana'. Por eso tú y yo sabemos que Almada no se pudo divertir.

El traje no nos sentaba bien. Ahora ya estamos en nuestra salsa.

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