Generar (des) confianza en el Real Valladolid
«El crédito –bien lo sabemos en Valladolid– puede llevar años en afianzarse y un suspiro en saltar por los aires –como bien saben ya en México–»
Han pasado 41 días desde que la nueva propiedad puso pie en tierra en la ciudad, 36 desde que se presentara en sociedad con Gabriel ... Solares y Enrique Uruñuela como cabezas visibles, tiempo suficiente para recuperar la sonrisa del aficionado pero insuficiente también para ganarse su favor. Y es que la confianza –bien lo sabemos en Valladolid– puede llevar años en afianzarse y un suspiro en saltar por los aires –como bien saben ya en México–.
En apenas unas horas, las que han transcurrido entre la no presentación de Mohamed Jaouab y la no celebración del Trofeo Ciudad de Valladolid, la propiedad ha visto escapar entre los dedos todo el crédito que se había ganado casi sin bajar del autobús. Y estarán conmigo en que de donde venimos, y con la famosa multa sobrevolando nuestras cabezas, no estamos para añadir descrédito ni mucho menos sobrados de ilusión para seguir tropezando más veces en la misma piedra.
Lo he venido repitiendo en los últimos meses en esta y otras tribunas. El problema que viene devastando al club en los últimos tiempos tiene más que ver con la comunicación –falta de ella– que con el mercado de fichajes, el límite salarial o el cuidado del césped. Esa pantalla aún no la hemos pasado. Y más tardaremos si el club sigue dejando pasar los días sin configurar un organigrama reconocible con su departamento de comunicación y su portavocía a la cabeza.
El mismo Víctor Orta, que ejerce sin ser portavoz –pocas cosas más ridículas que un director deportivo hablando del cambio climático–, ha caído en su propio embudo cuando le ha tocado encarar los dos primeros morlacos de esta pretemporada. Por un lado no ha querido apurar plazos y esperar a la próxima semana, salidas mediante, para anunciar que a día de hoy no se han podido inscribir los refuerzos; y por otro ha optado por esperar hasta el último instante para confirmar la suspensión del Trofeo que da nombre a la ciudad cuando la escarificación del césped era la misma ayer que el pasado lunes.
El problema, repito, no reside en los tallos del césped sino en la comunicación. En un comunicado que debió llegar 24 o 48 horas antes. No es de recibo que la explicación le llegue al aficionado siete horas antes de disputarse el partido. Ya en el colmo del disparate, tampoco que el anuncio de la cancelación se le comunique al Getafe minutos después de la una de la tarde sin margen para planificar otra jornada de pretemporada que ayude a suplir la ausencia del amistoso previsto.
Cuando ya nos creíamos motivados por el buenhacer de la nueva propiedad, con 20.000 abonados, un director deportivo 'molón', un técnico serio con cara de Clint Eastwood y un puñado de jugadores recuperados para la causa, nos hemos dado cuenta de que el proyecto no hace sino gatear en busca de una identidad.
La realidad es que ese tejado que se persigue debe ser lo último en llegar, probablemente meses después de haber apuntalado esa confianza perdida con el aficionado. Esa que se pierde en un suspiro por tener miedo a comunicar.
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