¡Qué buena onda en el Real Valladolid!, ¿no?
Pausa de hidratación ·
De momento solo tenemos buenas palabras con la nueva propiedad. Veremos si con el paso de los meses, también buenas accionesEnvejecen pronto estas columnas de opinión que glosan bienvenidas. En deporte, más si hablamos de fútbol, los proyectos tienen las patas muy cortas y las ... buenas intenciones se agotan en el mismo momento en el que la pelota deja de entrar. Nos cansamos muy pronto de todo. De las caras, de los mensajes, de los buenos deseos,... ¡qué no decir de las presentaciones que venden humo y optimismo a paladas! La última bienvenida –todos la recordamos como si fuera ayer y no hubieran transcurrido siete años– nos curó de espanto para las tres o cuatro próximas propiedades, de ahí que la puesta en escena de los representantes de Ignite este martes la escrutáramos con el ceño fruncido. Como quien toma un tequila de un trago, sin pensarlo. Sin creernos, realmente, si esas palabras nos van a sentar bien o nos van a dejar resaca a las primeras de cambio.
Recuerdo que aquellas de Ronaldo en el día de su presentación –«Me voy a implicar al máximo para poner mi conocimiento del fútbol al servicio del club y la ciudad», llegó a decir– nos las tragamos sin sal ni golpe en la mesa. Incluso nos creímos a pies juntillas la milonga de la transparencia, que no es sino el salvoconducto que usan todos los dirigentes con aficionados y medios de comunicación cuando ponen a gatear sus proyectos.
También en la coctelera se incluyó ayer ese código de buenas prácticas, compartiendo espacio con términos ineludibles en el manual de la perfecta presentación como son «el trabajo», «la ilusión», «el compromiso» o «la responsabilidad» –Solares y Uruñuela aportaron otro, «la institucionalización»–. Y entre todas las coincidencias entre esta y aquella puesta de largo, solo hay una incontestable que no admite réplica. «Sin el apoyo de la gente, es imposible mantener el club», Ronaldo dixit.
Una reflexión que tampoco escapa al tándem Solares-Uruñuela (confiemos en que esta bicefalia no termine como la Fenaert-Espinar), ni a Víctor Orta que, con atinado criterio y de modo inteligente, apela al escudo –«por encima de las personas»– y al sentimiento blanquivioleta para levantar el ánimo de una afición deprimida.
Por el momento, y al igual que en aquel 3 de septiembre de 2018, solo tenemos buenas palabras. Veremos si con el paso de los meses, también buenas acciones.
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