Los goles de Marcos André y Chuki propulsan al Real Valladolid ante el Colo-Colo

Almada marcó una tendencia continuista con su segundo once de la pretemporada, con un solo cambio con respecto a la alineación que inició el primer amistoso frente al Pafos chipriota. El recuperado David Torres entró en el eje de la zaga en lugar de Aranda y los otros diez jugadores se mantuvieron, con Guilherme en la portería, Koke y Garriel en los laterales, Nikitscher reconvertido de nuevo como central, el dúo Juric-Alani en la medular, Amath y Biuk en las bandas del ataque y la pareja Marcos André y Latasa en la vanguardia. Por lo que se ve, el técnico uruguayo sigue un patrón en estos primeros amistosos y, a excepción de Guilherme y Alejo (que entró en la segunda mitad), los fichajes de este verano se quedaron en la banca. Más protegido compareció el Colo-Colo de Jorge Almirón, con una línea defensiva de cinco jugadores, con dos carrileros profundos.

El Pucela salió con brío y ganas de plasmar la vocación ofensiva que trata de implantar Almada. Circulación fluida, fútbol vertical, presión alta. El Real Valladolid sometió al Colo-Colo en los primeros minutos, pero pronto sufrió un efecto gaseoso. Al Cacique le bastó la irrupción estelar de Arturo Vidal para probar los guantes de un seguro Guilherme, que voló para evitar el gol chileno en el minuto 6. El Real Valladolid empezó a deshilacharse, con males ya conocidos. La zaga empezó a mostrar inconsistencia por varios flancos, con David Torres dejándose robar la cartera. Por la derecha, Koke y Nikitscher evidenciaron falta de entendimiento por momentos. El Colo-Colo malgastó oportunidades muy claras: Solomón Rodríguez peinó un balón que silbó por el palo izquierdo de Guilherme y Pizarro culminó sin éxito una acción de ataque del Cacique antes de que Vidal fallase un mano a mano tras un pérdida de Torres en la que el central reclamó falta. El Pucela se empezó a agobiar ante tanta insistencia colocolina y sólo una irrupción de Nikitscher en una falta dio algo de trabajo en este tramo a De Paul, que hiperestiró el pie para evitar el gol blanquivioleta y fue cambiado al descanso por lesión.

El Colo-Colo jugó a su antojo durante gran parte del primer periodo, pero sin la incisión suficiente para hacer daño. El Real Valladolid se empequeñeció ante el enfado de Almada, al que no le gusta ver esta versión liliputiense. Sin embargo, antes del descanso, el Pucela sacó las uñas:Amath desperdició una bala clara tras un robo y, sin solución de continuidad, el Real Valladolid se topó con el poste de De Paul. Que el partido llegara 0-0 al descanso resultó casi un milagro.

Almada no ejecutó cambios al inicio de la segunda parte, a la espera de que cuajase su idea inicial. Los hinchas más radicales del Colo-Colo sembraron uno de los fondos de petardos, con visibles columnas de humo, sin que el juego se detuviese. Biuk gozó de una ocasión clara tras un error de Méndez, pero fue Marcos André el que se llevó el gato al agua tras un centro de Garriel mal despejado por Villanueva. El brasileño no perdonó. El 0-1 energizó al Pucela ante un Colo-Colo con síntomas de desnortamiento ante la pléyade de cambios ejecutados por Almirón.

El Cacique se sintió obligado a reaccionar, con más precipitación que orden. El Real Valladolid recuperó las hechuras y Almada dio carrete a Alejo, Jorge Delgado y Chuki a partir del 64 para refrescar bandas, ataque y medular. Los pucelanos siguieron con las luces largas:Alani probó suerte con un disparo lejano antes de que Chuki aprovechase un error clamoroso de los chilenos para descerrajar el 0-2 con una vaselina de ejecución perfecta. El Real Valladolid mostró coraza con el paso de los minutos y una versión más aguerrida y 'canchera'.

El aplomo pucelano contrastó con las urgencias del Colo-Colo, muy deslavazado en sus aproximaciones ofensivas y sin capacidad para generar fuego real. Ni siquiera Correa logró aprovechar un mano a mano ante Guilherme, convertido en un muro para los rivales. El Real Valladolid salió victorioso del primer amistoso ante el Colo-Colo, con capacidad para sobreponerse a los momentos más grises, y acabó por imponer su ley.