«Tenemos la sensación de ser unos 'amiguetes' que tocan frente a otros amigos»
La banda, que ha soplado veinticinco velas, recalará una vez más en la cita palentina de la música independiente
«Es una muy buena noticia que el Palencia Sonora se siga manteniendo en el mundo en que vivimos, en el que todos somos esclavos ... de un solo algoritmo», sostiene el cantante, compositor y productor musical Guillem Vilella Falgueras (Barcelona, 51 años), conocido artísticamente como Guille Milkyway y líder de la emblemática La Casa Azul, banda que ha soplado veinticinco velas y que recalará, una vez más, en la cita palentina de la música independiente en la noche de este sábado, ya madrugada del domingo.
–La Casa Azul va camino de convertirse en una de las bandas más asiduas del Palencia Sonora…
–(Risas). ¡Y afortunados que nos sentimos! Gracias a iniciativas como el Palencia Sonora, muchos grupos han podido empezar a tocar para darse a conocer. En nuestro caso, no sé si, en otra dinámica, La Casa Azul hubiera tenido la oportunidad de tocar tantas veces en Palencia.
–¿Qué cambios sustanciales ha observado en el rumbo de esta cita con la música independiente?
–Más allá de lo que se pueda decir de los festivales de forma genérica, el Palencia Sonora surgió siendo un formato pequeño y, poco a poco, ha ido creciendo. Y por el solo hecho de haber perseverado y resistido y su buen hacer, al programar espectáculos diversos dentro del indie y muy continuados en el tiempo, ha generado un gran interés entre los artistas al ser una escena que se ha retroalimentado a sí misma. Es una muy buena noticia que el Palencia Sonora se siga manteniendo en el mundo en que vivimos, en el que todos somos esclavos de un solo algoritmo. Es un gran ejemplo del buen hacer.
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–¿Qué repertorio escuchará el público en el concierto del 7 de junio?
–Ahora mismo, que estamos a caballo entre la celebración del cuarto de siglo de La Casa Azul y la grabación de un nuevo disco, lo propio es hacer una retrospectiva, recuperar canciones del pasado con nuevos elementos sonoros y, también, habrá un relato emocional en el marco del concierto. No faltarán algunas canciones que estamos preparando para el nuevo disco, pero nos centraremos en las más apropiadas para un festival con el fin de que el público disfrute.
–Habla de la conmemoración del cuarto de siglo…, ¿esperabais soplar 25 velas?
–Es algo que jamás me planteé. Cuando empecé con La Casa Azul, me di cuenta de que era algo que quería que me acompañara de por vida; lo quería a mi lado. Y me siento muy afortunado de que La Casa Azul se haya convertido en mi amigo del alma, al que confías todo. Aunque si te soy sincero, no tengo la percepción de que hayan pasado veinticinco años. Quizás, porque el directo del grupo ha mutado mucho y, desde hace seis años, somos seis músicos sobre el escenario, es como si fuéramos una banda hecha y derecha, y por eso sentimos que no ha pasado tanto tiempo; sin duda, esa circunstancia ha sido un elemento renovador a nivel emocional para todos. La Casa Azul todavía sigue siendo un grupo joven en cuanto a la propuesta del directo.
–Por lo que dice, su formación no tiene fecha de caducidad.
–Y no quiero que la tenga. No soy una persona ambiciosa y no me preocupa conseguir esto o lo otro, pero no imagino mi vida sin La Casa Azul. No sé de qué forma estará presente en un futuro, pero sé que estará.
–Me comentaba que estaba metido en la grabación de un nuevo disco. ¿Ya tiene fecha de salida?
–Aún no, pero estoy plenamente inmerso en el proyecto. He estado casi dos años centrado en la producción del nuevo trabajo de Estrella Morente y es algo que ya está fabricándose, con lo cual en los próximos meses estaré centrado en grabar el nuevo disco.
–¿Dónde halla mayor felicidad: cantando, componiendo o produciendo?
–Cuando me dediqué al mundo de la música, mi pasión estaba en la vía de la producción, el sonido y el estudio de grabación. Esto es lo que me mueve, me gusta y lo que me hace sentir más realizado. Y, durante años, no me interesó nada el tema del directo. Incluso, en los primeros años de la formación nos planteamos hacer un grupo de estudio y punto, pero había algo que echaba en falta, sentía como un vacío y necesitaba tener la experiencia vital del directo para sentirme artísticamente realizado. Y, para ello, había que hacerlo muy bien y rodearme de músicos en los que confiara, todo ello llevó su proceso. Y, después de sufrir durante veinte años sobre un escenario, ahora, de golpe, espero con ansia que lleguen los fines de semana para tocar porque realmente disfruto. Hoy, los directos me dan mucha vida y una energía renovada que se transmite al resto del grupo.
–¿Las emociones son distintas cuando canta ante un océano de espectadores que ante un río de público?
–Hay un elemento un tanto alienante cuando tocas delante de muchísima gente, pero nosotros nos centramos más en nuestra experiencia vital sobre un escenario sin importarnos el número de espectadores que haya. Es cierto que hay connotaciones distintas, pero a nosotros no nos cambia mucho nuestra percepción. Somos un grupo que disfrutamos mucho entre nosotros como músicos, nos conocemos mucho y somos muy amigos. Seguimos teniendo la sensación de ser unos 'amiguetes' que están tocando frente a otros amigos. Merece la pena entregarte a fondo, independientemente de cuánta gente te esté viendo.
–Durante nueve años, usted ha sido pareja de hecho profesional con Fangoria hasta 2019. ¿Retomarán la relación?
–De momento, nos hemos dado una pausa. La relación durante esos años ha sido muy gratificante y reconfortante para ambas partes. Pienso que cada cosa tiene su momento y hay tiempo para todo en la vida. De pronto, necesitas nuevos horizontes y esa sensación es mutua. Yo sigo siendo superfán de Fangoria y lo seré siempre, y creo que su amor hacia mi manera de ver las cosas a nivel de producción y composición permanecerá en ellos para toda la vida. Ambos nos sentimos muy identificados y el futuro dirá.
–¿Qué conserva Guille de sus inicios tras haber alcanzado un alto escalón en la escena musical?
–Me siento afortunado y me enorgullece haber llegado donde estamos porque, francamente, nos lo hemos currado mucho. Si, contando con quince años, alguien me hubiera dicho que después de tantos años seguiría viviendo de la música, le habría entregado el alma. Y, aunque la vida pasa y las historias de mis canciones, obviamente, han ido cambiando, la manera de contarlas sigue siendo la misma que hace veinticinco años, es decir, mantengo esa mirada libre, a lo mejor infantil, inocente, efervescente o que se deja sorprender aún por las cosas. Es una actitud que intento conservar también en mi vida privada.
–¿Ha renunciado a muchas cosas?
–En la vida hay elecciones y uno tiene que escoger. Por ejemplo, cuando decidí ser padre, una faceta con la que disfruto muchísimo, lo hice con todas las consecuencias, al igual que cuando decidí dedicarme a la música. Y, quizás no pueda sacar un disco cada uno o dos años o meterme en una gira por Latinoamérica, pero puedo ser un padre feliz. Y, con respecto a la música, estar en un sello indie (Elefant Records) que me entiende y cuya prioridad es mi felicidad, me permite funcionar a otro ritmo dentro de esta industria tan agresiva y ultrarrápida.
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