El último ferretero de Las Delicias
La carta del director ·
«Un equipo de fútbol como el Real Valladolid, su camiseta, su escudo y sus colores son mucho más que un producto de marketing o un negocio. Nada tienen que ver con las grandes multinacionales de este deporte»Ignoro si Ronaldo, el presidente del Real Valladolid, y sus colaboradores leyeron una crónica de Pablo Merino publicada en El Norte que terminaba así: « ... Del Valladolid es Sabino, que anima al equipo en sus estados de WhatsApp, del Valladolid es el último ferretero de Las Delicias, que luce con orgullo una camiseta firmada por Álvaro Rubio, del Valladolid somos nosotros, que sentimos ganas de llorar después de encajar el gol de David Silva. Ronaldo ya no está, dice en su documental que está para ganar dinero. Tampoco están Espinar ni el francés. Ellos van y vienen, nosotros permanecemos, porque el Real Valladolid no nos da de comer, pero nos alimenta la vida. Del Valladolid no es una estrella que dejó de iluminar. Ronaldo ha hecho un documental promocional, pero ya nadie tiene el carisma que tenía Daniele Verde». Decía algunas verdades aquella crónica, resumida en el hecho de que la directiva del club no parece que termine de conectar con la afición.
La prueba de fuego va a ser la campaña de abonos que tenemos a las puertas. Es el momento de la verdad de cualquier club de las características del Pucela. Modesto, sufrido, recio... Los peñistas, en un alarde de optimismo, consideran que al público que dejó en prenda los partidos no disfrutados en la temporada 19/20, unos 11.000, se le sumarán otros, hasta alcanzar 15.000. Pero el Amorebieta, la Real B, el Cartagena y el Mirandés no son el Madrid, el Atleti ni el Barça. Como bien expresaba un gráfico que publicábamos el jueves en las páginas de Deportes, en Segunda el Valladolid rara vez ha superado, por muy poquitos, los 12.000 abonados. Pero es que esta vez el horizonte es más complejo por la pandemia. Podrían producirse picos de incidencia que limitaran aún más o interrumpieran directamente la presencia de público en los estadios. Entrar y salir al campo va a ser muy diferente. Lo mismo que situarse en la butaca o compartir afición con amigos y familia no conviviente, debido a la necesidad de identificar con nombre y apellidos a cada asistente... No digo que el deseo de recuperar las tardes de fútbol no compense cualquier incomodidad en las gradas, pero en el terreno tiene que verse buen fútbol y victorias y, por descontado, el aficionado debe identificarse claramente con un club que, si no recupera esta temporada la máxima categoría, quedará lastrado por las penurias de un presupuesto aún más corto en la siguiente.
Para eso Ronaldo tiene que volver a Valladolid, si es que alguna vez estuvo. Tiene que acercarse al último ferretero de Delicias. Tiene que participar de la vida de la ciudad, compartir su perspectiva. No solo tiene que sonreír en Ibiza. O comentando la Copa América con un youtuber de éxito. O en programas de televisión de gran audiencia... Un equipo de fútbol como el Real Valladolid, su camiseta, su escudo y sus colores son mucho más que un producto de marketing o un negocio. Nada tienen que ver con las grandes multinacionales de este deporte, con un Manchester, un Bayern, una Juve... Todo indica, sin embargo, que Ronaldo ha decidido que sí. Yo, que no tengo ni idea de fútbol, pero trabajo en un diario con 167 años de historia que forma parte del ADN de Valladolid, recomendaría un par de cosas. Mucha prudencia con los precios de los abonos. Sería interesante evitar, en lo posible, los errores que la directiva cometió en la temporada 19/20 y que hubo de corregir. Y en segundo lugar: Ronaldo debería venir, estar, aparecer, contar, participar. Hasta aburrirnos... El Pucela dispone de Ronaldo, un plus para atraer y fidelizar a sus seguidores que para sí quisieran los otros 21 clubes de Segunda. No sería inteligente actuar de modo que alguien acabara dándole la razón a Florentino, quien, en sus desahogos verbales, ahora conocidos a través de unos polémicos audios, dijo que el astro brasileño era «un jeta». No hombre no...
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