El problema siempre son los otros
La carta del director ·
«A todos nos pasan cosas parecidas, pero no todos las vivimos igual, lo único que nos diferencia es la forma en que nos las contamos»Hace años fui invitado por un grupo de restauradores y hosteleros locales para cenar, debatir y abordar los problemas de su sector. Entonces yo era ... director del HOY de Extremadura. En Badajoz, una ciudad situada a escasos tres kilómetros de la frontera con Portugal, se tiene la costumbre de cruzar al otro lado para comer, especialmente en sitios con recetas de pescado a la brasa o marisco. El restaurante más típico de la zona, en Elvas, se llama El Cristo. Yo sospechaba que aquella reunión a la que había sido convocado iba a pivotar en torno a esa circunstancia, a esa competencia más directamente. Lo que no adiviné es que todas las soluciones de mis interlocutores, y cuando digo todas es todas, se enfocarían contra responsabilidades ajenas.
A saber: los clientes deberían saber valorar sus ofertas y las excelencias de sus incomparables menús; el ayuntamiento debería organizar y pagar más actos, festejos o ferias para atraer abundante clientela; y los medios de comunicación deberíamos contar todos los días lo bien que se come en sus salones y lo beneficioso que sería para la economía local que desde España nunca saltáramos al otro lado de la 'raya' para disfrutar de un rico bacalao dorado o un arroz con bogavante para dos. ¿Y qué debían hacer ellos, además de invitarme a mí a cenar? Nada. Ellos lo hacían todo bien. Acabáramos.
«Más de 375 millones de personas de todo el mundo tendrán que buscar otro empleo totalmente distinto de aquí a 2030 debido a la automatización»
He recordado muchas veces aquella anécdota porque es una constante en nuestro día a día. Diana Orero, especialista en identidad narrativa, autora del libro 'Todo cuenta', lo explicaba así el jueves en la contraportada de La Vanguardia: «Dice Catherine Burns, experta en relatos, que el 90% de la gente, cuando le preguntas cuál es su problema, te habla de otra persona». Y yo añadiría: es lo que hacen el 100% de los dirigentes políticos cuando tratan de justificar las causas de sus fracasos o incapacidades, así como los de sus territorios administrados.
Veamos un ejemplo de actualidad, aunque ni mucho menos aislado. Según el alcalde de León, José Antonio Diez, su ciudad y la provincia están abandonados de la mano de la Junta y el Gobierno y por eso, cabe deducir, suceden cosas como la que ocupaba el titular en portada de un diario de la capital el mismo jueves: «El polo tecnológico leonés se estanca mientras crecen Burgos y Valladolid. Las compañías vallisoletanas facturan 172 millones de euros al año y las burgalesas rozan los 98 frente a los 32,5 de las leonesas, que además tampoco crecen en la cifra de dominios registrados», según constata un esclarecedor informe del Colegio de Economistas de Valladolid. El domingo pasado se manifestaron 60.000 personas para levantar la voz frente a los agravios que lastran el progreso de la provincia.
En su obra, Diana Orero rescata un convencimiento de Dan MacAdams, psicólogo experto en lo que él denomina identidad narrativa, quien cree que construimos «nuestra identidad a través de las historias que nos contamos a nosotros mismos y a los demás». En el prólogo está la clave, una que deberían asumir quienes, como algunos leoneses, exageran la pose como si fuesen los únicos que padecen agravios, olvidos y penurias: «A todos nos pasan cosas parecidas, pero no todos las vivimos igual, lo único que nos diferencia es la forma en que nos las contamos». Sorianos, zamoranos, abulenses, palentinos, salmantinos, segovianos, incluso vallisoletanos y burgaleses, con los principales polos tecnológicos de la región, podrían manifestarse y protestar por mil motivos. Pero ni mil protestas que miraran a 'los otros' como causantes de nuestros problemas –y dieran resultados, es decir, desencadenaran las ayudas que exigen– los arreglarían.
Estos días se estrenó un documental magnífico en Netflix, 'American factory'. Cuenta cómo un empresario chino, Fuyao, rescata una planta de General Motors en Estados Unidos para instalar una fábrica de lunas de automóvil. Orientales y americanos nada tienen que ver culturalmente y de ese choque surgen paradojas y ciento y un dilemas y debates. Al final se reproduce, en texto sobreimpresionado en la imagen, una cifra estimada por expertos que hiela el corazón y lo resume todo: «Más de 375 millones de personas de todo el mundo tendrán que buscar otro empleo totalmente distinto de aquí a 2030 debido a la automatización. El modo en que los trabajadores, los gobiernos y las empresas aborden esos enormes cambios definirá el trabajo del futuro». No valdrá con que unos echen la culpa a los otros. Parece obvio que lo único que servirá será que se comprendan y ayuden mutuamente.
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