El peso de la clausura
DADOS RODANDO ·
«Piensas que la prudencia es imprescindible, pero también que hay que volver a dar cuerda a la economía y conseguir que este país salga adelante de nuevo»Reconoce, se sincero, que a estas alturas ya te pesa el encierro. Que ya te produce una cierta pereza salir cada tarde al balcón a ... aplaudir, son demasiados días, y que empiezas a no aguantar 'Resistiré', y menos aún 'Color Esperanza'. Hasta aquí hemos llegado, te dices, pero sigues enclaustrado y tu mundo se reduce a un salón, un pasillo y unas habitaciones; eso en el mejor de los casos, porque sabes que hay mucha gente sometida a esta prisión domiciliaria en 50 metros cuadrados de vivienda precaria. En el fondo eres un afortunado que ya no soporta la canción del Dúo Dinámico, ni el 'todo va a salir bien', ni 'cuando todo esto acabe', o el 'yo me quedo en casa' –¡cómo si hubiera otra opción!–. Tampoco ese 'cuídate mucho' que te recomiendan bienintencionadamente en cada whatsapp. Y, por supuesto, ese '¡Vamos!', pelín cargante.
Te preguntas, y no tienes ninguna respuesta, cómo han caído víctimas del 'bicho' tantas personas razonables que, a buen seguro, no expusieron su salud gratuitamente ni abdicaron de las imprescindibles medidas que todos adoptamos a diario. ¿Qué ha pasado? ¿Cómo hemos llegado a estas cifras insoportables? ¿Por qué somos el país del mundo con mayor número de contagios y víctimas por millón de habitantes? He aquí un enigma al que sólo el futuro podrá dar respuesta.
No quieres resultar disolvente, pero resulta inevitable preguntarte cómo todo un país aceptó de buen grado el confinamiento más riguroso del mundo con el objetivo de salvar vidas, especialmente de los más mayores, y España es la nación con más víctimas. La siguiente reflexión resulta inevitable: ¿Tiene sentido este descomunal sacrificio personal y colectivo? ¿Tiene sentido arrasar con la economia y sumir al país en una crisis del que tardará años en recuperarse? Algunos te dirán que si, por supuesto, que les parece poco. Y es que ahora descubres que existen talibanes del confinamiento, personas muy respetables que están dispuestas a enclaustrarse hasta Navidades sin que la ruina y la desolación económica les conmueva demasiado. Incluso hay gente que está radicalmente en contra de salida de los niños. En nombre de la prudencia también se han cometido muchos errores.
De modo y manera que sigues confinado, acatando órdenes, mientras recuerdas aquella canción de Jarcha que allá, por los también inciertos tiempos de la Transición, sirvió para lanzar un nuevo periódico, Diario 16. La copla decía: «Porque yo solo he visto gente muy obediente hasta en la cama...», y sigue siendo así. Más confinados que los holandeses, los franceses, los alemanes y la República de San Marino, pero sin rechistar, no vayan a ser que los ortodoxos y los ofendiditos afeen nuestra conducta.
Tu mundo exterior se reduce a Teams o Zoom. En esos foros te comunicas con tu jefe, si lo tienes, te tomas un aperitivo virtual con tus amigos y ves a tus hijos y a tus nietos. Son el cordón umbilical con un mundo raro y lejano hacia el que empezamos a movernos con la 'desescalada' y la 'nueva normalidad'. Piensas que la prudencia es imprescindible, pero también que hay que volver a dar cuerda a la economía y conseguir que este país salga adelante de nuevo. Cada vez más voces advierten de la grave crisis que se acerca si la industria y las empresas no vuelven a funcionar. En medio están los gobernantes, los que escuchan a sanitarios y economistas para tomar decisiones por fases. De momento, la libertad condicional está más cerca. Ya la anhelamos.
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