Más allá del currículum
«Se queja el personal especializado de que, con su privatización, ha ido habiendo, cada vez, menos agentes o bomberos forestales y más gente trabajando en precariedad y sin la debida preparación»
Aunque se puede pensar que quedó, ya, atrás en el tiempo la 'guerra curricular', vemos que –por otro lado– la necesidad de atestiguar una formación ... reconocida abarca muchos más aspectos que el de las trifulcas entre políticos acerca de la idoneidad (o no) para ocupar determinados cargos. Pues no dejó de tener su 'gracia' que esa batalla por los títulos se frenara en seco, cuando unos y otros partidos descubrieron que –prácticamente– en todos ellos se había producido una cierta 'hinchazón de currículos'.
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Entonces, también comprobamos cómo en los correspondientes medios, más o menos afines a unas u otras ideologías, se habló de la 'titulitis' española de siempre o –una vez más– se tiró por tierra el prestigio de los títulos y estudios universitarios en general. Cuando una de las fórmulas de que se había abusado en la proliferación de los curricula inflados era, precisamente, aquélla de 'fulanito/a estudió patatín y patatán'. Como si el haber comenzado a cursar tal o cual carrera y haber desistido a mitad del primer año tuviera algún mérito, más allá de disponer del dinero para matricularse.
Los desastres ocurridos últimamente coinciden, para mal, con dichas imposturas curriculares, ya que se han 'destapado' casos en que las personas elegidas para afrontar las amenazas o repercusiones de una catástrofe no contaban con la titulación y preparación adecuadas. En lo que atañe a los recientes y terribles incendios que vienen asolando España, se ha puesto de manifiesto –así– que faltan, por parte de los respectivos gobiernos, asesores y técnicos que se ocupen de la elaboración de sistemas de prevención y extinción bien coordinados ante los desastres que puedan acaecer. O que, de haberlos, parecería –lo cual es todavía peor– que directamente no se les escucha ni toma en consideración.
Y es que los niveles de influencia partidista deberían reducirse a puestos de representación y decisión, recurriéndose –en los demás– a las personas más preparadas con los estudios y títulos pertinentes. Porque habría –en este sentido– que dirimir responsabilidades sobre qué se ha hecho o dejado de hacer en cuanto a medidas necesarias para prevenir y apagar los fuegos en cada ocasión. «no, como de hecho ocurre, encastillarse en una especie de mantra común a tirios y troyanos: No hagamos 'ruido', no busquemos responsables, ahora que ya nos hemos despachado a gusto cargando la culpa en las espaldas de nuestros rivales políticos»; o de los pirómanos; o del cambio climático que, desde luego, no resulta un factor ajeno a lo que pasa, pero no constituye el único. Buena receta, sin duda, para salvar los propios muebles cara a las próximas elecciones y seguir sin hacer nada. De esta pugna mal disimulada y constante queda, en los ciudadanos, la amarga sensación de que el Estado en su conjunto –con sus administraciones autonómicas y municipios incluidos– ni está ni se le espera cuando más se lo necesitaba: que se encuentran abandonados e inermes ante las llamas que terminan con sus bienes y sus vidas.
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De ahí la importancia de que existan modelos de mantenimiento y protección de los montes que sean efectivos. Y que haya verdaderos expertos y profesionales en todos los planos de actuación en este campo, desde quienes confeccionan los planes a los bomberos que se baten, día a día y cuerpo a cuerpo, contra el fuego; pasando por los que se hallan en los cargos donde se toman las últimas decisiones de carácter técnico frente a los incendios. Sin embargo, se queja el personal especializado –por ejemplo– en Castilla y León, aparte de la descoordinación e inactividad de los recursos disponibles, de la temporalidad y bajos sueldos de los contratos (o subcontratos) de las brigadas antincendios. De que, con su privatización, ha ido habiendo, cada vez, menos agentes o bomberos forestales y más gente trabajando en precariedad y sin la debida preparación.
Puesto que los regateos en medios para la sostenibilidad del medio natural, así como la prohibición e imposibilidad de que muchas comunidades rurales puedan colaborar en la limpieza y cuidado del mismo, conducen a situaciones tan graves como las que –ahora– vivimos.
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