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La longevidad sine die se ha convertido en un nuevo producto para adquirir. El deseo de una vida prolongada y sana, vitalmente activa, digna, viene ... de lejos, pero ese estiramiento del calendario en concurso ideal con una indefinida, siempre aplazada, fecha de caducidad es cosa de hace poco tiempo. Puede parecer que se trata de lo mismo, pero no. Vivir mucho y vivir bien ya no se antoja suficiente. Ahora, algunos lo buscan y otros lo esperan, se trata de existir para siempre. Eternamente.
Quizá por el convencimiento de que la aplicación biológica para tal finalidad no estará disponible en un horizonte temporal corto, aunque también, sin duda, por algunas cuestiones que hacen digna y axiológicamente teleológica la vida humana con término, mi parecer es que la eternidad, más allá de poder convertir el día a día en un auténtico tostón ('mire, señoría, es que el vecino me lleva haciendo imposible la vida una eternidad', podría decir una víctima ante el Tribunal, y decirlo, ahí está el meollo, literalmente), desdibujaría, hasta hacerla desaparecer, la verdadera y más auténtica naturaleza humana.
Leí, este viernes pasado, en estas mismas páginas, que en Wamba, una pequeña población cercana a Valladolid, los nonagenarios y centenarios florecen por doquier. Cabría llamarlos 'nonageranios', en versión de greguería estival. No sé si el dato ha de divulgarse, ya saben, que ahora las aseguradoras ya saben dónde lograr un filón en primas…
Salvando las distancias, y los precios, el rey Recesvinto tenía allí, en Wamba, su resort vacacional. Todo pagado. Y allí, por cierto, dijo adiós a la vida, y fue Wamba quien lo sucedió, en una villa entonces llamada Gérticos. Curiosamente, junto a su iglesia de Santa María, existe un colosal osario. Cráneos por doquier, una visión que a más de uno le traerá de cabeza sobre la condición humana. Y sus inevitables y, seguramente, recomendables limitaciones. Aunque siempre se puede acudir a la disposición transitoria de la resurrección.
Sobre este último fenómeno, por el que cabría interponer un conflicto de competencias en relación con la política demográfica, siempre hay candidatos siniestros para desenterrar a Franco. Ahora por obra y milagro de Óscar Puente. Que si alguien dirá que con Franco no pasaba… Los de sus trenes, ya saben. Seamos comprensivos con el ministro y su menesterosidad cognitiva. Es lo que tiene nombrar maquinista a alguien tan intelectualmente descarrilado.
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