El discurso del rey
«Los españoles, en nombre de la inmensa mayoría de los países del mundo, «clamamos, imploramos, exigimos» que «detengan ya esta masacre»
«Luchamos para defender los principios de la libertad y la justicia». Eso dijo el rey Jorge VI en 1939, en su primera alocución radiofónica ... ante los ciudadanos británicos, para justificar la declaración de guerra del Reino Unido a la Alemania de Hitler. Un hecho histórico que incluía el histórico esfuerzo del soberano inglés para superar su tartamudez. Y que relata maravillosamente Tom Hooper en su película 'El discurso del rey', con Colin Firth en el papel de Jorge VI y Geoffrey Rush en el del fonoaudiólogo australiano Lionel Logue, su preparador técnico para la gesta.
No sé por qué, algo de lo que dijo entonces el rey británico, en su intento de hacer oír la voz de Inglaterra en medio de los gritos de una Europa herida tras el primer intento de Hitler y Stalin por repartírsela, me ha recordado a las palabras que esta semana el rey de España, Felipe VI, en un contexto muy diferente, ha pronunciado en Nueva York, ante la Asamblea General de Naciones Unidas. Esa sede de la organización mundial donde hoy ha quedado en evidencia que no todos los pasaportes valen lo mismo, según el criterio del presidente de los Estados Unidos.
«Tendremos días oscuros por delante», dijo entonces Jorge VI, lo mismo que esta vez Felipe VI ha hablado de un mundo «trepidante y desbocado», como efecto «de la sustitución de una lógica de diálogo y cooperación por una lógica de competencia, rivalidad y tensiones extremas». Para añadir a continuación que los españoles, en nombre de la inmensa mayoría de los países del mundo, «clamamos, imploramos, exigimos» que «detengan ya esta masacre», en referencia al genocidio perpetrado por el ejército de Israel sobre los palestinos de Gaza. No dijo «genocidio», para contrariar a aquellos que insinúan que el rey hablaba bajo la supervisión de su presidente del Gobierno, como entonces el inglés lo hacía bajo la vigilancia de su logopeda, sino «masacre», o también «actos aberrantes» que «repugnan a la conciencia humana». Y tampoco se olvidó, como de ordinario hace su presidente del Gobierno, de destacar la inhumanidad de la otra parte: «con la misma firmeza demandamos que el gobierno de Israel aplique sin reservas el derecho internacional humanitario en toda Gaza y Cisjordania» que «exigimos (…) un alto el fuego con garantías y la liberación inmediata de todos los rehenes que aún retiene Hamás con tanta crueldad».
Nos consta que el discurso del rey de España ha conseguido algo prodigioso: satisfacer a la mayor parte de los partidos que componen la resiliente coalición de Gobierno en nuestro país y movilizar, al mismo tiempo, a una buena parte del principal partido de la oposición, que todavía seguía (y sigue) haciéndose un lío con el lenguaje a la hora de calificar lo que está ocurriendo en Israel con los palestinos. Lo mismo que nos consta que sus palabras disgustaron profundamente al presidente del país donde se celebró la Asamblea, que el viernes se despachó con su propio discurso, cambiando el tercio y afirmando que no permitirá que Israel se anexione la Cisjordania ocupada. Y que molestó todavía más a Netayanhu, el siguiente en comparecer ante Naciones Unidas, rabiosamente empecinado en mantener una posición despiadada que provocó la salida de numerosos delegados de la sala.
«Nos cuesta comprender lo que el Gobierno israelí está haciendo en Gaza», dijo finalmente en su discurso el rey Felipe. No se puede comprender, desde luego, lo incomprensible. Como no se puede comprender ni admitir lo aberrante ni lo que repugna a la conciencia humana. Un discurso de Estado en un momento donde ya no caben los silencios, pero tampoco las tibiezas y mucho menos la demagogia. Luchamos para defender los principios de la libertad y la justicia en un planeta que cada día es menos libre y más injusto. Y sobre todo más inhumano. Que se levante acta.
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