Aborto, pensiones, sanidad y nacionalismos
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«La actualidad, esa masa densa e informe de hechos, palabras, malas y buenas intenciones, matices, bastantes mentiras y pocas verdades es cada vez más predecible, tediosa e inabordable»Llevamos muchos años dando vueltas al mismo árbol. Caminamos en círculo cada vez más deprisa, cada vez más asfixiados, cada vez más desorientados. Así que la actualidad, esa masa densa e informe de hechos, palabras, malas y buenas intenciones, matices, bastantes mentiras y pocas verdades con que debemos construir noticias los periodistas, es cada vez más predecible, tediosa e inabordable. El viernes lo resumía Peláez en ABC con una frase memorable: «Hemos sido capaces de politizar el culo de una cantante, un volcán, la regla, el mar Menor, el AVE, las pinturas de las cuevas de Altamira, un virus, dos niñas muertas en el Atlántico, los machetes, los chuletones, la salud mental, las comisiones de los bancos, las violaciones grupales, los toros afeitados, los chalecos, las mascarillas FFP2, el diésel, el doble pivote, el transporte por carretera y hasta el Día del Padre». Lo cual demuestra que nuestro debate colectivo se ha convertido realmente en una sucesión de pantallazos de twitter, facebook o instagram arrastrados por un dedo insaciable, psicópata e irreflexivo. Sucede así porque hemos decidido ignorar el fondo de los muchos problemas que tenemos entre manos. Bien porque somos unos inconscientes, bien porque nos comportamos como cobardes. Cuatro ejemplos de esta misma semana.
Pedro Sánchez, presidente del Gobierno, decía en el Congreso que «la diferencia en materia de política territorial cuando ustedes gobiernan y gobierna el Partido Socialista es que ustedes mandaban piolines a Cataluña y con nosotros la selección española de fútbol puede jugar en Cataluña sin ningún tipo de problema». El problema territorial en este país lleva siendo durante años el mismo: que España no tiene un plan compartido para sus más de 45 millones de habitantes, que nacionalistas y separatistas no solo han condicionado, sino que han impuesto directamente el marco del discurso y el lenguaje. Hasta el punto de que la primera autoridad del Estado llega a usar, para referirse a sus fuerzas y cuerpos de seguridad, el mismo término despectivo y ridiculizante que emplean las voces más feroces del secesionismo supremacista catalán.
Segundo ejemplo. El consejero de Sanidad, Alejandro Vázquez, comparecía en Las Cortes esta semana para presentar su programa de legislatura. Prometió médicos de familia presenciales en atención rural. Habló de un pacto por la sanidad. Otra vez. Y otra vez quienes conocen de cerca la raíz del problema señalan al mismo déficit que se lleva anticipando desde hace lustros: la falta de facultativos y la dificultad de que los que hay decidan atender el medio rural. Mientras nuestro sistema de salud no sea capaz de ponerse de acuerdo para proporcionarse más profesionales, darán igual todos los buenos propósitos.
Tercer ejemplo, la reforma de la ley del aborto. Al margen de que se pueda realizar o no en unas condiciones u otras, a unas edades u otras, sigo echando de menos un debate de fondo y sereno mucho menos maximalista, sin tantas certezas ni verdades absolutas. Pero sobre todo, tan preocupado por los derechos del niño como por los de la madre. Aunque no lo parezca, conviene recordar que cuando se interrumpe la vida de un feto de 14 semanas, ese feto, un ser con su propia identidad genética, con brazos, ojos, cerebro y pulmones, latido cardiaco y su propia sangre, no es como la vesícula o el bazo de su madre.
Cuarto ejemplo, las pensiones. El Banco de España propone que solo las pensiones más bajas se actualicen en base al IPC, cuyo aumento se prevé altísimo, mientras que el resto asuman unas pérdidas que también deberán asumir trabajadores tanto privados como públicos, es decir, los funcionarios, así como los empresarios, dentro de un pacto de rentas. El Gobierno ha menospreciado esta propuesta, «falta sofisticación en el análisis del Banco de España», ha dicho el ministro de Inclusión, José Luis Escrivá. Lo que falta es sentarse de una vez a decirle a los españoles, también a los pensionistas, que cada día son más, con mejores pensiones y esperanza de vida, y que el dinero para sostenerlo saldrá de alguna costilla, presente o futura, propia o ajena, pero que, en todo caso, no podrá fabricarse en una fotocopiadora.