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La profesional salmantina, junto al queso sin elaborar. Silvia G. Rojo
Vocación quesera

Vocación quesera

La salmantina Teresa Risueño no solo elabora el queso, también atiende al ganado y saca tiempo para la venta

Silvia G. Rojo

Ciudad Rodrigo

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Viernes, 15 de febrero 2019, 15:00

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La agenda de Teresa Risueño está perfectamente planificada y a sus ya de por sí largas jornadas laborales, debe sumar más horas estos días. «Tenemos muchas ovejas paridas y estamos fabricando casi todos los días», comenta esta mujer, que de sus 37 años, 18 los acumula de experiencia elaborando queso.

«Empezó mi padre porque teníamos la ganadería, pero él se ha jubilado y sigo yo, porque es algo que me gusta. Además, estaba todo montado y era una pena cerrar». Toda la producción del Queso Artesanal Miróbriga se elabora con la leche de su propia explotación: «Sumanos 500 ovejas y solo metemos leche nuestra».

Esas ovejas pastan muy cerca del Águeda, en la pedanía de Sanjuanejo (Ciudad Rodrigo) con las privilegiadas vistas que ofrece el monasterio de la Caridad.

Pero lo llamativo del asunto es que Teresa no solo se encarga de esta parte de la transformación, sino que ordeña, acude a ferias y, como buenamente puede, afronta la gestión. «Prefiero estar todo el día con las ovejas que con la burocracia», confiesa. «Son muchas exigencias, muchos papeles, y yo entiendo que cada uno tiene que hacer su trabajo, pero para nosotros resulta complicado», añade. La fuerza que necesita tiene claro de dónde la saca:«Me encanta lo que hago. Si no, este trabajo sería imposible de llevar, desde ordeñar y estar con el ganado hasta las ferias, en las que hay de todo, pero si son buenas, a todos nos gusta vender», y por supuesto: «Hacer el queso también me agrada».

De su producto destaca que es artesanal, por «la alimentación de las ovejas en estos pastos y la curación».

Teresa muestra un queso finalizado y envasado.
Teresa muestra un queso finalizado y envasado. Silvia G. Rojo

La mayor parte de la producción la vende en fábrica y en ferias, aunque «también hay clientes que mandan quesos a otros lugares de España, pero la mayoría los vendo yo».

Teresa asegura que su trabajo «no es complicado, pero sí laborioso», y que los días se van atendiendo al ganado, sacando los quesos de la sal y dándolos vueltas. «En este trabajo hay que estar, es muy atado y vacaciones, muy poquitas, pero gustando, no hay problema», explica.

En las ferias a las que acude coincide con propietarios de otras queserías tan familiares como la suya, y «te encuentras a la madre, a la hija, gente que hace todos los pasos desde el principio, como yo, hasta llegar a la venta». Concluye apuntando que los comienzos, ahora ya muy lejanos, «siempre son difíciles», y que la fórmula de su queso «es la misma desde el principio».

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