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Alejandro y Fernando Benito, en su viñedo. Agapito Ojosnegros
Del clásico cereal a la esperanzadora vid

Del clásico cereal a la esperanzadora vid

Cuatro cooperativistas de la comarca cuentan su evolución en el campo

Victoria M. Niño

Valladolid

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Lunes, 17 de septiembre 2018, 13:00

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La mayor parte de los chavales que empiezan este curso la ESO en el Instituto Conde Lucanor de Peñafiel no sabe quién es el personaje que le da nombre. En cambio todos conocen que el castillo donde lo escribió el infante Don Juan Manuel alberga hoy el Museo del Vino, ese maná que riega una villa en la que residen muchos agricultores pese a no ser agrícola.

Gabriel Sanz ingresó en la Cocope cuando comenzó a plantar viña en el entorno de Canalejas de Peñafiel. También Alejandro y Fernando Benito han ido sumando hectáreas de cepas desde 1999. Ya cultivan 23,5 y en 2019 plantarán otras 8,5 Ha. en el término de La Torre de Peñafiel. «La primera vez que fui al vivero a comprar planta me preguntaron que qué quería: plantar viñas, dije. No sabía más. Al cabo de dos décadas, ya voy a por el patrón 41B», cuenta Alejandro, que en medio ha aprendido de injertos, púas, variedades, espalderas, nudos de la poda... «Esto da más trabajo que el cereal, pero es más productivo según el año».

Raúl Arranz sigue fiel a la cebada y al trigo, a sabiendas de que «no es rentable. El precio del kilo es el mismo hace 20 años y no así el de herbicidas y abonos». Por otra parte reconoce que el campo ya no es tan duro como antes, «la mayor parte de las tareas están mecanizadas, antes todo era a base de trabajo físico. Ahora te especializas en hacer papeles para todo: subvenciones, permisos». Raúl completa con la ganadería su explotación agrícola. Para él está claro el sentido de la cooperativa, «sin ella, pondrían el precio del producto los almacenistas»

Gabriel tentó la suerte con las aromáticas y la ha mantenido. 'Lavandin grosso' es la variedad que plantó hace dos años. La inversión se hace el primer año y no es barata, sin embargo, la planta dura entre 10 y 12 años. «En su momento mucha gente las abandonó porque bajó el precio de la esencia, pero ahora vuelve a estar mejor. Es un cultivo cómodo y creo que hay sitio para todo». La Cocope inició una línea de cosmética natural que terminó por abandonar ante la dificultad para comercializarla en un mercado dominado por grandes marcas.

Otra característica del sector es su condición exclusivamente masculina. «Solo conozco dos casos dadas de alta pero su presencia en el campo es virtual», dice Lauro Arranz, «un tema recurrente en reuniones profesionales». Como sus mayores, estos agricultores ven que algo falla a la hora de hacer atractiva la cooperativa a los jóvenes. Coinciden en las ventajas de su trabajo: entorno sano, tranquilo, ya no conlleva la penosidad de antaño, las comunicaciones son más rápidas. Si se les pregunta si quieren que sus hijos sigan su estela, Raúl lo tiene claro: «Me haría ilusión, pero casi prefiero que no, porque no me jubilaría». Alejandro pedirá a los suyos que primero estudien y luego, si quieren quedarse, que «elijan algo que les sirva para el campo».

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