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A los 14 años comenzó su relación con la hostelería y, desde entonces, no se han separado. Primero un hotel de Palma de Mallorca; luego, ... San Sebastián donde regentó un bar, y, finalmente, vuelta a los orígenes, a Ciudad Rodrigo, lugar en el que desde hace 40 años Socorro Méndez está al frente de uno de los locales de comidas más tradicionales y de referencia, el Restaurante Peporro.
A pesar de que hace tres años murió su marido, Tinín, sabía que tenía que seguir: «Pensé en cerrar pero mis hijos me dijeron que tenía que seguir haciendo lo que sabía, continuar con mi vida ocupada», por lo que si aquella situación no supuso una parada definitiva, el virus tampoco la frenará, a pesar del miedo que flota en el ambiente. «Me quedan tres años para jubilarme y voy a seguir; se cierra muy fácil, pero veremos cuando abramos cómo va a ir la cosa».
Soco, como la llaman sus conocidos, vive el presente y en el momento en el que se anunció el estado de alarma cogió las maletas y se instaló en su pueblo natal, Ituero de Azaba, muy cercano a Ciudad Rodrigo. Y «si no fuera por las circunstancias, para mí esto han sido unas vacaciones caídas del cielo: nunca había estado más de ocho días seguidos en una casa que me construí hace unos años».
¿A qué se está dedicando durante este tiempo? Pues parece que no podía ser a otra cosa que no fuera cocinar. «Me faltaba algo, echaba de menos el día a día del restaurante y empecé a grabar vídeos de cocina que comparto en las redes», indica. «Me ha servido para darme cuenta de que esto es lo que me gusta, ha sido mi trabajo durante toda la vida pero soy consciente de que sin cocina no soy nadie; es lo que me realiza y aunque siempre he cocinado por obligación, por trabajo, me he dado cuenta de que es lo que más me gusta».
La imaginación se ha apropiado de los fogones de su vivienda pues está probando con nuevos platos a pesar de que en su restaurante nunca faltan los básicos que identifican su carta. «Mi cocina es clásica, la que vi hacer a mi abuela y a mi madre. Me crié en una finca y allí siempre había carne», aclara. El cochinillo asado es una de sus especialidades. «El mismo Cándido lo probó y le dijo a la camarera que me llamara para saludarme», relata la anécdota. «Siempre hemos trabajado la carne y los platos de cuchara de toda la vida».
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Su paso por el norte, por el País Vasco, también la marcó y domina muchos de los secretos de esa cocina, pero en pleno campo charro prefiere decantarse por «la buena carne de nuestra zona que, puesta en la parrilla, no necesita mucho más que un poco de sal gorda», recomienda.
La caza también es otra de sus sugerencias. «Recuerdo ver a mi padre con hasta diez liebres para preparar, conejos, perdices, tórtolos o jabalíes».
Estos días de parón profesional sin dejar de cocinar e idear tampoco se ha olvidado de hacer feliz a otra gente próxima con la que ha compartido sus creaciones. Es más, su solidaridad ha ido más allá, confeccionando mascarillas en aquellos momentos en los que más escasez había aunque ella misma reconoce que no era lo que la hacía más ilusión.
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