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Elena Odriozola, en su sofá de pensar.
«El ritmo de la novedad editorial no permite hacer trabajos de calidad»

«El ritmo de la novedad editorial no permite hacer trabajos de calidad»

Elena Odriozola inaugura este jueves una exposición de sus últimos trabajos en el IIVilustrado, donde también impartirá un taller

Victoria M. Niño

Jueves, 21 de julio 2016, 10:08

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La segunda edición de Vilustrado, el encuentro internacional de ilustración de Valladolid, comienza este jueves con las charlas de Chiara Carrer y Elena Odriozola. La artista vasca, Premio Nacional de Ilustración 2015, inaugura una exposición de sus últimos trabajos en el LAVA (20:30 h). Se estrenan así cuatro días de talleres y conferencias sobre la creación gráfica.

Elena Odriozola (San Sebastián, 1967) se siente «demasiado crítica»consigo misma como para realizar una exposición retrospectiva «no me gusta lo que hice hace mucho tiempo» y ha elegido para esta muestra «trabajos recientes en los que me he salido del libro: carteles, teatros, bocetos de talleres, un retablo, un exvoto, ilustraciones para prensa. Se divide en Manchas y Capas». Además impartirá un taller con Gustavo Puerta, «él es muy buen profesor, da la parte teórica y yo la práctica. Normalmente proponemos una técnica nueva, a la que no estén acostumbrados y un tema». Para Odriozola un taller «no puede ser como veo en alguna publicidad un lugar para encontrar tu estilo. Intento motivarles para salir de lo que hacen habitualmente, para desatascarse y potenciar lo que cada uno tiene».

Estudió Arte y Decoración por descarte, intuía lo que quería pero no lo descubrió hasta 1997, tras trabajar ocho años en agencias de publicidad en las que se enfrentó a la maquetación. «Siempre imagino el dibujo, el texto y la manera de disponerlos. A veces me hacen caso los editores, otras no». Ha saltado los límites del álbum y ha dibujado una Celestina de 3,5 metros, «aunque podía convertirse en páginas y así se publicó», dice. La tercera dimensión del teatro la atrae, por eso los hace. «No es algo premeditado, vas probando y te sale, pero siempre con el dibujo como base. Hice una vez una instalación que me salió dibujando». Esta indagación de formatos, esta libertad creativa previa al formato comercial fue lo que la llevó a soltar las amarras con su agente inglesa. El mundo anglosajón de la ilustración «paga muy bien, te dan plazo grandes, pero ponen demasiadas condiciones, son muy controladores. Los colores debían ser unos determinados porque si no, no lo compran los padres. Eran muy literales. El desgaste era tal que no me merecía la pena, lo dejé porque no quería hacer libros de los que me avergonzara después».

Esta ilustradora que ha ido decantando su trabajo en editoriales menos comerciales centradas en libros iluminados para públicos de todas las edades concibe su trabajo con los clásicos como un reto. Entre sus últimos clásicos dibujados está Frankenstein, de Mary Shelley, un cuento de Cortázar o Tolstoi. «La dificultad añadida de estos textos es responder a la pregunta de qué sentido tiene ilustrarlos. Hay algunos que nunca se han hecho antes. Te dan un párrafo y tienes que hacer tres propuestas. Hay un punto de miedo que está bien, luego siempre me digo algo saldrá y confío». Piensa en su sofá y luego hace bocetos a lápiz antes de ponerse con sus características manchas de color.

La cabeza de la ilustradora que firma el cartel de la 77ª Quincena Musical de San Sebastián, protagonizado por una orquesta de ratones, o el del último Ilumina, lee y regurgita la lectura. «A veces dibujo cosas que imagino, que no están en el texto. Es mi interpretación, la ilustración solo tiene sentido si refleja una lectura personal. Yo lo cuento así, a mí manera. Ilustrar no es decorar un libro sino dar tu punto de vista. Hacer un libro es algo más que dibujar imágenes bonitas».

Recuerda que cuando empezó tenía muchos colegas, «pero ahora es una barbaridad». La cantidad le abruma, ha reducido su producción cuanto ha podido, se reconoce fuera del ritmo frenético de la industria editorial. «Las novedades cambian cada pocos meses, un libro se queda viejo enseguida, no se mueven, no pasan a un fondo. Estaría bien sacar menos libros y mejor pensados, se publica mucho de usar y tirar. A ese ritmo no se pueden hacer buenos trabajos, ni haber calidad».

Esta nadadora matinal e ilustradora de tarde fue candidata al premio Astrid Lindgreen 2014 y en Corea del Sur premiaron su Oda a una estrella, álbum de Libros del zorro rojo, con texto de Neruda. Otros trabajos para Nórdica han sido ¿Cuánta tierra necesita un hombre?, de Tolstoi o Cenicienta.

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