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Las Médulas, en el Bierzo, a vista de pájaro tras los incendios. Pedro Armestre / Greenpeace

Así han quedado las zonas arrasadas por los incendios en Castilla y León

La organización ecologista Greenpeace ha documentado desde el aire la devastación causada por las llamas en las provincias más afectadas, con más de 140.000 hectáreas calcinadas la comunidad

Jenifer Santarén

Valladolid

Martes, 2 de septiembre 2025, 13:30

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La organización ecologista Greenpeace, en colaboración con el fotógrafo Pedro Armestre, ha sobrevolado algunas de las zonas arrasadas por los incendios en las dos comunidades más afectadas, Castilla y León y Galicia. Las imágenes difundidas, algunas de ellas tomadas en puntos no fotografiados hasta el momento, son un compendio de la devastación de unos fuegos que han arrasado casi 400.000 hectáreas en toda España, de las cuales 140.000 están en Castilla y León. Se trata, según la organización, de uno de los peores veranos de la historia desde que hay registros. Ocho de los diez fuegos más graves de este siglo se han producido en 2025, el año con un «mayor tamaño medio de grandes incendios forestales».

Armestre ha captado con su cámara la magnitud del desastre en las comarcas de Sanabria (Zamora) y El Bierzo (León). También en Ourense, en las proximidades del límite territorial entre ambas comunidades, que registró el mayor incendio de su historia en Larouco y otros dos focos en Oímbra-Xinzo de Limia y Chandrexa de Queixa-Vilariño de Conso, siendo la segunda comunidad más afectada por las llamas.

Las estimaciones de Greenpeace, que se basan en los datos de la Estadística General de Incendios Forestales y del proyecto de educación forestal Eduforestry, sitúan los incendios de Molezuelas de la Carballeda, con 38.33 hectáreas calcinadas en Zamora y León, a la cabeza de los más devastadores, seguido por los de Larouco (Ourense), Granxa, Oímbra (Ourense), Llamas de Cabrera (León), Porto (Sanabria, Zamora), Parafita / Chandrexa de Queixa, (Ourense), Boca de Huérgano (León) y Jarilla (Cáceres). Por provincias, León es la más quemada, con un total de 109.178 hectáreas en distintos focos, seguida de Ourense (104.240), Cáceres (34.700) y Zamora (32.729).

«La temporada de incendios forestales de este año sólo ha sido superada en 1985, 1978, 1994 y 1989. La singularidad del 2025 es que se ha sobrepasado la media de hectáreas calcinadas de los grandes incendios forestales», aclara el comunicado de Greenpeace, sobre unos fuegos que de media han arrasado 6100 hectáreas, cifra que hasta ahora se situaba en las 1.500. Esto supone que se haya quemado «cuatro veces más superficie de lo habitual». Es decir, que de los 10 fuegos más feroces de este siglo «ocho han tenido lugar en 2025». «Estas cifras son un claro signo de cómo el cambio climático sigue acelerándose y agravando eventos meteorológicos extremos como incendios, olas de calor e inundaciones», advierten.

El incendio de Porto arrasó más de 20.000 hectáreas tras originarse el incendio por un rayo. En la imagen, paisajes calcinados junto al Lago de Sanabria. Pedro Armestre /Greenpeace
Las llamas del incendio de Yeres han transformado el paisaje de Las Médulas, Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO, calcinando característicos castaños centenarios de la zona. Pedro Armestre /Greenpeace
La sierra de Porto, con el cañón del Tera a sus pies y el Lago de Sanabria de fondo. Pedro Armestre /Greenpeace
El lago Somido (o Sumido) se encuentra en el sector III de la mina de Las Médulas. Pedro Armestre /Greenpeace
Paisajes calcinados alrededor del Patrimonio de Las Médulas, en El Bierzo. Pedro Armestre /Greenpeace

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Una voracidad que achacan a la despoblación «ante el abandono del medio rural y del uso tradicional del medio agrícola» en un país con una masa forestal creciente -(27,9 millones de hectáreas, el 55,2% del territorio nacional- que ya es la segunda de toda la Unión Europea solo por detrás de Suecia. Agravada por el «uso delictivo del fuego, la urbanización y el uso recreativo del monte», que produce un «mayor riesgo de ignición y propagación». También al record de temperaturas «que explica la virulencia de los incendios y sus dificultades de extinción, ante una ola de calor que ha durado 16 días «situándose como la más intensa desde que hay datos oficiales».

El balance de daños hecho por la organización, con «las consecuencias económicas todavía por calibrar», incluye viviendas calcinadas, pueblos ennegrecidos, explotaciones agrícolas y ganaderas destruidas, negocios afectados y bosques y matorrales reducidos a cenizas «muchos de ellos integrantes de valiosísimos espacios naturales protegidos». Además de 30.000 desalojados, 50 heridos y ocho fallecidos, de los cuales tres de ellos, un bombero y dos voluntarios, perecieron en Castilla y León. Otro voluntario, cuya muerte no ha sido atribuida a los incendios por la Consejería de Sanidad, murió tras encontrarse indispuestos días después de colaborar en las labores de extinción del incendio de Cipérez (Salamanca).

«Desde el aire, lo que se ve no es sólo tierra quemada: son hogares perdidos, paisajes convertidos en ceniza y un futuro que se apaga. Es un país en llamas y una emergencia que ya no podemos permitirnos ignorar: si no se invierte en prevención y gestión forestal, cada verano será peor que el anterior», ha explicado el fotógrafo Pedro Armestre, que ha documentado el trabajo de los bomberos en más de 20 campañas, sobre un impacto social, económico y ambiental «muy difícil de recoger con una cámara de fotos». Resaltando su preocupación por las «consecuencias inmediatas» tras la bajada de las temperaturas, desde la contaminación de los cauces por la ceniza como consecuencia de «intensas lluvias» o la falta de recursos naturales para alimentación de fauna, que «se aproximará a las cosechas» multiplicando «los accidentes de tráfico por atropellos»:

«Es urgente que se gestionen las masas forestales que son el escenario donde transcurre el fuego. Y que paralelamente se trabaje en el pacto de Estado para definir una hoja de ruta nacional ambiciosa con compromisos vinculantes, financiación estable, participación ciudadana, un sistema de rendición de cuentas y poner especial foco en aquellas personas en situación de vulnerabilidad», añadía Mónica Parrilla de Diego, responsable de la campaña de incendios forestales de Greenpeace.

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