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Vicente Andrés Granado (Valladolid, 1963), el secretario general de Comisiones Obreras en Castilla y León, deja la primera línea. Afiliado al sindicato desde los 14 ... años, al poco de empezar a trabajar «como botones en la boutique Raymond» de su ciudad, desde el principio fue un activista no solo «por tradición familiar» sino por convicción. «Salíamos de trabajar a las ocho de la tarde y me iba a la sede», recuerda, donde se sentía «no solo seguro y protegido, sino un revolucionario» escuchando a históricos como Antonio Gutiérrez o Javier Fernández. Pronto verían en él madera de líder, porque con 16 años le incorporaron a la Ejecutiva de Comercio. A la vuelta de la mili le encargaron que montara esa misma estructura en León y es lo que hizo con el ardor de la juventud mientras estaba empleado en una empresa de servicios del Ayuntamiento, pero el accidente mortal de tráfico de un compañero le hizo replanteárselo todo y regresar. Se integró en la Federación Regional de su sector y a partir de ese momento fue encadenando responsabilidades hasta llegar a la dirección. Casado con una leonesa y con «dos hijas maravillosas», dirá adiós en el 13º Congreso que se desarrollará el 14 y 15 de mayo, orgulloso de haber plantado cara a Vox y de dejar una organización unida.
–Ha explicado que no concurre a la reelección porque un jubilado no puede estar al frente de una organización como la suya, aunque hay antecedentes como los de Toxo en su sindicato o Álvarez en UGT.
–Cada uno tiene su posición. Nosotros nos organizamos como clase trabajadora, y creo que los que tenemos que tomar decisiones de movilizaciones, de actos, tenemos que estar afectados como clase. Y que a lo mejor lo que necesita el sindicato es frescura y relevo, no gente mayor, ya jubilada, a la que no le afectan las decisiones, ni las crisis, porque tienen una estabilidad y una seguridad. A mí me parece que un dirigente de una responsabilidad como la mía no debería ser un jubilado. Me lo aplico y soy prisionero de mi propia convicción. Y ya me cuesta, porque me encuentro fresco personalmente. Pero sería hacer lo contrario de lo que siempre he dicho.
–¿Ha sido la razón principal para dejarlo?
–La principal. Se proponían otras salidas intermedias pero no las he aceptado, porque son las personas las que se tienen que amoldar a los tiempos de la organización y no al revés. También pienso que con dos mandatos es suficiente y que lo que no hayas hecho en ese tiempo ya es difícil que lo hagas. Estar más sería estar de vuelta de las cosas. Organizaciones como la nuestra requieren gente con brío y darlo todo. ¿Tengo cuerda para más? Sí, pero aquí me planto.
–Ahora que habla del brío y al hilo de las últimas declaraciones de Unai Sordo sobre Junts, eso de que hace política «jodiendo a la gente». ¿Un dirigente sindical tiene que ser provocador?
–Sí, los sindicatos tenemos que jugar ese papel. Yo he tratado de hacerlo, otra cosa es que luego se recoge lo que se recoge. Nosotros no nos presentamos a las elecciones, somos organizaciones de izquierdas pero no somos partidos políticos. Y tenemos que denunciar las cosas sin pelos en la lengua. Luego están los estilos y las habilidades de cada uno, pero tenemos que ser disruptivos. Hay que decir las cosas con claridad y sin temor.
–Hay muchos que cuestionan la utilidad de los sindicatos. Que como hizo el exconsejero Veganzones, les tildan de 'comegambas' y les acusan de aprovecharse de la financiación pública.
–Democracia y sindicatos son indisociables. Y un sindicato fuerte es garantía de que la gente está protegida. Nos quieren desprestigiar porque es mejor para el capital. ¿Quién nos desprestigia? Quien mira para el capital, la extrema derecha, que lo primero que quiere eliminar son los sindicatos. Es lo que han hecho aquí en Castilla y León, tratar de eliminarnos, pero les ha salido el tiro por la culata porque nos han puesto a prueba y resulta que somos bastante más fuertes de lo que pensábamos.
–¿Cree que los que que les critican pueden tener parte de razón? ¿Que los dirigentes sindicales se han aburguesado y han perdido la conexión con lo que ocurre en la empresa privada?
–Yo creo que no. En una casa tan grande hay de todo, pero el sindicato es algo más que la sede y que la aparición nuestra en prensa. El sindicalismo se hace en las empresas, resolviendo los problemas. Y en estos últimos cuatro años hemos pasado de 5.600 delegados a 6.500 y estamos en 4.800 empresas, 600 más. El sindicalismo se extiende y es más que Comisiones Obreras. Nosotros somos el primero, con el 37%. UGT es el segundo, con el 34%. Pero luego hay otro 30% de sindicatos. Por lo tanto no estamos en crisis, todo lo contrario. Es verdad que han tratado de estigmatizarnos. Que desde un Gobierno te estén insultando, 'comegambas', filoetarras, comunistas, ladrones, devolvednos el dinero, que defendéis a los vagos parados esperando su paguita en el sofá... Todo eso, un día tras otro, hace mella. Entonces ya mucha gente piensa que a ver si va a ser verdad. Es igual que si te dicen todos los días que eres una rata, vas por la calle, te ve alguien y te pega un palazo. Están pegando un palazo a una rata, no a un sindicalista. Esto es lo que trataban de hacer, esa guerra cultural contra el sindicalismo. Han estado 27 meses, han hecho daño pero hemos crecido en afiliados y en representantes.
–¿Sindicatos como CSIF o Solidaridad son competencia para los tradicionales?
–No. No lo son. En ese porcentaje del que he hablado llevamos 30 años. CSIF tiene el 6,7% y es en la Función Pública, fuera prácticamente no tiene nada. Entró en algunas empresas privadas grandes, pero el sindicalismo también hay que desarrollarlo en las de menos de 100 y 50 trabajadores, que es donde está la gran masa. Ir a las pequeñas empresas da mucho trabajo y poca afiliación, pero es nuestro modelo. Ahí es donde estamos nosotros. Un sindicato con arraigo y con llegada no se hace de la noche a la mañana, se necesita mucha militancia, mucho compromiso, mucho sacrificio, y oye, eso o tienes ideología o no lo haces. Por eso creo que CSIF y otros están topados. Pero soy respetuoso con todos porque es mejor que haya sindicalismo del tipo que sea a que no lo haya.
–¿Conseguir que los jóvenes se comprometan con el activismo sindical es un reto?
–Pocas organizaciones hay en Castilla y León que tengan 2500 jóvenes afiliados como nosotros. ¿Que nos gustaría tener más? Sí. ¿Que nos gustaría que estuvieran en las estructuras y nos dieran el relevo? Pues también. Sí, es uno de los retos que tenemos.
–Cada vez promueven menos movilizaciones en la calle. ¿Es porque las últimas convocatorias han terminado en pinchazo? ¿Es porque la sociedad ha cambiado?
–El país está viviendo un momento de crecimiento económico y de derechos, aunque todavía falta por recorrer. Eso lleva a la desmovilización, claro. El sindicalismo lo hacemos en las empresas, no siempre hay que estar en la calle. En la calle hay que estar cuando la situación lo merece. Ha habido momentos aquí de movilización, cuando ha estado la extrema derecha, en que los sindicatos hemos estado en la calle mucho.
–¿El Diálogo Social vuelve a funcionar en Castilla y León?
–Es que cuando estaba Vox estaba todo parado y ahora se ha recobrado la normalidad que no se tenía que haber perdido. Nosotros no estamos de acuerdo con que en el primer Gobierno de coalición con Ciudadanos Mañueco les entregara lo que él dice que es la seña de identidad, porque son contrarios al Diálogo Social. En el siguiente se lo dio a los que nos querían meter en la cárcel, lo dijo Abascal literalmente. Pero a pesar de eso hemos continuado negociando con consejerías del PP, lo que nos llevó a firmar acuerdos nada más salió Vox de la Junta. El Diálogo Social se ha recobrado prácticamente en su plenitud, otra cosa es que Mañueco lo haga desde el convencimiento o desde el interés estratégico electoral.
–¿Cree que el PP lo utiliza para desactivar a la oposición de izquierdas?
–Un gobierno siempre tiene que sacar provecho de los acuerdos. Lo hace el PSOE a nivel nacional con todo lo que hemos pactado de reforma laboral, se sacan la foto y dicen que son muy buenos y tal. Aquí el PP también. Eso es normal y no hay nada que reprochar. El tema es si en el nuevo Gobierno que haya, si es de coalición porque no le llegan los números, también va a volver a entregar la joya de la corona al partido minoritario que entre con él. Esperemos que no.
–¿De qué está más orgulloso y qué se deja por hacer?
–Dejar de hacer muchas cosas, pero es que esto del sindicalismo nunca termina. Colina conquistada, a por otra. ¿De qué estoy contento? Creo que he cumplido el papel que me tocaba. Aquí lo difícil fue la Dictadura, montar un sindicato en Castilla y León fue la gran proeza que hicieron mis antecesores, Javier Fernández, Antonio Gutiérrez y otros. Yo he hecho lo que tocaba hacer. ¿Cuáles son los dos temas más importantes? Afrontar el covid, que resultó complicado, y la resistencia a la agresión de la extrema derecha, porque pasamos de un modelo de Diálogo Social tan potente que como decía Juan Vicente Herrera era casi el cogobierno, a estar casi en la clandestinidad democrática. Esa autodefensa la hicimos sin un manual y les hicimos frente a la ofensiva, no solo nos defendimos. Fuimos a las instituciones, a los tribunales, a las calles, les denunciamos, tuvimos debate en el Parlamento Europeo. De eso es de lo que estoy más orgulloso, porque además el sindicato unánimemente fuimos todos a una y sacamos la cultura de nuestro origen. Me voy satisfecho en ese sentido y también con la organización, que está cohesionada. Ahora viene otra persona que me da el relevo en un congreso tranquilo y yo estoy contento personalmente, me voy satisfecho con mi trabajo aunque siempre se puede hacer más. Y un poco triste porque se acaba, y se acaba porque me hago mayor. No sé si sabré estar sin esto. Veremos.
–¿Qué va a hacer a partir del 16 de mayo?
–Tengo una casa pequeña en la montaña en León, he cogido un mes de vacaciones y me voy a ir allí a pasar el mono como un drogadicto, solo y sufriendo. Y luego me voy a incorporar a la Fundación Paz y Solidaridad, de cooperación sindical y ayuda humanitaria, el año y medio que me queda (hasta la jubilación). He elegido una cosa, el tema internacional, donde yo no tenga ninguna aparición pública. Yo quiero desaparecer de la vida de la siguiente dirección para no influir. Es muy importante saberse marchar, no opinar, no meter baza. He elegido un campo donde yo no me voy a encontrar con nadie, ni periodistas, ni políticos, ni sindicalistas. Es el mejor espacio para que Ana desarrolle libremente sin tener aquí al jarrón chino. Cortaré con todos prácticamente y ya están avisados mis compañeros que yo no quiero llamadas para contarme nada, ni pedir mi opinión. Solo recibiré y solo atenderé la llamada de Ana.
–Ana Fernández de los Muros, su sucesora, le va a sustituir por consenso del conjunto de la organización. ¿Qué virtudes tiene?
–Creo que es más lista que yo. Y más hábil. O sea que lo va a hacer mejor que yo.
–¿Le ha dado algún consejo?
–Hemos hablado de las dificultades que supone esa silla y lo que te cambia la vida. De que todos los días te viene una cosa nueva que te tienes que preparar. De que equilibrar una organización como esta, mantenerla alineada tan críticos como somos, lleva mucho trabajo. Más que consejos le cuento lo que hay, porque es bastante sacrificado y porque son muchas noches en vela.
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